diario de ruta (IV)
Ruta Quetzal BBVA: Fango, mosquitos... y ¡el Membrillo! del Darién
Los jóvenes aventureros de 50 países descubrieron su particular mar del Sur en esta rivera de Sinaí, un poblado indígena de etnia wounaan situado en la selva panameña del Darién
Los 227 expedicionarios de la Ruta Quetzal BBVA 2013, sus alentadores monitores, personal de apoyo y, por supuesto, periodistas nunca olvidarán el río Membrillo. Fue en sus turbias, cadentes y refrescantes aguas donde todos hallaron su bautizo «quetzal».
Cual Vasco Núñez de Balboa y su hallazgo del Pacífico —tema americano de la XXVIII edición de este programa cultural avalado por la Unesco que en julio también visitará a la Europa de Carlos V— los jóvenes aventureros de 50 países descubrieron su particular mar del Sur en esta rivera de Sinaí, un poblado indígena de etnia wounaan situado en la selva panameña del Darién.
Pero hasta llegar a ese momento en el atardecer refrescante de Sinaí, nueve horas de pegajosa humedad, sofocante calor, escurridizo lodo, mochila al hombro e inevitable picadura de mosquito morrongoi precedieron al baño del Membrillo. Y son esas nueve horas las que nunca olvidarán. Como decía la argentina Florencia Pesce : «La mejor experiencia de mi vida. Muy duro, sí; pero reconfortó y dio sentido ese baño».
La mañana comenzó con desayuno en el poblado emberá de Playona, donde tras un fuerte desayuno de zahíno frito (puerco) con arroz y yuca, entre otros manjares, los expedicionarios partieron hacia su primera ruta de once kilómetros en la Ruta Quetzal BBVA. Localizado en la provincia del Darién y limitado por la frontera colombiana y el golfo de San Miguel, el Parque Nacional Darién se erige como un puente entre Suramérica y Centro América.
Fue un tramo alrededor de ese parque el que recorrieron siguiendo las indicaciones de Luis Puleyo , excoronel del Ejército panameño (ahora guía, explorador y conservacionista) quien explicó cómo uno de los principales peligros que se encontraron los españoles liderados por el extremeño Núñez de Balboa hace quinientos años consistía en el «ugú», la cerbatana con dardos de veneno proveniente de la rana amarilla. Una primera lección.
Benito Castillo es un biólogo del Ministerio de Educación panameño que acompaña a la expedición por tierras de este parque proclamado Patrimonio de la Humanidad en 1981. Su «lección» versa sobre la puesta de huevo de las ranas y cómo una espuma blanca es uno de las fases del estado de la puesta de ranas. No son de las temidas ranas amarillas, que conste.
Castillo nos instruye en la fauna que habita en una marcha predominada por el verde de la selva y el marrón del lodo que deben atravesar en infinitud de ocasiones los jóvenes aventureros. «Perro de arbusto, oso hormiguero gigantesco, mono aullador, todo tipo de arañas, jaguar o tapir son algunas de las especies que abundan en el área total que asciende a unos 6.000 kilómetros cuadrados», explica.
Fatigados con el transitar pero con la moral alta (al menos durante las seis primeras horas), los «quetzales» prosiguen su primera gran marcha después de que los días previos visitaran (y recibieran lecciones) en el Canal de Panamá y en el poblado emberá de Playona. Algunos dibujan en su diario , otros fotografían y el sevillano Rafael Caballero trata de cazar mariposas (por ahora sin mucho éxito durante la travesía). Hasta ha de potabilizarse el agua de las cantimploras rellenada en los riachuelos adyacentes.
El color verde expedicionario y de saber se tornará con el paso de las horas en el marrón fango y de esfuerzo. Mucho esfuerzo el de estos 227 participantes de la Ruta Quetzal BBVA que fueron escoltados en todo momento por agentes del Servicio de Fronteras de Panamá. No olvidemos que estamos en un territorio donde las FARC colombianas solían ejercer su influencia tiempo atrás y cuya frontera no es al uso sino una pura y dura frontera natural de selva frondosa e impenetrable. No hay carretera que una Panamá con Colombia.
«Una gran diferencia entre España y Panamá es el tamaño de los animales, los insectos, las plantas... son tres veces más grandes que en mi país...», se puede leer en el diario de la expedicionaria rumana Elena Petrescu , que también lanza una premonición que se cumplirá: «Dentro del Darién nos esperan seis días de dolor, sufrimiento, pero además de todo, aprenderemos a superarnos a nosotros mismos , acostumbrarnos a cualquier circunstancia».
Mosquitos morrongoi, hortigas, aullidos, cansancio, fango, agua hasta las rodillas (o más). He ahí el primer sufrimiento de la Ruta Quetzal BBVA que tras nueve horas se tornarán en algarabía, abrazos y chapoteo en el río Membrillo . Donde los indios wounaan dieron la mejor de las bienvenidas. Donde estos jóvenes quetzales que siguen los pasos de Núñez de Balboa descubrieron su particular mar del Sur.
Ya en la madrugada... vuelve el sonido abrumador de la selva, la aventura en la tienda de campaña, los mosquitos, el olor a repelente. A evitar el mosquito morrongoi.
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