Encender lo contemporáneo
Hoy comienza la XXVIII edición del Festival de Música de Alicante. Alberto González Lapuente reflexiona sobre el encuentro y sobre la situación de la creación actual

En época de incertidumbre, entre todas las músicas, la actual es una de las más proclives al desgaste. Las razones son varias y quizá inherentes a su naturaleza pues van desde las vicisitudes de los compositores, en un altísimo porcentaje dependientes de las ayudas a la creación que compensen los ingresos relacionados con los derechos, a las del grueso de los espectadores cuya curiosidad está más cercana al disfrute acomodadizo que a la aventura por descubrir nuevos universos sonoros . Por medio queda todo un catálogo de particularidades dispuestas a complicar el panorama: la posibilidad de encontrar intérpretes interesados o, al menos, que entiendan que lo nuevo no tiene porque ser una especialidad sino un apéndice del repertorio más canónico; el coste añadido que supone la difusión como consecuencia de la intervención editorial y la vigencia del derecho de autor; la difícil promoción en un mundo, particularmente el español, donde la industria cultural (musical) apenas es un puñado de relaciones sin verdadera infraestructura de fondo y donde los programadores se declaran hoy (a veces muy a gusto) sometidos a la presión de la taquilla por lo que es habitual escuchar la necesidad de recurrir a programas populares y nunca al riesgo; y lo más difícil, por ser lo más intangible, la conciencia de que en la invención del presente (sin necesidad de que esta alcance lo genial) está el futuro.
Problemas de difusión
El panorama general demuestra que la dificultad de difusión de la creación musical más moderna es ya una realidad. Tan sólo hay que repasar las programaciones de las orquestas españolas, las temporadas de auditorios, teatros y centros culturales, las de la radio y las de muchas otras instituciones públicas y privadas para comprobar que cualquier reducción económica tiene como consecuencia inmediata la redundancia en el gran repertorio.
En ese entorno, los festivales especializados están dejando de ser una agradable concreción del panorama general para convertirse definitivamente en un reducto de iniciados. A la sombra de esa luciérnaga se presenta el Festival de Alicante 2012 (festivalmusicaalicante.mcu.es ) sometido ya a una reducción del 17% del presupuesto que afecta a la cantidad de actividades previstas y también al perfil de las propuestas.
Desaparece el encuentro entre profesionales del sector que, al decir, del anterior Ministerio de Cultura, tradicional organizador del evento, tan buenos vínculos y posibilidades de crecimiento estaba consiguiendo entre los dispersos agentes de este (como se ve) proceloso mundo de la creación musical actual.
Durante la última semana de septiembre, en Alicante 2012 dominarán la programación cuatro conciertos sinfónicos, que se unen a siete conciertos de cámara, dos sesiones de creación radiofónica, un cine-concierto y una performance, con el añadido de alguna mesa redonda sobre la promoción de la música contemporánea, presentación del libro acerca del programa radiofónico Ars Sonora, 25 años de José Iges , un taller sobre la realidad de la electrónica, instalaciones y un clase magistral del británico Oliver Knussen .
Suena a mucho y mejor así pues añade incentivo a la posibilidad de escuchar varias obras del propio Knussen director ante el Birmingham Contemporary Music Group . Su presencia y la de otra tanta música británica es un detalle de carácter transversal, que se une a las propuestas de la Orquesta Nacional de España , la JONDE, el Ensemble Modern, Sax Ensemble, Cuarteto Diotima y Grupo Enigma , por citar sólo los grupos más destacados.
Estrenos absolutos
Las partituras a interpretar incluyen quince estrenos absolutos que marcan varios de los destinos imprescindibles de la programación entre los que cabe mencionar, entre lo conocido, y desde lo grande a lo pequeño, el culminante Concert à quatre de Messiaen , las tempranas Sinfonietta de Britten y el Réquiem para orquesta de cuerdas de Takemitsu , la muy actual De ecos y de sombras de Cristóbal Halffter y la primera Sinfonía “Jeremiah ” de Leonard Bernstein , con el contraste del cuarteto Terra memoria de Kaija Saariaho y otras muchas camerísticas hasta reunir a medio centenar de compositores, incluidos los españoles S ánchez-Verdú, Coll, Casablancas, Sancho, Fernández Guerra, Urrutia, Greco, Zavala, Lazkano, Torre, Bofill…
En 2012, el Festival de Alicante sobrevive con dignidad a las circunstancias, a las ajenas y a las propias. Se incluyen entre estas las que implica la realidad cotidiana ya mencionada, pero también otras que tradicionalmente le han dado al evento un carácter algo desterrado. El hecho de que se programe desde Madrid, que se celebre en una ciudad que a duras penas se convence del proyecto y que maneje, hay que insistir, una materia tan singular y sensible, tiene su contrapunto en el decidido apoyo de Radio Clásica como medio fundamental de difusión internacional de sus actividades, lo que quizá fuera y sea ahora su mejor caparazón para hacer frente a la tormenta.
Empeño personal de muchos
Eso y el empeño personal de muchos que lo han hecho posible. Al fin y al cabo, cualquier incertidumbre siempre queda a expensas, en último término, de la voluntad de alguien. Se sabe muy bien en el COMA, Festival Internacional de Música Contemporánea de Madrid (amcc-coma.blogspot.com.es) que celebra este año su decimocuarta edición manteniendo una programación de especial pujanza en los últimos años gracias a la dirección del pianista, compositor y director Sebastián Mariné .
Aquí el perfil programador es distinto, pues la concentración temporal de Alicante y su voluntad de ser una muestra de actualidad sin fronteras pasa por ser una realidad más dispersa, desarrollada desde septiembre hasta diciembre, con conciertos organizados en varios escenarios de Madrid a partir de una programación centrada en un ámbito más cotidiano y afín a la relación que el COMA tiene con la Asociación Madrileña de Compositores . El festival de Madrid es un peldaño previo a la excelencia, un ámbito de experimentación necesario y, en ese sentido, una posibilidad de convertir en cotidiana la creación contemporánea. En uno y otro caso, la música más indefensa.
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