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Críticas de los estrenos del 5 de octubre
«Resident Evil: Venganza», «El fraude», «Venganza 2», «Magic Mike» o «Bel Ami», novedades de la cartelera

«EL FRAUDE» ***
OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE
Los ricos y poderosos no están de moda (se lleva mucho más el «look» sanchezgordillo) por eso es revelador que a un personaje como Robert Miller, sinvergüenza, sin conciencia y podrido de dinero, lo encarne un actor como Richard Gere, probablemente el único capaz de ensamblar sin junturas un canalla atractivo. La película que dirige el escritor Nicholas Jarecki nos presenta al personaje en plena caída económica, familiar y ética, y el máximo interés del argumento consiste en verlo tapar los agujeros de una presa que amenaza con romperse: la empresa, la mujer, la amante, la hija, la policía...
Porque la trama esencialmente erótico-económica se adorna con otra policial, dándole más profundidad a la intriga y permitiéndole a la historia presentar su mejor fleco, el único personaje que no es completamente despreciable y que conserva algo parecido a una pizca de moral: el joven negro que ha de elegir entre sí mismo o devolver una deuda no firmada con el que fuera jefe de su padre. «¿Por qué recurres a alguien como él?», le pregunta a Miller su abogado, y éste le contesta en lo que es la mejor frase de la película: «porque no es como nosotros». En ese enjambre de intereses y mezquindades, Jarecki deja muy poco aire limpio para que respiren sus personajes, pero al menos le permite a éste una bocanada, e incluso lo contrapone contra ese saquito de inmundicia social que tiene el policía que interpreta exóticamente Tim Roth.
Richard Gere es el gran jefe de la función y levanta a Robert Miller de un modo menos perverso y mefistofélico que Michael Douglas a su Gordon Gekko; Miller tiene conciencia, aunque no se pare a escucharla. Y es digno de ver cómo Susan Sarandon construye un tópico -la esposa engañada pero atenta- con la doblez y la astucia de una «leidimacbeth» maternal. El resultado es una película muy entretenida, cristalina en su fondo y muy lujosa en su forma, aunque no nos diga nada que no sepamos: ¡estos ricos...!.
«BEL AMI» **
O. R. MARCHANTE
La novela de Maupassant tiene dentro varios jugos que ya han sido exprimidos por el cine, capaz de visualizar con clase la ascensión de un don nadie gracias al mero encanto. Es una fábula tan potente y tan al día (siempre) que ahora sólo necesitaba la presencia del actor Robert Pattinson para reverdecerla. El caso es que se agosta casi a su comienzo, al comprobar que a su protagonista le faltan los colmillos que en otras ocasiones le sobran. La adaptación tiene empaque visual, «elementos» atractivos, en especial todo su fondo femenino (Uma Thurman, Kristin Scott Thomas y Christina Ricci, aunque obviadas por la cámara, son un Everest para la credibilidad de ese Georges Duroy sin pilas y con tanta elegancia y poder de seducción, al menos con el espectador, como una braga nautica), pero le falta chispa en un guión que es un «resumen» y en una intención muy endeble.
«7 DÍAS EN LA HABANA» **
O. R. M.
Cada uno de los siete cortometrajes que componen la película ofrece, al tiempo, la mirada de su director hacia «la realidad» de Cuba, lo que convierte el asunto en un ejercicio de estilo: mis ojos allí. Esto se aprecia con enorme nitidez en los casos de, por ejemplo, Medem, Suleiman y Gaspar Noé, tan reconocibles y previsibles como una tarde de domingo. La rosácea locura de amor medemiano, la perplejidad del pulpo Suleiman en el garaje habanero o la estridencia sin elocuencia de Noé son la mitad casi de esa semana.
De los demás días, sobresale el ímpetu de Benicio del Toro y la presencia hiperrealista de un Kusturica documentalizado, como sacado de su propia realidad para caricaturizarse borrachuzo en la pantalla, o esa historia contada por Juan Carlos Tabío que sabe un huevo de lo que habla, o la que cierra la película, de Pablo Trapero, más coral y divertida sobre el apasionado modo de creer en un vecindario cubano. En fin, podría definirse como un abanico de miradas a la «realidad» de Cuba si no le faltara alguna más directa a esa «realidad» pero sin las comillas.
«RESIDENT EVIL: VENGANZA» **
JOSÉ MANUEL CUÉLLAR
No se agobien mucho con las críticas a esta película, ni siquiera se sientan felices con los halagos, que habrá pocos. Este asunto tiene mucho más que ver con la mercadotecnia que con el cine. La saga nació de un videojuego con un presupuesto modesto, pero recaudó diez veces más, unos beneficios que se han ido multiplicando a medida que Jovovich hacía muescas en su revólver con los muertos vivientes masacrados. Más muertos, más dólares. Dicen que esta lleva ya 700 millones en todo el mundo y, lógicamente, es algo que condiciona totalmente el entramado, si es que lo hay, que va a ser que no. El problema es que a medida que la bolsa se iba engordando, la originalidad, el trabajo por buscar un mínimo de coherencia en los diálogos o en los guiones ha ido mermando en la misma proporción.
Hasta tal punto ha llegado el asunto que uno agradecería que la hiciesen muda, ni una palabra. Si quieren servirnos espectáculo pirotécnico (muy bien hecho eso sí), guantazos, posturitas en plan Cristiano, artes marciales y ojos azules sobre melena negra, bien, pero que nos eviten los chascarrillos, que producen vergüenza ajena. Y en eso se queda todo: los malos son buenos y viceversa a conveniencia (le pones un maquinillo, se lo quitas y ya) y mucha Jovovich, que desde que le levantó Bruce a Demi no hay quien la mate ni a tiros. Mil palizas le dan y nada. Parece John McClane...
«VENGANZA: CONEXIÓN ESTAMBUL» **
FEDERICO MARÍN BELLÓN
Schindler, personaje con el que Liam Neeson se aseguró la jubilación, salvó a más de mil judíos, como tan bien nos contó Spielberg. Pero si en aquel discutible final el bueno de Oskar lloraba por no haber rescatado a una o dos personas más, en la frontera de los sesenta el actor parece decidido a equilibrar el saldo. A juzgar por sus últimas películas, la meta es cargarse a un millar antes del citado retiro, a lo Steven Seagal, pero sin coleta.
En esta venganza turca, secuela de otra «Venganza» a secas y parisién en la que rescataba a su hija secuestrada, Neeson sigue convertido en una máquina de matar. Los cadáveres con que regó la primera parte dejaron deudos vengativos (grande Rade Serbedzija), que ahora lo persiguen por las calles de Estambul junto a su familia.Así que saca al Jack Bauer que lleva dentro (por fortuna, su hija es algo más lista) en busca de un final imposible pero medianamente feliz. Dirige a toda prisa Olivier Megaton, cuyo apellido es más apropiado que su currículum, pero que con Luc Besson de apuntador le da a la cinta contundencia en cada plano y un ritmo endiablado, que se dice. En hora y media pelada, sin demorarse ni en lucir a Famke Janssen, el tipo va al grano y, claro, lo explota.
«MAGIC MIKE» **
J. CORTIJO
Steven Soderbergh, ese doble de Jeff Van Gundy que rueda películas como quien monta un taquillón sueco en su salón-comedor, mira de reojo su «Girlfriend experience», y de frente las desopilantes «Showgirls» y «Boogie nights», para narrar la fabulilla de un stripper noblote pero descuidado, y de su cuerpo de baile, con todas sus fases previstas y cartografiadas: aprendizaje, novato gallito, auge, caída, drogas, corrupción en Miami, romance improbable...
A pesar de que el oficio, y los kilómetros de metraje a sus espaldas, hacen que la mirada de Soderbergh se limpie, o turbie, de forma poco habitual en Hollywood a la hora de abordar tal sobredosis de carne bruta y sueños rotos, el conjunto cojea y patina, tal vez por lo excesivamente encerado del piso o por la desgana producto de estrenar tres títulos en el plazo de un año («Contagio», «Indomable» y éste). En resumen: poca chispa, mucha cacha bailonga, algún sobresalto «hinchable», un Tatum en su (robótica) línea y un McConaughey medianamente sorprendente, aunque seguramente no tanto como para optar al Oscar, como se ha leído por ahí. Y ya. Aunque la sección femenina se supone que la verá con otros ojos...
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