El liderazgo de Merkel, inmune a la crisis de Europa
Por más que la eurozona se hunda en la depresión, los alemanes aprueban la severidad con que su canciller hace frente a los problemas del sur

Merkel destroza Europa a través del ahorro». « La crisis del euro amenaza con doblegar a Alemania ». Son dos de los titulares que la advertencia de la agencia de calificación Moody’s de bajar la nota de calificación de la deuda germana arrancó esta semana a la Prensa alemana. La agencia de calificación estadounidense anunció que baraja reducir la calidad de la deuda soberana de Alemania, Holanda y Luxemburgo, economías europeas que hasta ahora han mantenido la máxima calificación (AAA) pese a la crisis que está asediando al euro.
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Las crecientes especulaciones sobre una inminente salida de Grecia de la moneda común y las también crecientes especulaciones sobre un posible rescate total de España amenazan cada vez más claramente con salpicar a la llamada locomotora económica europea . Ya no la izquierda liberal, sino incluso publicaciones conservadoras como el Frankfurter Allgemeine Zeitung se atreven a poner en entredicho cada vez más abiertamente la política europea de la canciller.
Inamovible austeridad
Con todo, Merkel y su partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU), siguen inmunes a la crisis, y liderando las encuestas de intención de voto. El liderazgo de Merkel, pese a su tan criticado y hasta ahora inamovible defensa de la estricta austeridad y en contra de la introducción de instrumentos de integración económica como los eurobonos , se mantiene de momento intacto. Aunque podría ser insuficiente para gobernar la próxima legislatura. Según la última encuesta de intención de voto semanal encargada por el canal de televisión privado RTL y el semanario Stern, si las elecciones federales que tendrán lugar previsiblemente dentro de un año se celebrasen hoy, la CDU de Merkel recibiría el 36 por ciento de los votos. Pero su actual socio de Gobierno, los liberal-conservadores del FDP , quedarían fuera del Parlamento federal al obtener un 4 por ciento, por debajo del 5 por ciento exigido en todos los Estados federados para entrar en el Bundestag.
La oposición parlamentaria formada por los socialdemócratas del SPD y Los Verdes obtendría unos resultados que tampoco son para tirar cohetes: los primeros subirían un punto, hasta el 27 por ciento de los sufragios, mientras que los segundos caerían un punto, hasta el 12 por ciento. El partido de La Izquierda, formación fundada en 2007 por socialdemócratas desencantados y poscomunistas, se recuperaría ligeramente para alcanzar el 7 por ciento.
Piratas en el Parlamento
La sorpresa vendría de la mano de Los Piratas, jovencísima formación de izquierda liberal que hace hincapié en la transparencia institucional y en la llamada « democracia líquida », con internet como instrumento fundamental, conseguiría entrar en el Parlamento federal con un posible 9 por ciento de los votos.
La actual coalición gobernante (cristianodemócratas de la CDU y liberal-conservadores del FDP) mantiene, por tanto, una ajustada ventaja de un solo punto respecto a un posible gobierno de coalición entre socialdemócratas y verdes. Pero si el FDP no consigue superar finalmente el umbral del 5 por ciento, la reedición del actual Gobierno sería imposible. Lo que abriría las puertas a una nueva gran coalición de cristianodemócratas y socialdemócratas como la que gobernó Alemania entre 2005 y 2009. Si bien el imprevisible rumbo de la crisis del euro hace especialmente incierto cualquier cálculo de futuro.
« La mitad de los electores alemanes están contentos con Merkel y su gestión. No hay indicios de cambio y ello se lo pone difícil a cualquiera que sea el candidato socialdemócrata », asegura Manfred Güllner, director del instituto demoscópico Forsa. Más allá de la opinión que los alemanes tienen de su partido, es evidente que el liderazgo de Merkel es, de momento, indiscutible. Entre la clase media y trabajadora germana cunde la opinión de que los contribuyentes de la locomotora económica europea están pagando los excesos cometidos por españoles, italianos, griegos o portugueses, los europeos del sur que, según esa generalizada opinión, encarnan a la perfección los excesos de un sur de Europa que ha estado viviendo por encima de sus posibilidades. No en vano, según una encuesta de la televisión pública alemana ARD, más de la mitad de la población alemana rechaza la ayuda financiera a la banca española aprobada recientemente por el Bundestag (Cámara Baja alemana).
En este clima de opinión, es comprensible que la canciller alemana, defensora a ultranza de la austeridad, el aumento de la productividad y el pago de las deudas, mantenga una alta popularidad entre el electorado germano: según el estudio del instituto Forsa, si los alemanes pudieran votar directamente al canciller, como ocurre en los modelos presidenciales, el 59 por ciento se decidiría por Merkel. En cambio, los posibles candidatos del SPD quedan muy por detrás: un 27 por ciento apostaría por Walter Steinmeier, actual jefe de la facción parlamentaria del SPD, un 26, por Peer Steinbrück, exministro de Economía de la Gran Coalición, mientras que sólo el 17 por ciento lo haría por Signar Gabriel, actual presidente el partido.
Un escenario catastrófico
Ahora bien, es impredecible el vuelco que podría sufrir el panorama electoral alemán si el drama del euro se acelera con una salida de Grecia de la moneda única, que a su vez desencadene una reacción en cadena de los mercados contra la periferia europea. Economistas representantes de la corriente académica dominante en Alemania advierten de las graves consecuencias que tendría el fin del euro para la mayor economía de la eurozona. Según cálculos del instituto muniqués Ifo, una declaración de insolvencia de Grecia y su salida de la moneda común supondrían para el Estado alemán una pérdida de alrededor de 90.000 millones de euros, cifra que no incluye la compra de deuda pública helena por parte de inversores privados como los bancos germanos.
Esta semana se supo que la actividad industrial en Alemania se ha reducido y que las perspectivas de las empresas alemanas respecto al futuro han empeorado considerablemente. Y en esta misma línea, cada vez más economistas llaman la atención sobre las graves consecuencias que tendría el fin de la moneda común tal y como la conocemos hoy para la locomotora económica europea. Merkel (y Alemania) se la juega con la crisis del euro.
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