Manuel Cruz: «Para ser nacionalista no hace falta haber leído un solo libro»
El Catadrático de Filosofía de la Universidad de Barcelona aborda la deriva independentista que confunde «ilusión con ilusionismo» en «Una comunidad ensimismada»
Catedrático de Filosofía y colaborador en diversos medios, Manuel Cruz espiga en «Una comunidad ensimismada» (Catarata), sus artículos de la última década: desde el fiasco del Estatut hasta la deriva independentista que confunde «ilusión con ilusionismo». La Cataluña de los últimos treinta años es «el eterno retorno de lo mismo, pero empeorado». Una permanente de «olla a presión» con más victimismo que autocrítica.
-¿Desde cuándo Cataluña permanece «ensimismada»?
-En la deriva soberanista confluyen factores recientes, pero la estrategia estaba diseñada hace años. En 2005, época del Tripartito, una protesta contra los servicios de Cercanías de Renfe ya invocaba el «derecho a decidir»... en infraestructuras. Y podemos ir mucho más atrás: en los Juegos Olímpicos, el Freedom for Catalonia asomaba en las pancartas jaleadas por el pujolismo.
-¿Con la reforma del Estatut, Pasqual Maragall abrió la caja de Pandora?
-Para mí, que participé en plataformas maragallistas y presido la asociación Federalistes d’Esquerres, Maragall ha sido la gran decepción. Cuando le escuchaba decir que quería estar en el puente de mando de España, creí que se superaría la etapa pujolista: no sólo no fue asi, sino que la potenció.
-En uno de sus artículos cambia la «mayoría silenciosa» por «mayoría silenciada». También habla de la «obsesión por decidir, aversión por debatir»...
-No he encontrado un solo soberanista que se haya atrevido a probarme que TV3 es plural. Se limitan a contestar que Intereconomía es peor. TV3 no es plural, hasta extremos tan graves que afectan códigos deontológicos. Y controlar TV3 supone controlar un aparato ideológico potentísimo. Los medios de comunicación públicos en Cataluña son un déficit democrático. Los mismos que se llenan la boca de principios democráticos evitan el debate de una democracia deliberativa. Nos presentan una Cataluña homogeneizada, opuesta siempre a España.
-Un discurso que apela siempre a las emociones y los setimientos...
-Si usted es liberal debe saber algo de Adam Smith y si es marxista, algo habrá leído de Marx... Para ser nacionalista no hace falta haber leído un solo libro. No cuesta nada visitar las hemerotecas para constatar cuántas veces ha apelado Mas al «sentiment». ¡Vive instalado en el «sentiment»!
-El «unanimismo» es otro de los ingredientes de esa Cataluña ideal en la que parece que todo el mundo es independentista...
-A eso ha contribuido el silencio del gobierno central, cuando el soberanismo lanzó el «España nos roba». Ha faltado un discurso del estado en Cataluña. El Estado debe demostrar que es Estado. Si no hay debate ni pluralidad, el discurso colectivo en Cataluña se empobrece hasta devenir pura consigna.
-Habla usted del «derecho a decidir... lo que yo le diga» y de «pregunta chapuza».
-Semánticamente, el «derecho a decidir» es absurdo. Y más absurdo si la pregunta de la consulta no es clara. La paradoja es que los que insisten en tal derecho no facilitan que la ciudadanía decida nada... Cataluña es una esencia y los catalanes una realidad. La apelación a lo simbólico, como siempre, sirve para desviar la atención de los problemas reales. Mas lleva un año largo gobernando y no ha hecho otra cosa que dedicarse al «proceso».
-Si no hay consulta, Mas contempla convocar elecciones «plebiscitarias». Si estas le fueran favorables... ¿Podría derivar en una declaración unilateral de independencia?
-No creo que Mas resista un minuto más si no hay consulta. De aquí al 9 de noviembre se mantendrá la excitación en Sant Jordi y la Diada. Si ni hay consulta puede haber un desmarque de Iniciativa que merme la mayoría soberanista. El problema de CiU es que ha sacado al tigre de la jaula y ya no lo puede domar.
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