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La teoría de los dos «Big Bang» del euro

Merkel se va de vacaciones antes de que Europa decida qué hacer con España e Italia

La teoría de los dos «Big Bang» del euro efe

enrique serbeto

Angela Merkel se va de vacaciones y ha dado órdenes estrictas de que no se le moleste hasta la segunda mitad de agosto, que es cuando se incorporará al trabajo. La canciller alemana cree que a pesar del pánico en España o Italia, el verano no es tiempo de grandes subastas de deuda y España e Italia pueden pasar la temporada estival antes de que en otoño haya que tomar la madre de todas las decisiones : ¿qué hacer con dos de las cuatro grandes economías de la zona euro?

Es un hecho que las medidas que se han tomado en España no han funcionado, al menos no todavía, y que la excesiva prudencia de Mario Monti, que aplaza las suyas, tampoco ha tenido efectos milagrosos en las perspectivas para la economía italiana. Los datos del techo de gasto anunciados el viernes en Madrid (con un 9,2% más que el año pasado debido a los intereses) dan a entender que antes de 2015 se llegará al 100% de deuda respecto al PIB, un proceso que lleva sin duda a la helenización de las cuentas públicas españolas si no se produce un cambio fundamental en las perspectivas de recuperación. El Gobierno de Mariano Rajoy se ha dedicado esencialmente a intentar convencer de que España no es Grecia ni necesita un programa de asistencia como el que se ha impuesto a los griegos, pero los hechos contradicen cada vez con más fuerza sus buenas intenciones.

«Sorpresas desagradables»

Los efectos de las políticas que se deciden en Bruselas son lentos. El programa de asistencia para el sector bancario que ha sido aprobado por el Eurogrupo este viernes puede que no tenga efectos sobre la economía real antes de un año y aún entonces estos pueden ser inciertos. Los datos que deben ser hechos públicos a finales de julio sobre la situación de cada banco respecto a la contaminación inmobiliaria podrían tener todavía alguna sorpresa desagradable sobre las capacidades reales de algunos bancos.

Mientras Mariano Rajoy y Mario Monti planean reunirse este verano, los mercados están apostando claramente por la división de la zona euro en dos partes, la que consideran más o menos solvente a pesar de que incluyen países tan vulnerables como Bélgica o Francia, y otra, la del sur, con Grecia, Portugal, Italia y España, de la que retiran el capital a marchas forzadas . Si hubiera divisas diferentes, la cotización de unas respecto a las otras sería incluso mucho más distante que los seis puntos de diferencial de deuda que hicieron temblar el viernes a toda la economía española.

Con este panorama, si las medidas que se están poniendo en práctica en España -incluyendo colosales recortes de gastos sin precedentes- o en Italia no tienen efectos beneficiosos, los analistas en el seno de las instituciones comunitarias no ven más que dos posibles soluciones, ambas extremas: un «big bang» en cualquier caso.

La primera opción sería una versión «destructiva» y que consistiría en una intervención combinada de las economías de los dos países pero que requeriría inevitablemente una quita de la deuda (algo inédito en la historia de España, que siempre ha pagado y ha cumplido con sus compromisos) porque ni siquiera con el nuevo Mecanismo de Estabilidad (MEDE) habría dinero suficiente para financiar la suma de la deuda pública de los dos países. Para hacerse una idea, el MEDE puede llegar a desplegar unos 700.000 millones de euros de capacidad, mientras que solo la deuda pública italiana está a punto de alcanzar la estratosférica cifra de dos billones de euros -1.897.197, el 120% de su PIB. Esa decisión tendría un coste político incalculable para los gobiernos de los dos países. Supondría no solamente la intervención directa de la dirección de su economía por parte de los agentes de la «troika» (BCE, FMI y CE) sino su inclusión en la lista de países morosos . Para Grecia hubo que considerar un «default» selectivo, es decir, admitir que siquiera por unos minutos el país estuvo en quiebra.

El «big bang» «constructivo» sería todo lo contrario, darle licencia bancaria al MEDE , de manera que se convirtiese en prestamista de último recurso a través del Banco Central Europeo. Sería el equivalente a crear una especie de «reserva federal» europea que tendría la virtud de anular cualquier tensión en los mercados. El problema es que esa decisión tiene un coste político insoportable en los países llamados «virtuosos».

La triste unidad europea

El mero significado de este concepto ilustra la triste condición del proceso de la unidad europea, porque de lo que se trata es de sociedades que se niegan a ejercer un papel de asistencia hacia aquellas con las que se supone que comparten un proyecto común. Pero desde su punto de vista se trata, al revés, de que son las sociedades del sur las que se niegan a comportarse adecuadamente con las cuentas públicas. En cualquier caso, Alemania ha dicho en todas las formulaciones posibles que no aceptará algo así ni nada que se parezca a la puesta en común de los costes de la deuda pública si no se comparte también la dirección de la economía: no hay posibilidad de asumir colectivamente la deuda, si no existe un control de la economía bajo las reglas sagradas del límite de gasto y que sea supervisado por una autoridad superior a los Estados.

Por ahora, sin embargo, Bruselas espera que la calma del cálido mes de agosto traiga una tregua.

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