arte
Palazuelo, desplegado
En buena parte desconocidas hasta ahora, las esculturas de Pablo Palazuelo son exhibidas por la Fundación Godia, de Barcelona. Una muestra exquisita
Pablo Palazuelo (1915-2007) es uno de los artistas más secretos que las últimas décadas del siglo XX español ha dado. Secreto no en el sentido de desconocido –de hecho, gozó de los parabienes de la crítica y del mercado más exigente–, sino por lo que representa de «tipo» raro, reconcentrado y metido en su propia concha , de aquellos que nunca hicieron concesiones ante nada, ni ante nadie. Y esto tiene un precio que equivale a convertirse en artista de culto para unos pocos y no para la mayoría. Yo me encuentro entre esos pocos, y no lo confieso como un alarde de esnobismo, ni siquiera como un mérito, tan solo para contextualizar mis siguientes palabras.
Se exponen esculturas de Palazuelo «perdidas» en la intrahistoria de su casa
Visitar una exposición de Palazuelo siempre supone una delicia, un reto visual donde se cumple la excelsa máxima de que lo difícil parece fácil. El arte y la vanguardia rozan los límites de una elegancia sublime, de una armonía cuasi musical, como en una partitura perfectamente ejecutada. Palazuelo tiene mucho de músico. De geómetra del espacio, de tantas cosas que no se pueden expresar con palabras porque obedecen a una suerte de seducción visual, que se tiene o no se tiene , y, por ende, se percibe o no se percibe. Sin mayores vueltas de tuerca en las palabras, algo especial emana de cada una de sus obras y de su personalidad.
Por todo ello, montar una exposición sobre Palazuelo no es trabajo fácil. Requiere estar a la altura de las circunstancias de tan exquisito artista. Ni poner, ni quitar más de la cuenta. Es decir, no pasarse de la raya en cuanto a las obras elegidas y a los matices aportados entre líneas por el comisario. Y esta muestra que organiza la Fundación Francisco Godia , con el patrocinio de Banca March y la mano maestra de Javier Maderuelo, es estrictamente fiel a la filosofía de Palazuelo. Fiel hasta la médula.
La armonía, el cielo y muchas cosas
En apariencia no admite sorpresas, cada línea y cada plano en su sitio para que no se hunda el edificio. No obstante, hay espacio para la sorpresa y esta reside en que la muestra se centra en el conjunto de la obra escultórica de Palazuelo, no demasiado conocida, no demasiado expuesta , «perdida» en la intrahistoria de su casa y de su estudio. Un total de noventa y tres piezas, que se dividen en maquetas, dibujos y esculturas de mayor tamaño que, en un ejercicio de simetrías increíblemente logradas, parecen haber saltado con vida propia de los cuadros de Palazuelo.
Visitar una exposición de Palazuelo siempre supone una delicia
Como explica cronológicamante el propio Maderuelo: «La ambición de esta exposición es llegar a explicar de qué manera Palazuelo maduró un lenguaje plástico que pasó del plano bidimensional, propio de la pintura, a expandirse en la trimensionalidad del espacio escultórico. Consolidada su carrera como pintor abstracto, cuando había destilado ya un lenguaje personal que caracteriza inconfundiblemente su obra, Palazuelo afrontó, en una segunda etapa de su vida, la posibilidad de realizar esculturas. Para ello, no necesitó aprender un nuevo oficio, sino que, de manera reflexiva, partiendo de su experiencia como pintor, dotó de volumen y corporeidad a las líneas y planos que conforman sus cuadros». Y esto es lo que habremos de ver en esta pequeña exposición, casi de gabinete. Sin mayores ni menores lujos escénicos, aunque ella misma sea todo un lujo.
Mención aparte merece el catálogo que se ha editado para la ocasión, en el que no se da puntada sin hilo a la hora de explicar el porqué y el cómo de la obra de Palazuelo, todo ello salpicado con ilustres citas que vienen como anillo al dedo para saber de su sublime transcendencia. Valga esta de Aristóteles como ejemplo: «Las propiedades de los números se cumplen en la armonía, en el cielo y en muchas cosas».
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