Muy personalShowman, músico y escritor
«La izquierda no perdona, atacarla exige valor»Pedro Ruiz
En su regreso a las tablas, el inclasificable artista (él se define como «generador de ideas») se ríe de sí mismo y de una España en depresión con ánimo de «transgresión positiva»
Emundo cabe en su espalda, pongáselo por montera», peroraba Pedro Ruiz en la pegadiza sintonía de uno de sus legendarios programas televisivos, como declaración de principios que ha aplicado a rajatabla a su trayectoria profesional y vital. Al polifacético artista no le ha salido precisamente barata su inquebrantable condición de Pepito Grillo (lleva nueve años fuera de la tele), pero ha seguido escribiendo libros y persevera sin complejos en el teatro. Esta semana estrena en Madrid uno de sus shows unipersonales, «No estoy muerto, estoy en Callao», con renovados destellos de irreverencia e inteligencia.
-No estoy muerto, estoy en «Callao», ha llamado a este espectáculo. ¿Es que alguien le daba por fenecido?
-Cuando uno se ausenta un tiempo, como ha sido mi caso, la gente puede pensar que se ha quitado de en medio o se ha marchado del país... Así que el título tiene que ver con eso.
-¿De qué va su nuevo show?
-Es un espectáculo a la americana, con mucho audiovisual y participaciones de gente conocida que aparece en la pantalla e interactúa conmigo. Se pasa del mimo al histrión, al cantante en serio, al cantante en broma, al parodista, al esperpento... y todo eso se sucede con una velocidad de vértigo.
-¿Es un espectáculo tan iconoclasta como otras creaciones suyas?
-No es un espectáculo hiriente, «ad hominem». Es más más hondo que otros, pero más divertido. Como ya no creo en nada, lo que hago es burlarme bonanciblemente de ello. Ofrece al espectador la posibilidad de burlarse de sus burladores y de sí mismo, Por eso la primera pulla que hay es contra mí, y la última también. Lo primero que aparece en escena es mi insoportable ego.
-¿Es quizá el teatro el último refugio de los no aborregados?
-Teatro y libertad son palabras absolutamente inseparables. El teatro es el último refugio de la libertad sin límites. Bueno, el teatro y el silencio, lo que pasa es que el silencio convoca menos gente. El teatro es un adorno que el sistema tiene, porque aunque te vean trescientas mil personas en una temporada, trescientas mil personas no cambian la opinión de nadie. Sin embargo, trescientas mil personas diarias en la televisión sí pueden cambiarla.
-Sobre la tele sostiene un diagnóstico muy agrio.
-Hay tele muy buena, sana y de mérito, a veces hasta mayoritaria, y hay otra televisión que es tóxica y que creo que tiene una enorme culpa en la crisis de valores que atravesamos. Y lo digo como agnóstico, no desde la moral ni desde la religión. Hay programas y estilos de televisión que le han hecho más daño a la convivencia de esta sociedad que algunos fenómenos violentos que todos conocemos.
«Hay televisión tóxica. Yo no presentaría Gran Hermano ni por quince millones de euros a la semana»
-¿No exagera?
-La televisión vende ejemplos, y los ejemplos generan conductas. Cuando una televisión es tóxica, lo que hace es estropear la conducta de la gente, y eso acaba en el debe de la cuenta general de la convivencia. Yo no presentaría «Gran Hermano» ni por quince millones de euros a la semana. Y no estoy de acuerdo con lo de que todo el mundo tiene su precio. El que diga eso será porque conoce el suyo.
-¿Tiene sin embargo «mono» de hacer esa otra televisión que sí le gusta?
-Pues sí, y ya me tocaría porque he pasado nueve años en el desierto y mi deseo sería regresar a hacer una televisión divertida, de show y de concordia, alejada de las polémicas que hay ahora porque creo que actualmente lo revolucionario es respetar. Ahí los transgresores podemos aportar un puntito de credibilidad. ¡Transgresión positiva! Que quede claro que yo no he hecho televisión en estos nueve años no por falta de voluntad, sino por falta de interlocutor creíble.
-Usted es catalán. ¿Qué análisis hace de la deriva de Artur Mas?
-Como he dicho muchas veces, yo me siento apátrida, y lo reitero, pero soy catalán de nacimiento y tengo mi vida repartida entre Barcelona y Madrid. Creo que ni unos ni otros se han dado cuenta (o no se han querido dar cuenta) de que tenían un problema real y se han dado la espalda hasta que el agua ha inundado ambas habitaciones. En algún momento tendrán que sentarse a hablar en serio. No sé si este es el modo, parece evidente que no, pero el sentimiento catalán existe y una cierta displicencia del centro existe. Eso no se va a borrar ni con declaraciones, ni con sentencias, ni con amenazas ni con bravuconadas.
-«La izquierda es sectaria y la derecha gilipollas», ha dicho. ¿Lo reitera?
-La izquierda no perdona a quien se mete con ella. El verdadero valor es atacar a la izquierda, porque la izquierda no perdona, mientras que la derecha es boba, blanda y acomplejada.
-¿Cómo ve a esta sociedad?
-La veo rendida, y ahora cabreada. Cabreada por cómo la han rendido y por haberse rendido, porque la sociedad también es culpable. Esto ha sido en los últimos años una parodia de democracia. Algunos (y no me considero superlúcido) sí hablábamos de los excesos partidistas, de corrupción, del despilfarro por todas partes y denunciábamos que había que formar parte de un club para ser admitido en los sitios. Los que hemos dicho esto hemos sido apartados. Laminados.
-Pues se conserva estupendamente. ¿Sigue teniendo tanto éxito con señoras guapísimas?
-Hace mucho tiempo que no. He dedicado doce años a lo más importante, estar con mi madre. Pero ahora sí me toca pensar un poquito en mi vida.
A Pedro Ruiz (Barcelona, 1947), después de «parir» a lo largo de varias décadas programas de radio y televisión, espectáculos teatrales y una docena de libros, aún le ha quedado resquicio para alimentar sus incombustibles aficiones: el cine («me veo toda la cartelera, solo y con palomitas») y el fútbol («juego con los veteranos del Madrid o del Barça, dependiendo de dónde esté»).
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