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Los recuerdos de Hugo Pratt
La vida de Hugo Pratt fue más rocambolesca que la de sus personajes. «El deseo de ser inútil» es un buen libro de memorias donde se vierte la personalidad expansiva del autor
Hugo Pratt, autor de los cómics de Corto Maltés , tuvo una vida todavía más aventurera y romántica que la de sus criaturas de ficción. Sería difícil encontrar una vida tan llena de acontecimientos, de personajes pintorescos, de viajes, de amores , como esta que ahora tenemos entre las manos y que le contó su propio protagonista de viva voz al periodista francés Dominique Petitfaux a lo largo de una serie de conversaciones ahora transformadas en un libro que se titula, por deseo expreso del biografiado, El deseo de ser inútil .
Es posible que, en un principio, solo los fans de los cómics de Corto Maltés, Ticonderoga, Fort Wheeling, Sargento Kirk o Ernie Pike se sientan atraídos por la biografía relatada de Pratt, aunque en realidad este libro puede interesar a cualquiera en busca de un buen libro de memorias .
La fuga parece marcar la existencia de Pratt desde el principio
En El deseo de ser inútil, de cualquier modo, no se habla mucho de cómic, ya que Petitfaux ya había cubierto este tema en un libro previo de conversaciones con Pratt, De l’autre côté de Corto, en el que este comentaba su faceta como creador. Los dos libros son el resultado de cuatro años de trabajo, entre 1987 y 1991 (Hugo Pratt murió en 1995), y surgieron de conversaciones mantenidas en francés en la casa de Pratt en Lausana. El tono oral del libro impide que se «lea como una novela», que es lo que suele escribirse en estos casos. No, no es una novela, pero sí parece contener los materiales de una posible y fascinante novela sobre un personaje que parece haber estado en todas partes , haber conocido a todo el mundo y haber hecho las cosas más inverosímiles y variadas.
Cambiar de bando y de uniforme
En estos relatos, hemos de suponer que tergiversados y embellecidos por la memoria, surge la personalidad expansiva y descaradamente simpática del gran vividor que fue Hugo Pratt . Hijo, por parte de madre, de una familia de judíos sefardíes que huyeron de España para ir a establecerse en Venecia y, por parte de padre, de una familia de católicos que tuvieron que huir de Inglaterra en el siglo XVII, la fuga y la extraterritorialidad parecen marcar su existencia ya desde el principio. Resultan fascinantes las páginas en las que explica cómo se vivía el fascismo en su familia cuando él era niño y cuando ser fascista (su padre lo era) parecía algo normal e inevitable. No defiende el fascismo, pero afirma que lo abrazó hasta su estancia en Etiopía y que la ideología de Mussolini tuvo también cosas buenas, como librar a los adolescentes de su generación del puritanismo y la represión de la Iglesia y de la familia.
Es jugador, cazador, bailarín de tango. Y tiene muchos amores
Son muy hermosas las páginas donde Pratt describe su adolescencia en Etiopía, el descubrimiento de la sensualidad en ese mundo de moral relajada y placeres al alcance de la mano. Y a partir de aquí, el comienzo de las aventuras. La guerra, el campo de concentración y sus escapadas del campo para traficar con qat, una droga local; una noche pasada en una zanja donde había un cadáver y alrededor de la cual aullaban las hienas ; el regreso a Italia, el descreimiento de las ideologías, la formación de una ética personal que consiste, nos explica, en ser fiel a los amigos.
Pratt cambia de bando con la misma facilidad que cambia de uniforme. Se hace pasar por neozelandés y por oficial británico, se enrola en la marina alemana, se une a las tropas aliadas disfrazado de escocés , trabaja como intérprete para los ingleses, luego se integra en una división americana, más tarde se dedica a cantar jazz, juega al rugby en primera división en Venecia y, finalmente (¡pero solo estamos en 1945!), comienza a dibujar historietas.
La hija de Dos Passos
«Así fue mi generación», explica, «una generación feliz, despreocupada, amante de la vida.» Viaja por todas partes. Intenta viajar a América como polizón; se dedica a cazar gatos en Trieste; se hace amigo de Dizzy Gillespie ; conoce a Eichmann, el organizador del Holocausto, en Argentina, y traba amistad con sus hijos.
El tono oral del libro impide que se «lea como una novela»
En un viaje a las selvas del Amazonas coincide con el novelista John Dos Passos , que intenta convencerle de que lleve a su hija de vuelta a Estados Unidos. Es jugador de cartas, cazador, bailarín de tango, cantante de jazz con un horrible disfraz que incluye un pico de pato , estudioso de temas esotéricos. Y tiene muchos amores, muchos, muchos, pero especialmente uno, Gisela Dester, una muchacha bellísima cuyo recuerdo, tantos años después, todavía le conmociona. Y en todas partes hace amigos y en todas partes es feliz.
El deseo de ser inútil es un libro prolija y bellamente ilustrado con fotografías y también con numerosas acuarelas y dibujos a plumilla de Pratt que parecen concebidos expresamente para estas páginas. Pratt habla sobre las mujeres, sobre Cristo, sobre el esoterismo, sobre la guerra, sobre la homosexualidad, sobre los mitos, sobre Shakespeare. Uno desearía haberle conocido . Y esto solo puede ser buena señal.
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