El bosón de Narcís

Gracias a ABC, acuso recibo con alivio de que don Antoni Serra i Ramoneda nunca terminará sus días en la Unidad de Grandes Quemados del Vall d’Hebron. Y es que con exquisita, muy cauta prudencia, el ex presidente de Caixa Cataluña únicamente arriesga poner “la mano en el fuego” por cierto señor Loza, director general de la entidad cuando el mandato suyo. "En mi tiempo no hubo irregularidades. En el resto creo que no", ha apostillado. Por no haber, ni siquiera había sueldo alguno para su cargo. Un empleo meramente honorífico a lo largo de más de un siglo que pasaría a retribuirse con 175.000 euros anuales tras la llegada de Narcís Serra, su sustituto. Suculento moco de pavo que por ventura resultó "compatible con las dietas que correspondan", tal como se apresuraría a aclarar la previsora orden de la Consejería de Economía llamada a legalizar el momio.

Apostilla, por lo demás, nada baladí a tenor del montante de la broma: solo en 2008, los consejeros de Caixa Catalunya se embolsaron 910.000 euros en concepto de dietas. Una bonita cifra a la que se impone agregar otros 664.000 euros abonados bajo el precavido epígrafe de "primas de seguros de vida y pensiones". Guarismos, en fin, a los que acaso habría que añadir otros 3,21 millones de euros librados bajo el etéreo concepto de "personal clave de la dirección y miembros del consejo en su calidad de directivos". Catalunya Caixa, el oneroso retruécano de la difunta Caixa Cataluña que Narcís Serra supo conducir con pulso firme y paso decidido hacia la quiebra técnica. Una figura literaria que va camino de costar tres mil millones a los damnificados por la gestión de Narcís & Cía. Y aún habrá quien dude de que la mitad del sistema financiero era algo demasiado importante como para haberlo dejado en manos de una cofradía de alcaldes, presidentes autonómicos y ministros cesantes, consumados virtuosos todos en el alegre deporte de disparar con pólvora del rey.