«La comedia que nunca escribió Mihura»: A media luz los tres

El título de uno de una de las más populares comedias de Jardiel Poncela viene como anillo al dedo a este divertimento mihuresco , tierno, inteligente, divertido y ye-yé, desarrollado a partir de un ligero apunte argumental –«El administrador de una finca tiene que echar a un inquilino por falta de pago»– que dejó Miguel Mihura escrito en su agenda antes de morir en 1977. A partir de esa idea, el joven dramaturgo y poeta Carlos Contreras Elvira ha estructurado un proyecto incluido en el ciclo «Escritos en la escena» , iniciativa del CDN que «plantea un modelo de escritura dramática a pie de escenario».

El fruto es una suerte de homenaje pop al escritor madrileño en el que Contreras presenta a un joven autor que pretende atrapar la inspiración de Mihura instalándose en la misma habitación ocupada habitualmente por el comediógrafo en un hotel de San Juan de Luz. Ese es el punto de partida de un triángulo que completan una joven actriz que quiere ser la nueva María Casares y triunfar en la Comédie, y un productor que la intenta seducir prometiéndole una carrera cinematográfica en formato de cinemascope.

El montaje se ha concebido según los preceptos del proyecto , que presenta «textos dramáticos viables y aptos para ser exhibidos, en la línea de los semimontados, susceptibles de prorrogar su vida y desarrollo en otros ámbitos». Y así Tamzin Townsend ha planteado una puesta en escena ligera, ágil, efectiva y muy suelta, salpicada de canciones sesenteras como «Mi gran noche», «Downtown», «Black is Black», «Es mejor dejarlo como está»... La acción se sitúa a comienzos de los 70 y eso impregna a los personajes de una sutil capa de melancolía , como si fueran conscientes de pertenecer a una época que desaparece. El invento funciona muy bien, impulsado por unos intérpretes entusiastas y muy en sus papeles. José Manjón compone un cabal autor que, buscando la inspiración, se topa con el amor; Sandra Arpa es una primera actriz con alma de go-gó, a Manu Hernández le sienta como un guante la piel de productor y Gorka Martín se multiplica con gran eficacia cómica como camarero y botones en esta grata experiencia dramática.