EL ROMPEOLAS. ESPAÑA VISTA DESDE CATALUÑA
Jugar a dos barajas
«¡Se acabó hacer la puta y la Ramoneta!» Aunque el dicho es menos altisonante
El título de esta pieza traduce dentro de lo posible una expresión catalana recién empleada por Jordi Pujol: «¡Se acabó hacer la puta y la Ramoneta!» Aunque el dicho es menos altisonante de lo que parece, metaforizaré con los naipes para no complicarnos.
Jugar a dos barajas ha sido la especialidad de Convergència. Sus bueyes españoles conservan, algo minada, fama de facilitar el juego prudente, favorecer la estabilidad y promover la gobernabilidad. Ahí está el sostén a Suárez, a González, a Aznar sin mayoría absoluta. Con su otra baraja, de tarot, Convergència se da a la fullería supersticiosa e historicista. Son juegos de mucho riesgo que se resumen en uno: igualar la diversa sociedad catalana sin reparar en gastos a fin de obtener, con el tiempo, un país como un bloque, una «nación» que confirme su modelo. No vayan a creer que la varia cartomancia da algún respiro a los catalanes no nacionalistas, pues en casa sólo se usa el tarot, las cartas que enloquecen, las del destino, las que señalan, las que condenan al disidente, maleficios de la ingeniería social que suelen acompañar los proyectos de construcción nacional.
Lo que Jordi Pujol nos dice ahora, confirmando la deriva del Gobierno de Artur Mas, es que se acabó el doble juego. De ahora en adelante, una sola baraja: la chunga. Con ella van de gira, arrastrando la maleta de los agravios y entonando en Europa y en Estados Unidos, sin filtro ni sordina, letanías hasta ahora de uso interno, proclamas sentimentales y quejumbrosas, esencialismos decimonónicos, preilustrados. Corren mundo presentando a España como un insoportable Estado centralista y cerril que ha optado por borrar sus diferencias culturales internas, por aplastar sus lenguas minoritarias y, de paso, por estrangular financieramente a su locomotora.
Los beneficios de la primera timba internacional son escasos: la deuda catalana se considera desde anteayer «bono basura». Afirma la agencia Standard & Poor’s que «la rebaja de Cataluña sigue las emergentes tensiones entre la región y el Gobierno central». Sobre al pacto fiscal, dejan los americanos esta muestra de cruel realismo: «La propuesta podría crear tensiones con el Gobierno [central], del que Cataluña depende crucialmente para acceder a liquidez». ¿Cuándo aprenderán los nacionalistas que la hostilidad y el griterío son lo que menos conviene a Cataluña?
Jordi Pujol ha dicho más cosas. Por ejemplo, que «todo el aparato del Estado está movilizado contra Cataluña». O sea, que ahora mismo la preocupación del Ministerio del Interior, de Agricultura, de Sanidad, de Asuntos Exteriores, de Educación, de la Secretaría de Estado de Comercio o de TVE es atacar a Cataluña de todas las formas imaginables. «Todo el aparato del Estado está movilizado contra Cataluña», ¿no?
Quizás Pujol no pueda imaginar un entramado institucional que no esté movilizado contra algo. En términos psicoanalíticos, estamos ante una proyección de manual. Pues es el consejero del Interior catalán quien se proclama independentista. Es el de Agricultura el que insta a practicar el «patriotismo alimentario». Es en Cataluña donde las historias clínicas se utilizan con fines de control lingüístico, donde se organiza un servicio exterior paralelo y donde se incumplen las sentencias lingüísticas. Es la Agencia Catalana de Consumo la que impone multas a los comercios que no rotulan en catalán tras un proceso de delación anónima. Es TV3 el medio público que se jacta de constituir una herramienta principal de «construcción nacional».
Contrariamente a lo que sostiene Pujol, todo el aparato del Estado catalán en ciernes está, desde el primer día, movilizado contra España. Puestos a usar una sola baraja y a jugar un solo juego, es preferible el póquer descubierto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete