Ivo Fornesa, el señor de su castillo
Trotamundos vocacional, el autor catalán convierte su flamante «chateâu» francés en su primera novela negra

Un castillo. Con todas las letras, sus torres y sus túneles secretos. Un chateâu de película transformado en protagonista y decorado novelesco. Un edificio de leyenda instalado en el centro de Saint Chartier, un minúsculo pueblo de la campiña francesa, y adaptado a los tiempos que corren por su orgulloso propietario. "Siempre había querido tener un castillo", relativiza Ivo Fornesa (Barcelona, 1959), trotamundos vocacional con un pedazo de cada continente guardado en la mochila y, ahora sí, un chateâu, uno auténtico, por montera.
Fornesa siempre había querido tener un castillo y, cuando finalmente se ha hecho con uno, no solo lo ha reformado y se ha mudado con su familia y los cerca de 20.000 objetos y antiguedades que acumula de todos sus viajes; también lo ha convertido en pilar de carga de "El castillo de Saint-Chartier" (RBA), su estreno en la novela negra después de publicar una treintena de libros etnográficos y cuentos infantiles.
"Me he implicado mucho en el castillo, se ha convertido en algo casi obsesivo, y me apetecía devolverle al edificio algo de lo que me había dado", explica este barcelonés errante que, antes de adentrarse en las tinieblas del thriller, ya había sido Legionario durante dos años, fraile de los Franciscanos de la Custodia de Tierra Santa durante otros seis, y habitante de lugares como China (suyo es el Friedship Award del gobierno chino), Tailandia, México o Chile. Casi nada. Una vida de película que, por momentos, traspasa los muros de la ficción para salpicar las páginas de la novela.
Intrigas y aeropuertos
De hecho, lo que aquí se cuenta es la historia de Laurent de Rodergues, un bon vivant, —"un niño bien de estos que te encuentras en Sudamérica", apuntaFornesa— que se traslada a Saint-Chartier siguiendo el rastro de una herencia y acaba involucrado sin saber muy bien cómo en la muerte de Charles Shenna, un enigmático millorario argentino que ha comprado el castillo del pueblo.
Una trama en la que no cuesta encontrar rastros de la agitada biografía de Fornesa pero con la que el autor solo pretende generar "pura distracción" y entretener al lector del mismo modo que él le han entretenido todas las novelas negras que ha devorado en sus incontables viajes en avión. "Es curioso que en los aviones la gente siempre acabe leyendo novela negra. Es lo que se vende en los aeropuertos", apunta.
En su caso, además de leer también tuvo tiempo de escribir entre vuelo y vuelo buena parte de una novela cuya génesis daría para otra novela. Y es que, tal y como explica Fornesa, "El castillo de Saint-Chartier" nació un 31 de diciembre en China mientras esperaba a que las reclusas de una prisión para funcionarias corruptas terminasen un libro de mapas de bibliófilo que él mismo había diseñado. "Quería sacudirme todo aquello de encima", aclara este novelista casi accidental que, como el propietario del castillo de la novela, atesora objetos tan curiosos como una colección de trajes de samurais, los restos de una iglesia de Birmania o un traje de luces de Mario Cabré. Una deslumbrante colección a la que ahora se suma su primera novela negra con castillo de fondo.
"Me gusta mucho la novela negra, pero no he seguido ninguna pauta", añade Fornesa, quien lo mismo cita a Simenon que a Agatha Christie que reconoce que su protagonista, metido a investigador de forma casi accidental, es "como Sherlock Holmes pero en plan cutre".
A la espera de ver cómo funciona este estreno literario y de que se anime a escribir unas memorias que, seguro, tendrían mucho que decir, Fornesa disfruta por el momento de su nueva condición de castellano mientras le da vuelta a otra novela protagonizada por un legionario catalán que acaba en el CNI investigando una trama de trata de blancas y pedofilia. "Quiero hacer crítica de toda esa parte oscura de la sociedad", sentencia.
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