«Ainadamar», la alargada sombra de un tópico universal
El Teatro Real cierra la temporada con la ópera de Osvaldo Golijov, con la participación especial de Nuria Espert, aborda la relación entre el poeta García Lorca y la actriz Margarita Xirgu

Cuesta mucho entender donde está la gracia de «Ainadamar». Se escucha su música, una, dos, tres veces; se lee su libreto cuatro, cinco y seis. Nada. Y, sin embargo, gusta o eso parece pues en todas partes el público acude a su llamada. También a la promovida por el actual Teatro Real que tanto hace por buscar fuera de nuestro país piedras preciosas que acaban siendo cristales de colores mientras olvida otras muchas bisuterías nacionales que con tanta dignidad ocuparían su escenario.
«El Real hace por buscar fuera piedras preciosas que acaban siendo cristales de colores»
En él se estrenó ayer este «drama lírico» del compositor argentino Osvaldo Golijov volviendo a dejar la habitual sensación de incredulidad. Con matices, bien es cierto, porque desde que «Ainadamar» empezó a recorrer el mundo se ha repintado con varias capas de hallazgos que le han dado otra apariencia. En origen la obra evoca los últimos momentos de Federico García Lorca en relación con su amiga Margarita Xirgu quien lo recuerda desde el Teatro Solís de Montevideo, Uruguay, en abril de 1969, siempre con la memoria viva del sacrificio de Mariana Pineda . Pero ahora el Real presenta la obra como estreno mundial de una nueva versión a partir de la escenografía hecha por la Ópera de Santa Fe sobre un escenario acotado con pinturas del urbanita Gronk.
Entre las novedades está la presencia de la actriz Nuria Espert que desdobla el personaje de Xirgu intercalando el recitado de poemas del «Diván del Tamarit ». Un acierto, pues es ahí donde la obra crece gracias a unos textos formidables que barnizan con calidad los más ripiosos y triviales del libretista David Henry Hwang , luego traducidos por Golijov. Para que el ingenio se integre en el total, la orquesta bordonea el recitado dando continuidad sonora. También, en ese vestir de seda a la partitura hay que incluir varias recreaciones aflamencadas y lo más importante el barnizado escénico del director teatral Peter Sellars.
«Tiene difícil defensa que en un lugar de acústica tan afinada se presente un espectáculo con amplificación»
Gracias a él este nuevo «Ainadamar» resuelve con mucho gesto (en ocasiones con cierta garra teatral), buenas colocaciones y bastantes referencias añadidas al movimiento de los intérpretes la poca acción que la obra tiene. Nadie dijo que debía tenerla, es cierto, ni que estemos ante una ópera o género adyacente por mucho que se suponga, aunque sólo sea porque se representa en el Real. En cualquier caso, hay que dejar constancia de algunos anacronismos que abundan en la duda sobre la necesidad de representar este título y en este espacio. Para que quede más claro, tiene difícil defensa que en un lugar de acústica tan afinada se presente, en abono, un espectáculo que se sostiene sobre la amplificación (no es el primero de este año), al menos que también los musicales, con toda la dignidad que puedan llegar a tener, deban participar de los descubrimientos que ofrece el Teatro Real.
Las razones deberían ser obvias, pero por si todavía no se entienden quede el testimonio de la entrada de Espert, con la voz todavía fría y rozada, a quien se le escuchan todas las respiraciones y muchos golpes de glotis. O la de los propios cantantes de quienes sería injusto decir algo pues todo se sostendría en la suposición. No se merece esta distorsión de la materia alguien de tan refinada calidad como Nuria Rial o de tan lograda retórica como Jessica Rivera y Kelley O’Connor . Incluso queda subsumido en el «totum revolutum» el trabajo del coro, orquesta y del maestro Alejo Pérez , a quien se le adivinan buenas maneras dada la coherencia sonora que adquiere el espectáculo. El cúmulo de estas y otras razones hizo que el «estreno» de ayer fuera solo aplaudido con educación. Es bastante, dado el desconcierto que puede llegar a crear un despropósito con capacidad para minar definitivamente la ilusión de cualquiera en el final de temporada.
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