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Antonio López y Víctor Erice, emotivo reencuentro «al sol del membrillo»

En 1992 se estrenó esta película de culto en la que el director desvelaba el proceso creativo del artista a través de la pintura de un membrillero de su jardín. Ayer volvían a reunirse en Madrid

Antonio López y Víctor Erice, emotivo reencuentro «al sol del membrillo» ISABEL PERMUY

NATIVIDAD PULIDO

Son dos de los creadores españoles más personales. El sello de únicos e irrepetibles deja de ser algo manido y adquiere en ellos su verdadero significado. Pertenecen a la misma generación: apenas se llevan cuatro años. Uno, de Tomelloso, Ciudad Real. El otro, de Carranza, Vizcaya. Ambos coincidieron en un proyecto muy especial. La etiquetaron como película de culto, pero «El sol del membrillo» es una exquisitez, una delicatessen en una sociedad del espectáculo donde el cine está plagado de superhéroes y el arte, de calaveras y vacas en formol. Entre tanto ruido, Antonio López y Víctor Erice apuestan por el silencio.

Lo que hubiéramos dado por ver a Miguel Ángel pintando la Capilla Sixtina . Pocos directores tiene el privilegio de grabar a un artista en plena creación. Lo hizo Clouzot desvelando el misterio de Picasso , y también Erice inmortalizando a Antonio López en busca de lo imposible, de lo inalcanzable, en el fracaso, en la derrota, tratando de atrapar la luz, y el tiempo, en un membrillo antes de que madure del todo y caiga del árbol.

Dos grandes «voyeurs»

Veintidós años después del estreno -fue en 1992 y el filme ganó el premio del Jurado en el Festival de Cannes -, los dos protagonistas de aquella arriesgada y poética aventura se reencontraban ayer en la Fundación Canal de Madrid dentro del ciclo «Encuentros a conciencia». El título de esta charla entre dos viejos amigos, muy acertado: «El arte de observar». López y Erice son dos grandes mirones, dos voyeurs que se toman su tiempo: el uno para pintar, el otro para filmar. Sin prisas. Erice solo ha hecho tres largometrajes y a Antonio López, un insatisfecho permanente , aunque no lo reconoce, le cuesta la vida dar por terminada una obra. Quizás porque una obra de arte solo se acaba cuando el artista llega al límite de sus posibilidades.

Uno y otro hablaron, ante un auditorio a rebosar, de cine , de arte, de sueños, de la vida... Erice cuenta que fue su madre, mientras cosía, la que le enseñaba desde el balcón «a los protagonistas de la calle» y le hizo fijarse en las historias que había tras ellos. Antonio López , en cambio, cree que la capacidad de observación es solo «un don animal». Enamorado confeso del cine, evoca aquella tarde cuando se prendó de Rebeca en un cine de Tomelloso. Hace muy poco volvió a sentir esa sensación con la Jasmine de Woody Allen . Erice ve envejecido el cine actual, muy decadente, donde «la televisión manda completamente y solo importan las masas». El cine más interesante, dice, lo ve «en la periferia» y es de «carácter residual».

«El arte moderno tiene sed de verdad»

Ayer desveló en público un secreto: «El sol del membrillo» no fue su primera opción. Iba a rodar un corto, «La terraza de Lucio» (del pintor Lucio Muñoz). Pero acabó haciendo un largo sobre su amigo Antonio López , que tiene un cuadro titulado así: «La terraza de Lucio». «El sol del membrillo», advierte el cineasta, fue «la única película española de ese año que se financió sin subvención. Pusimos el dinero de nuestro bolsillo. Se lo agradezco infinitamente a Antonio y su familia. No cabe mayor generosidad». El pintor le devuelve el cumplido y destaca la gran sensibilidad del director.

No siempre se muestran de acuerdo: para Erice, «el cine es el crepúsculo de la civilización y el arte, la aurora». Antonio López , en cambio, cree que «los dioses se nos han ido. El arte no nos hace mejores. Nos pone delante un espejo - Bacon , El Bosco...- para que miremos qué terribles somos. El arte moderno tiene sed de verdad». Erice subraya la importancia de la educación: «En Francia el cine está integrado en la escuela desde la enseñanza primaria». Antonio López es más pragmático : «Los niños no tienen que ir al Louvre, necesitan jardines para jugar y buenos alimentos».

Cada otoño, cuando Antonio López ve los membrillos en el árbol de su jardín , siente la tentación de empezar un cuadro. A buen seguro, Víctor Erice sueña también con volver a filmarlo.

Antonio López y Víctor Erice, emotivo reencuentro «al sol del membrillo»

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