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Los habitantes de Belfast no superan su «adicción» a los «muros de la paz»
Un estudio revela que el 69% de quienes viven junto a las barreras que separan católicos de protestantes quieren que sigan en pie, en vísperas de una gran marcha «orangista» el sábado
Casi quince años después de los acuerdos de paz de Viernes Santo (1998), los habitantes de Belfast se resisten todavía a imaginarse un futuro sin muros de separación entre comunidades católicas y protestantes. Según los datos del último estudio cuantitativo sobre la percepción de los llamados «muros de la paz» entre la población norirlandesa, el 69% de quienes viven cerca de una de estas barreras considera que «siguen siendo necesarias por el potencial de violencia» (la cifra baja al 38% si contemplamos la población general norirlandesa), y el 76% de este colectivo «fronterizo» cree que los muros «incrementan la seguridad de las personas» (lo mismo cree el 63% de los encuestados, vivan cerca o lejos de los muros).
El 63% de los norirlandeses cree que los muros mejoran su seguridad
A la hora de imaginarse un futuro sin lo que muchos consideran muros de la vergüenza, solo el 58% de quienes viven cerca de ellos desean que sean derribados o bien ahora (14%) o bien en el futuro (44%). Entre la población general de Irlanda del Norte, hasta un 76% quiere ver los muros desaparecer en algún momento.
Según los autores del informe, elaborado por expertos de la Universidad del Ulster para el gobierno regional, «si bien una parte cree que las cosas mejorarán en los próximos años, sigue habiendo un grado de pesimismo considerable sobre cómo será el paisaje físico en el futuro».
Pesimismo concentrado en Belfast
Esa incapacidad de imaginar un futuro sin muros, fruto de una percepción de riesgo e inseguridad siempre a flor de piel en ciertos barrios, se concentra en Belfast y, en concreto, en aquellos que viven cerca de una de las llamadas «líneas de la paz». Según el estudio, esta población directamente colindante con las líneas de demarcación sectaria representa el 27% de la población norirlandesa, aunque podrían ser más si tenemos en cuenta que un 19% de los encuestados aseguran no tener claro cómo de cerca están los muros.
Se trata de enclaves urbanos caracterizados por una militante homogeneidad cultural, una geografía asfixiante con verjas y vallas atrapando siempre la línea del horizonte, y unos niveles socioeconómicos muy inferiores a la media. « Los barrios con muros de la paz en Belfast se sitúan dentro del 10% de los distritos electorales más desfavorecidos social y económicamente de Irlanda del Norte», advierten los autores del informe, liderados por el profesor Johnny Byrne.
Curiosamente, solo el 41% de quien tiene un muro de la paz cerca dice sentirse «atrapado», y un 53% valora que sirven como «atracción turística» (solo el 38% de la población general lo ve así). En efecto, es habitual ver autobuses o taxis con «turistas del conflicto» recorriendo los escenarios de años de violencia cruel y fratricida, simbolizados por unos 80 muros y barreras de separación disfrazados de paz (la mayoría, sorprendentemente, erigidos después del acuerdo de paz del 98).
El informe ha sido realizado a partir de encuestas a casi 1.500 personas en todo el Ulster. Según los autores, el porcentaje de respuesta a la encuesta rondó el 30%, un buen indicador del temor existente aún a manifestar las opiniones. Y un vistazo más detallado a los datos permite identificar un especial apego a los «muros de la paz» entre la comunidad protestante, que los ve como un dique de contención frente a lo que perciben como una agresiva expansión demográfica y geográfica de los católicos.
La comunidad protestante se siente más a la defensiva que la católica
Así, el 59% de los protestantes que viven cerca de un muro considera que estos les permiten «celebrar nuestra cultura libremente» , frente a un 42% de católicos que comparte esa sensación. El 43% de los protestantes residentes en estas zonas fronterizas cree que las barreras y vallas «protegen el sentido de identidad» de su comunidad, frente a un escaso 20% de católicos residentes cerca de un muro que opina lo mismo. De hecho, el 45% de los católicos norirlandeses cree que no existirán los muros en el futuro, frente a solo un 23% de protestantes que lo ve así.
A la luz de estos datos, los investigadores de la Universidad del Ulster advierten a los políticos norirlandeses que «deberán considerar por qué los datos indican que existe en este momento menos gente que quiere ver los muros derribados que la que había hace cuatro años».
Tensión ante una marcha «orangista» el sábado
Los datos llegan a los despachos del gobierno norirlandés apenas unos días antes de la celebración de una marcha «orangista» este sábado en la que se espera que participen unos 30.000 unionistas, para conmemorar el centenario del Pacto del Ulster, una declaración firmada en 1912 por medio millón de protestantes contrarios al autogobierno irlandés. La Orden de Orange es la mayor organización de unionistas militantes.
La comisión que regula los polémicos desfiles de católicos y unionistas en el Ulster establecía este miércoles una serie de restricciones a la marcha , para evitar sobre todo incidentes a su paso por St. Patrick, la segunda iglesia católica más antigua de Belfast. El mes pasado, la policía realizó 67 arrestos durante tres noches de disturbios después de que una banda de música republicana tocara canciones consideradas como ofensivas por los unionistas frente a un templo protestante en Shankill Road.
El viceprimer ministro norirlandés, el líder del Sinn Fein, Martin McGuinness, ha acusado a los unionistas de «falta de respeto» hacia los vecinos católicos de St. Patrick. Por su parte, el primer ministro, el unionista Peter Robinson, ha firmado un comunicado conjunto con el líder del otro gran partido unionista, Mike Nesbitt, en el que piden a los participantes en el desfile que lo hagan con «dignidad y honor», evitando los altercados.
Los desfiles de una y otra comunidad suelen ser el detonante de episódicos estallidos de violencia, en los que se mezclan, según los expertos, motivaciones políticas vinculadas al conflicto con aspectos más lúdicos o nihilistas. «Muchos creen que estos incidentes violentos esporádicos ya no tienen la intensidad del pasado y que se trataría de violencia "recreativa" , organizada a través de las redes sociales por jóvenes que carecen de una comprensión del conflicto, nos explica, por correo electrónico, el profesor de Criminología y Ciencias Políticas Jonny Byrne, uno de los autores del informe de la universidad del Ulster. «Pero yo creo que sí hay elementos sectarios en juego y que para muchos, todavía tiene que ver con si eres católico o protestante, aclara.
La transferencia de la gestión de estos «muros de la paz» al gobierno autónomo norirlandés en 2010, dentro de la asunción de competencias en materia de Justicia, es analizada por los autores del informe como una oportunidad para hacer avanzar el debate en la sociedad norirlandesa sobre el destino futuro de los muros que la separan. «Con la responsabilidad por los muros transferida a la administración local, se abre una oportunidad para rellenar un vacío político (...) y hacer avanzar la cuestión de los muros de la paz en la agenda política».
Los primeros muros fueron levantados en 1969 por las tropas británicas , en un intento de contener la violencia sectaria mediante la separación física de las dos comunidades. Casi medio siglo después, no solo han proliferado en número, sino que se han consolidado como parte inherente del paisaje urbano y, sobre todo, mental, de los vecinos de Belfast. No sorprende que, preguntados por aquellos elementos que les gustaría que sustituyan a los actuales muros, las respuestas más populares son «cámaras de videovigilancia» (56%) y «más policía» (46%).
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