EL CONTRAPUNTO
CHANTAJE
El relato de Bárcenas debe ser contrarrestado con otro que narre la verdad de lo que ocurrió
CUANDO se es víctima de una extorsión como la que ha orquestado Luis Bárcenas contra el PP no basta con desacreditar al chantajista subrayando su condición de villano. Tampoco es suficiente aducir que no se ha cedido a la presión y que por eso el rufián ha puesto en marcha el ventilador. La única respuesta ante un ataque de esta envergadura es desmontar la ofensiva desde la raíz, y para ello únicamente hay un camino: el que parte de la verdad, discurre por la verdad y conduce hasta la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
Cualquier extorsionador es, por definición, un ser de naturaleza infame, lo cual no invalida necesariamente la veracidad de sus afirmaciones. La gente así no muta de la noche a la mañana y el ex tesorero de la calle Génova trabajó para el partido durante más de dos décadas. ¿Nadie se dio cuenta del tipo de persona que les llevaba las cuentas o le asignaron esa función precisamente por su carencia de escrúpulos? ¿Les ha pillado por sorpresa esta actuación del antiguo senador cántabro o ya «apuntaba maneras» y por eso prescindió Cospedal de sus servicios (aunque siguiera pagándole un generoso estipendio) cuando se hizo cargo de la Secretaría General? Estaría muy bien que ella lo explicara con el detalle que merece la dignidad de los once millones de votantes que hace apenas año y medio depositaron su confianza en las siglas que representa.
Otro de los argumentos que esgrimen en su defensa los señalados se basa en el ataque en sí: De haber tenido algo que ocultar, aseguran, el PP se habría plegado a las exigencias de Bárcenas y le habría quitado de encima tanto a la UDEF como a las dos fiscales que le tienen agarrado por el cuello. Endeble razonamiento… Primero, porque semejante acción habría producido un escándalo superior, si cabe, al que estamos viviendo, y segundo porque no es descartable que alguno de los implicados en esa decisión esté tratando de aprovechar la situación para tomar posiciones en el tablero del poder.
Lo cierto es que el extesorero ha acumulado una fortuna imposible de amasar bajo el imperio de la Ley, ha evadido una cantidad enorme de dinero al fisco y ahora es una fiera herida que se revuelve para morder. ¿Le mueve el honor? Es evidente que no. ¿La venganza? Probablemente. ¿Miente ahora porque lo haya hecho en el pasado? Tal vez en parte, pero no en todo lo que dice; eso seguro. Y como no hay embuste más dañino que el entreverado de hechos reales, las andanadas que están por venir, apoyadas en pruebas documentales, van a someter al PP, al Gobierno y a España a un desgaste brutal que no podemos permitirnos los españoles y que desde luego no merece esta Nación, escarnecida por demasiados corruptos de todos los colores.
Rajoy ha optado hasta ahora por el silencio de don Tancredo, esperando que escampe la tormenta. Muy en su línea habitual de «el que resiste, gana». El balón, sostiene su entorno, está en el tejado de la Justicia. Y es cierto. El juez Ruz debe actuar con la máxima celeridad en el ámbito que le compete, llamando a declarar a Bárcenas y poniéndole contra las cuerdas. Pero hacer política es más que cumplir la ley; es dar explicaciones a una población a la que se le exigen constantemente sacrificios, actuar con ejemplaridad, distinguir entre ciudadanos y súbditos, que es la consideración que con frecuencia parecemos merecer a sus ojos.
El relato del extesorero debe ser contrarrestado con otro. Y ese otro, a estas alturas, sólo puede narrar la verdad de lo que ocurrió.
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