El día en que Uri Geller no fue capaz de doblar una cuchara
En 1975 el famoso mentalista realizó una demostración privada ante el físico Richard Feynman en la que, misteriosamente, sus singulares poderes no hicieron acto de presencia
La figura del ilusionista Uri Geller siempre ha estado rodeada de una cierta polémica. Desde que alcanzó la fama, a comienzos de los años 70, son muchos los que han intentado desmontar los trucos en los que se fundamentan sus supuestos poderes paranormales .
Uno de estos episodios, que relata Antonio Martínez Ron en el blog de divulgación científica “Amazings” , ocurrió en 1975 y tuvo como protagonista al conocido físico estadounidense Richard Feynman .
Según cuenta el propio Feynman en un artículo publicado en 1999 , el encuentro entre ambos tuvo lugar cuando Geller se encontraba en uno de sus momentos de mayor fama. Alguien había propuesto al físico la posibilidad de que investigara la naturaleza de los poderes del mentalista y este aceptó, asegurando que le encantaría la forma en la que desafiaba las leyes de la física.
En realidad, Feynman acudió a su cita, que tuvo lugar en un hotel de Hollywood decidido a descubrir el truco empleado por Geller para doblar cucharas y “leer” los pensamientos de sus espectadores. Durante el encuentro, Geller trató de adivinar lo que Feynman, su hijo y el matemático Albert Hibbs habían dibujado en unos papeles, sin conseguirlo.
Poderes que no funcionaban
Para justificar su fracaso en la lectura mental, el ilusionista aseguró que, además de no saber de dónde venían, sus poderes unas veces funcionaban y otras no . Entonces, intentó doblar una llave, pero dijo que tampoco le manaban los poderes.
Durante todo ese tiempo, tanto Feynman como su hijo y Hibbs habían escrutado todos los movimientos de Geller , sin mostrar ninguna emoción que le diese una pista sobre lo que habían dibujado y sin perder detalle alguno de sus movimientos, en busca de cualquier herramienta oculta que le ayudase a doblar la llave.
Finalmente, se marcharon sin que el famoso mago hubiese podido realizar uno solo de sus trucos y convencidos de que sus poderes no eran más que pura charlatanería. Eso no impidió que con el tiempo su habilidad para doblar cucharas acabase dejando con la boca abierta a José María Íñigo y a los espectadores de España entera.
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