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«Baila, baila, baila», el último Murakami
«Baila, baila, baila», novela de 1988 que ahora se traduce al español, no es el mejor Murakami. Desesperante en algunos tramos, posee sin embargo la magia y el misterio de su literatura
Leo Baila, baila, baila y una voz dice en mi interior: «¿No te parece que esto es muy, muy malo?» Sorprendido, aparto la mirada de la página. ¿De dónde ha salido esa voz? Parece provenir de una mujer de unos cuarenta años, delgada, huesuda, muy elegante, vestida con un abrigo azul oscuro, con los labios pintados de rojo. Pero ¿quién es esa mujer? Evidentemente no soy yo, porque a mí me encanta Haruki Murakami y no pienso que sea «malo» en absoluto. «¿No te parece que esto es de una simpleza tremenda?», insiste la voz . No soy yo el que piensa estas cosas, pero lo cierto es que dentro de mi cabeza hay una mujer vestida con un abrigo azul oscuro que sí las piensa. Me digo, quizá contestándole, que la sensación de que lo que uno lee es muy malo solo puede presentarse cuando a) uno está leyendo un libro muy malo, o b) cuando uno está leyendo a un genio.
«Una voz dice en mi interior: '¿No te parece que esto es muy, muy malo?'»
«Baila, baila, baila » es uno de los pocos libros de Haruki Murakami que quedaban sin traducir al español . Yo lo leí hace unos cuantos años, junto con Underground, el reportaje realizado por Murakami a base de entrevistas a los supervivientes de los atentados del metro de Tokio, y me parecieron dos libros menores. He de confesar que ahora he releído entera la versión española porque la lectura anterior apenas había dejado recuerdos en mi memoria. Sin embargo, esta vez me ha gustado más.
Galería de obsesiones
Creo que todos estaremos de acuerdo en que no es de lo mejor de Murakami, pero a pesar de todo se lee con mucho agrado y no defraudará a los innumerables fans del autor japonés . Bueno, es posible que les defraude un poco. La novela es demasiado larga, con escenas que se estiran y estiran y es además un poco errática, como si a veces su autor no acabara de decidir por dónde tirar, pero no está claro que ambas cosas sean defectos, y es muy posible que sean simples características de Murakami o quizá, incluso, cuando el juego le sale bien, virtudes. A lo mejor, incluso, sus mejores virtudes.
«La novela es demasiado larga, con escenas que se estiran y se estiran»
Baila, baila, baila es una especie de segunda parte de una de las mejores novelas de Murakami, La caza del carnero salvaje. Sería recomendable para el lector no iniciado que leyera primero La caza…, porque entonces disfrutará más de Baila…, aunque la nueva novela puede leerse perfectamente de forma independiente. Reaparece el Dolphin Hotel de Sapporo de La caza…, y también el misterioso «hombre carnero», una de las creaciones más siniestras y misteriosas de Murakami. Y, con la excepción de los pozos, reaparecen también todas las obsesiones típicas del autor: un protagonista que parece salido de El guardián entre el centeno, personajes extraños y pintorescos (una célebre fotógrafa, un célebre novelista, un célebre actor), islas (en este caso Hawái), muchachas preciosas y muy jóvenes (Yuki), prostitutas educadísimas y encantadoras y mucha, mucha música , aunque no jazz en este caso, sino rock. En verdad, el protagonista parece decidido a escuchar y a comentar toda la historia del rock desde Elvis hasta Police (la novela es de 1988) y desde los Beach Boys hasta Boy George , pasando por Genesis, Led Zeppelin, Adam Ant y decenas y decenas de más nombres.
El Dolphin Hotel
Está también el gran TEMA de Murakami, la relación entre nuestro mundo conocido con otro mundo desconocido de sombras y misterio, y la difícil y delicada relación que existe entre ambos. Mundo de sombras en el que nuestro subconsciente se une a fuerzas desconocidas y peligrosas que nos mueven a hacer cosas que no deseamos hacer , mundo que desea entrar en nuestro mundo, que nos ayuda y nos utiliza, revés de la alfombra que se comunica con nosotros mediante pasajes y personajes que pueden darnos claves vitales que transforman y ordenan nuestra vida (como las que le da el hombre carnero al protagonista) pero que también puede destruirnos. Mundo, en fin, cuyo papel principal en nuestra vida estriba en ayudarnos a conectarnos. A conectarnos unos con otros, de modo que nuestra vida sea una verdadera vida y tenga sentido, de modo que no lo perdamos todo, de modo que no nos abandone todo.
«Pasan los días, el protagonista pasea, pierde el tiempo, lee, cocina, pasea»
Sí, así contado parece apasionante, y sin duda lo es en largos pasajes del libro, especialmente los relacionados con el Dolphin Hotel. Pero luego aparece Murakami con sus juegos y con sus historias y casi llega a desesperarnos. Hay largos, largos trechos en los que no pasa absolutamente nada y sin embargo la lectura es deliciosa . Pasan los días, el protagonista pasea, pierde el tiempo, lee, cena, toma un refresco, se mete en un cine, se va a dormir, cocina, pasea, pierde más el tiempo.
Deliciosa incertidumbre
Hay algo profundamente delicioso en esa incertidumbre de no saber adónde va la narración, en esa duda de que alguna vez vaya a pasar algo realmente interesante, sensaciones que tanto se parecen a las de la vida real. Luego, cuando las cosas suceden por fin, son de esas que todos deseamos que nos sucedan: encontrarse con una chica preciosa, inteligente, sensual , sensible, divertida y que además nos desea, reencontrarse con un amigo de la infancia que es ahora un famoso actor de cine, recibir una invitación para ir a Hawái con todos los gastos pagados…
«A Murakami le importa un pito la verosimilitud o incluso la lógica»
Murakami estira las escenas hasta lo indecible, explica lo mismo una y otra vez. ¿Es un mal escritor? ¿Está loco? ¿Conoce, en realidad, nuestros más íntimos e inconfesables deseos como lectores? ¿Necesitamos de verdad tantos detalles sobre la forma en que Dick North prepara los sándwiches? A Murakami le importa, además, un pito la verosimilitud o incluso la lógica. En Estados Unidos uno no puede pedir en un bar un cóctel para una niña de trece años. Cuando uno se pilla una cogorza, la borrachera no desaparece en una hora. Ni siquiera la madre más despreocupada se olvida a su hija en un hotel y no se acuerda de ella en tres días. Y a pesar de todo leemos a Murakami, y lo seguimos leyendo compulsivamente . ¿Cuál es el origen de su magia? ¿Es posible que Murakami nos guste tanto porque nos da precisamente eso que tanto deseamos: lujo, sexo, comida, música, misterio, amigos, asientos cómodos y vuelos en primera?
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