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Isaac Rosa: «La literatura ha perdido relevancia social»

El escritor novela, con dureza y desolación, el devenir de una juventud sin futuro en «La habitación oscura»

Isaac Rosa: «La literatura ha perdido relevancia social» JOSÉ RAMÓN LADRA

INÉS MARTÍN RODRIGO

Henry James (1843-1916) aseguraba que se puede escribir en la oscuridad . Y, a tenor de la experiencia vivida por esta periodista, también se puede entrevistar en la oscuridad. Isaac Rosa (Sevilla, 1974) lanzó el reto y a la «plumilla» le temblaron las canillas, pero fue pensar en los personajes de «La habitación oscura» (Seix Barral), la última novela del sevillano, y el desafío se convirtió en una fructífera conversación sobre el devenir de esa juventud burguesa, aparentemente estafada, a la que ambos pertenecemos.

Si en sus anteriores libros Isaac Rosa había novelado el origen del miedo ( «El país del miedo» ) o el mundo laboral ( «La mano invisible» ), en este último pone el foco en esa generación que afronta el futuro con incertidumbre y en la penumbra. La novela cuenta cómo, ante un apagón ocasional, un grupo de jóvenes construye una «habitación oscura» en la que refugiarse de los miedos y penurias del exterior. Durante años, dan rienda suelta a sus instintos e inventan nuevas formas de relacionarse en ese refugio social , ajenos a la realidad, pero partícipes de ella.

- ¿Por qué usar la metáfora de la oscuridad como hilo conductor?

- Inicialmente, lo único que tenía era una habitación oscura que aparecía como imagen, donde no se ve y donde nadie habla, solo entra y sale gente y se va relacionando. A partir de ahí, vi el potencial metafórico que tenía la habitación oscura para intentar dar una interpretación más compleja de lo que nos está ocurriendo. Y también para crear en el lector extrañeza, que no miremos a los personajes con la normalidad a la que estamos acostumbrados. Fuera de eso, la propia oscuridad es un recurso con muchas posibilidades para leer el tiempo que vivimos por los opuestos que permite: entre la luz y la oscuridad, en un tiempo como este, que por un lado es oscuro, pero por otro es de hipervisibilidad; la habitación como espacio cerrado permite el dentro y fuera, ese estar dentro de la habitación que, en realidad, es estar fuera del mundo real durante el tiempo que los personajes pasan dentro.

- Pero ese refugio termina pasándoles factura.

- Claro, son quince años en los que la función de la habitación cambia como cambian ellos. Pasan de jóvenes a adultos con miedos y decepciones, para acabar golpeados por la crisis. Por eso, la habitación oscura comienza siendo un sitio donde se ríen y divierten y acaba convirtiéndose en un sitio donde llorar y gritar. Es un itinerario muy compartido en mi generación: hemos pasado de ser unos jóvenes a los que se nos prometía todo a convertirnos en unos cuasiadultos que hemos tenido que enfrentarnos a una situación con la que no contábamos a estas alturas de la vida.

- El eterno «día de la risa» termina por provocar un llanto inconsolable.

- Claro, y eso tiene que ver con cómo entendíamos todos la vida a esa edad. Pensábamos que esto iba a ser una risa continua y hemos acabado llorando y gritando. Tenemos que ver ahí también nuestra parte de responsabilidad, cuáles han sido esos refugios que han terminado siendo insuficientes cuando de verdad hemos necesitado protegernos.

- Pero, ¿hay culpables?

- El tema de la culpa siempre es delicado, porque tienes que tener cierto equilibrio para no caer en el discurso culpabilizador de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que estamos interiorizando. Yo, sin llegar a eso, sí creo que en el relato que hemos ido construyendo de la crisis faltamos nosotros, no nos hemos incluido.

- ¿Quiénes somos nosotros?

- Los ciudadanos. Nos situamos como espectadores y son otros los culpables, los que nos tienen que ofrecer soluciones. Todos tenemos muy clara la responsabilidad de la banca, de la clase política, de las inmobiliarias, pero no nos colocamos nosotros en ese relato. Esa es la pieza que falta. Por eso, el relato que hemos ido construyendo es insuficiente, simplificador. Tenemos que ver qué hemos hecho en este tiempo. No se trata tanto de culpabilizarnos, como de hacer autocrítica y hacernos cargo de nuestra vida, porque es la única manera de apropiarnos de nuestro futuro. Yo en la novela lo intento con mi generación, cuál ha sido nuestra actitud, cómo nos hemos dejado meter en esto. No tenemos que esperar a que venga nadie a sacarnos, somos nosotros lo que tenemos que reapropiarnos de nuestras vidas y decisiones.

- En la novela optó por un crudo desenlace. ¿Cómo ve usted el futuro?

- En eso me pasa como a los personajes del libro: tampoco veo con claridad el futuro negro, simplemente no veo el futuro. Teníamos un futuro previsto, nos habíamos dibujado un horizonte que tenía que ver con las promesas con las que nos habían educado y, de repente, eso se nos ha venido abajo. Pero tampoco tenemos con qué sustituirlo. Mantenemos cierta esperanza de que esto se arreglará y volverá a estar vigente la promesa de un futuro mejor, pero ni siquiera vemos con nitidez un futuro negro al que hacernos. Ahora mismo no existe ese futuro, y eso tiene su parte buena y es que aún está en nuestras manos cómo sea ese futuro.

- ¿Qué pasará cuando se haga la luz?

- Se está haciendo ahora. Solemos pensar que ahora estamos viviendo un tiempo oscuro y yo creo que es al revés, que ahora estamos viviendo un tiempo muy claro. Antes no veíamos lo que ocurría, estábamos cegados o deslumbramos. Lo que vemos no nos gusta y tampoco lo que viene, pero el hecho de que hayamos alcanzado cierta clarividencia es un comienzo.

- ¿Se puede vivir en la oscuridad?

- Uno puede intentar refugiarse en la oscuridad, pero es un refugio insuficiente. Lo que necesitamos hoy es todo lo contrario. Hoy necesitamos salir de la habitación a la calle, a la luz, y ver a los demás.

- ¿Es consciente de que se ha convertido en una suerte de conciencia literaria de su generación?

- No, no en ese sentido. Creo que la literatura tiene una capacidad grande de interpretar la realidad e interpelar al tiempo en el que viven los ciudadanos, pero temo que, en los últimos tiempos, la literatura ha ido perdiendo relevancia social, está quedando confinada a un lugar irrelevante. Eso le quita un poco de fuerza a tu ambición de abrir esa reflexión, de provocar ese debate. Seguramente, los autores también hemos tenido nuestra parte de culpa por no haber estado a la altura de lo que esperaban de nosotros los lectores y, tal vez por eso, nuestras creaciones han perdido algo de relevancia. Con mis libros sí he tenido una voluntad clara de intervención social, de escribir para mi gente, para mi tiempo.

- Entonces cree en la capacidad de denuncia del creador.

- Siempre he creído en el potencial de la literatura para arrojar algo más de luz sobre lo que nos está ocurriendo. No servirá para cambiar el mundo, pero la literatura sí consigue transformaciones. Hay ciertos libros por los que todos hemos pasado alguna vez y no hemos salido iguales, lecturas que nos sacuden.

- La cultura se ha visto relegada a un mero entretenimiento.

- Cuando echamos la vista atrás y pensamos qué ha pasado, cómo es posible que hayamos llegado hasta aquí, solemos pedir cuentas a los políticos, a los periodistas… pero no a los creadores, y yo creo que a nosotros también se nos tiene que pedir cuentas. ¿Dónde estaban hace diez años los libros, las películas que nos advirtieran de lo que estaba por llegar? Yo creo que los creadores no hemos estado a la altura del papel que se nos pedía.

- Tras leer la novela, no me queda muy claro si los tiempos actuales son de esconderse o contraatacar.

- Personalmente, la respuesta no es ni esconderse en la habitación del libro ni contraatacar. La respuesta es salir a la luz, construir comunidad de verdad, salir a buscar a los otros, vernos y hablarnos y construir colectivo. Eso está creando pequeñas transformaciones, cambios de conciencia que por ahora son pequeños pero que, a largo plazo, sí van a ser importantes. Ahí es donde está lo interesante, en la resocializacion y repolitización de los ciudadanos.

- Pero tenemos el precedente del 15-M, que con el paso del tiempo se ha diluido.

«Los creadores no hemos estado a la altura del papel que se nos pedía»- El 15-M por sí mismo tiene valor si se compara con el tiempo del que venimos, porque ha conseguido una rápida repolitización de los ciudadanos, pero veníamos de muy atrás, de un momento bastante bajo en la conciencia ciudadana. Es verdad que el balance es negativo y estamos perdiendo por goleada, pero tenemos que asumir nuestra parte, incluso los que hemos participado en el 15-M. Cuando tenemos ese discurso de que queremos transformar la sociedad, ¿lo tenemos interiorizado, estamos dispuestos a renunciar a ciertas cosas? ¿Realmente queremos darle la vuelta a esto o simplemente queremos mantenernos ahí, sin perder mucho más hasta el día en que podamos recuperar algo por sí solo?

- ¿Es posible una reformulación del sistema?

- No solo es posible, es imprescindible. Estamos en un callejón sin salida, el deterioro político, económico, social e institucional no se repara ahora mismo tal como estamos. La cuestión ya no es si va a haber un cambio de sistema en profundidad en España, sino cómo va a ser ese cambio y quién lo va a dirigir.

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