Emma Bovary, la primera pornolectora
Francesca Serra examina la relación de la mujer con la lectura en el ensayo «Las buenas chicas no leen novelas»

Gustave Flaubert (1821-1880) escribió «Madame Bovary» en 1857. Más de 150 años después de la publicación del libro, el personaje de Emma Bovary tiene hoy más vigencia que nunca, como encarnación de la mujer que lee con irracional voracidad. Se trata de la figura de la pornolectora, un estereotipo surgido a mediados del siglo XVIII y cuya evolución ha terminado en nuestros días, con el «boom» de la literatura erótica .
Esta es, al menos, la tesis que sostiene Francesca Serra, crítica literaria que acaba de publicar en España el ensayo «Las buenas chicas no leen novelas» (Península) , donde examina la relación de las mujeres con la lectura. Serra visitó nuestro país a finales de esta semana para presentar el libro y (casi) terminó convenciendo a la propia periodista de que, efectivamente, «todas somos un poco pornolectoras».
- ¿Por qué escribir, precisamente ahora, un ensayo sobre la relación de las mujeres con la lectura?
- Porque ahora es el momento en que las lectoras, en Europa y en el resto del mundo, son mayoritarias. Me interesaba saber si esta circunstancia era nueva o tenía un antecedente histórico.
- ¿Qué ha descubierto al observar esa relación a lo largo de los siglos?
- He descubierto un fenómeno muy interesante, que surge en la segunda mitad del siglo XVIII, que es cuando cambia la relación entre las mujeres y la lectura, y que sigue hasta hoy. El libro, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, se convierte en mercancía dentro de la industria cultural y requiere un público mucho más amplio para ser un producto vendido. La figura de la lectora se crea casi como un arquetipo, muy sexualizado, y mi hipótesis es que esta figura se liga con la necesidad del mercado de introducir el libro como mercancía mayoritaria.
- ¿Y el concepto de pornolectora?
- Sería la figura de una mujer lectora, que no tanto está buscando en los libros una formación o una comprensión del mundo, sino que su lectura se produce de forma muy voraz y sensual.
- Pero no tiene nada que ver con el fenómeno de la literatura erótica.
- Este «boom» de la novela erótica, su éxito, sería el final de todo este recorrido que describo en el libro. La pornolectora se crea como arquetipo en la segunda mitad del siglo XVIII, pero es ahora cuando se ha concretado y se ha hecho evidente que todas somos un poco pornolectoras.
- ¿Está viciada la relación entre lectoras y libros por la dominación masculina?
- Esta imagen de la pornolectora no ha sido creada por las mujeres, sino fundamentalmente por los hombres. Los hombres son los que han detentado el poder, incluso en este mundo editorial, en el tránsito del libro cultural al libro como mercancía. En realidad, este arquetipo de la pornolectora ha servido a los hombres, en primer lugar, para vender más libros y, en segundo lugar, para distinguir entre lo que podríamos llamar literatura alta y literatura baja.
- ¿Formarían parte las mujeres de la literatura baja?
- No es que sean literatura baja, es que están representadas como el público mayoritario de la literatura baja. Podemos decir que es un proceso de prostitución de la literatura, que ha dejado de ser un arte mayor para convertirse en un arte menor.
- ¿Hay, por tanto, un tipo específico de libros para mujeres y otro tipo para hombres?
- En el inicio de este proceso, en la segunda mitad del siglo XVIII, el libro específico para las mujeres eran las novelas, mientras que los hombres se ocupaban fundamentalmente de leer poesía o tratados. Hoy, que la literatura es fundamentalmente novela, los lectores son mayoritariamente mujeres, al ser la novela la tendencia dominante de la literatura.
- Y, sin embargo, la mayor parte de escritores son hombres.
- Igual que la mayoría de los hombres sigue, hoy en día, detentando los puestos de poder. Escribir tiene un componente de autoridad frente a la lectura, que tiene un componente anónimo. Las lectoras somos anónimas y una masa, mientras que los lectores hombres son uno y singularizado.
- Por tanto, la escena cultural es machista.
- Es un machismo que viene de muy lejos, no es actual. Da un poco de rabia pensar que aún existe en la escena cultural. Es una pena que, habiendo muchas mujeres que piensan, con razón, que la lectura es un espacio de emancipación para la mujer, esas mismas mujeres no vean esta otra lectura negativa que se ha producido a lo largo de la historia.
- Hay quien podría decir que este ensayo solo podría haberlo escrito una feminista.
- Sí, aunque las feministas tienen algún que otro problema intelectual con este ensayo, porque piensan que la lectura sigue siendo un espacio de libertad, y yo lo que hago es negativizar esta relación entre mujeres y lectura. Con este libro solo pretendo deconstruir el estereotipo de la lectora.
- Hablando de estereotipos, ¿sigue siendo hoy válida la regla de Rousseau de que ninguna muchacha casta lee novelas?
- No, en realidad no. En ese sentido, ya no es la literatura la que entra en este espacio de la cultura de la virginalidad, sino más bien la televisión o el cine. Pero aún así, pese a todo, hoy en día ha quedado una imagen de la lectora y la lectura como algo de bajo nivel.
- ¿Y qué leen hoy las mujeres?
- En general, productos editoriales creados para ellas a través de un proceso de marketing muy superior a nuestro entendimiento. Incluso esta moda de las novelas eróticas entra de pleno dentro de ese marketing, es una gran creación de marketing en la que existe el sexo, el estereotipo masculino e historias banales y sin mucho interés.
- Se nos está tratando como ilusas...
- En realidad es una construcción funcional, porque para vender objetos, en este caso libros, tienes que crear una gran masa de sujetos pasivos. Se considera, además, que los hombres que leen ese tipo de literatura están ligeramente feminizados.
- ¿Qué me dice del mito de «Madame Bovary»?
- «Madame Bovary» está en el centro de esta historia. En la mitad del proceso que he descrito está este gran icono de la mujer lectora que es Emma Bovary, que reúne en sí misma los tres elementos que yo juzgo más importantes: una lectura irracional, que degenera, el aspecto sexual, porque era una adúltera, y un aspecto económico, que a veces se olvida, porque se suicida al caer en la ruina económica. Es una ninfómana, y Flaubert se refería a un caso real. Era una gran consumidora: después de haber leído mucho, de haber traicionado mucho, gasta todo.
- Y el cadáver de Emma Bovary somos todas.
- Flaubert decía: «Madame Bovary soy yo». En realidad, deberíamos decir que Madame Bovary, hoy en día, somos nosotras, pornolectoras. Esta historia tiene un aspecto particularmente negro, y es que Madame Bovary muere. Al final sería como la muerte, el asesinato de esta figura negativa. En realidad, el gran intelectual que es Flaubert lo que hace es algo así como asesinar a toda su época literaria.
- ¿Sería posible acabar con esa prostitución literaria que usted describe?
- Lo primero que deberíamos saber es dónde estamos y cómo hemos llegado hasta aquí. Ver esta imagen, deconstruirla. La dificultad es que todo el mercado editorial está orientado a producir esta imagen, por lo que es muy difícil escapar. Deberíamos esperar que el sistema tenga alguna fisura e intentar escapar por ella.
- Es una esperanza un tanto vana.
- Es pequeña, pero hoy estamos en el punto extremo de este proceso. En realidad, respecto a unos años atrás, parece que la literatura está llegando al límite y no parece que pueda seguir manteniéndose en este nivel. Yo sí creo que se avecina un cambio. Si las mujeres llegamos a ser conscientes de toda esta historia que está sobre nosotros, es posible que podamos ayudar a este cambio del sistema literario.
- ¿Es usted optimista con respecto al futuro?
- No mucho. Si somos demasiado optimistas, tenemos tendencia a no ver la mayoría de cosas negativas que hay, a no querer mirarnos en el espejo. Ahora mismo, no creo que las mujeres queramos mirarnos en el espejo y ver el punto en el que estamos.
- El problema es que cuando nos miramos en el espejo no nos gusta lo que vemos.
- Exacto, aunque sí soy optimista porque creo que los cambios llegan espontáneamente.
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