arte
Esther Ferrer: «Hago arte para mí»
Reconocida internacionalmente, a Esther Ferrer le vamos valorando su trabajo poco a poco en España. La muestra que le dedicó ARTIUM recala ahora en el CGAC. Recuperamos la entrevista que por entonces mantuvimos con la autora

Lo escribe T. Johnson en el catálogo: «La repetición es inevitable; sin embargo, la verdadera repetición es imposible». Este principio guía parte de los designios artísticos de Esther Ferrer (San Sebastián, 1937), junto con otros conceptos clave como los de tiempo, presencia o infinito. Sobre ellos ha montado Artium una completa exposición –que ahora recala en el CGAC de Santiago de Compostela – con la que se recupera la figura de una de las pioneras de la performance en España, ex miembro de ZAJ y Premio Nacional de Artes Plásticas en 2008. Y aún así, artista poco conocida por el gran público.
No es habitual verla en los museos. ¿Cómo se siente ahora en uno de ellos?
No es que sea más o menos dada a ello. Si el museo se interesa por mí y estamos de acuerdo, no tengo nada en contra de trabajar allí. Yo adoro los museos. Así sucedió con Artium. Y creo que esta exposición, gracias a su comisaria y al equipo del centro, ha quedado redonda. Hemos desarrollado el proyecto que queríamos hacer.
«Con premio o sin él, con Venecia o sin ella, seguiré haciendo lo que hago. Con responsabilidad»
Dice Rosa Olivares, su responsable, que no debemos entender la muestra como una retrospectiva, sino como una visualización de los conceptos básicos sobre los que pivota su trabajo.
Así es. Se han seleccionado cuatro temas y los hemos «declinado», como se declinan las palabras en algunos idiomas, a través de mis obras y de diferentes soportes: creaciones plásticas, instalaciones y performances. Pero esta es mi forma habitual de trabajar.
¿Sería capaz de definir esos conceptos? ¿Qué es para Esther Ferrer el «tiempo»?
¡Si yo lo supiera! No sé lo sé. Solo sé que es algo que deja huellas. Y que cuando trabajas con él, te tienes que remitir irremediablemente al espacio. Y el uso del tiempo me ha llevado a emplear mucho la fotografía. De Ahí la serie «Autorretrato en el tiempo», con las huellas que deja sobre mi rostro, que marcan mi biografía, o «Autorretrato en el espacio», que evoca la forma que tenemos los seres humanos de aparcer y desaparecer de esta vida.
¿El «infinito»?
Tampoco sé lo que es. Pero me encanta todo lo que tiene que ver con el universo. Cuando empecé a trabajar con los números primos me di cuenta de que no sabemos si tienen o no fin. Ambos conceptos casaban muy bien. Porque cuanto más altos son más crece la distancia entre ellos y cada vez son menos numerosos. Es como si se expandieran. Eso me hizo pensar en la expansión del universo, en el infinito, en la inmortalidad...
La «repetición» sí que tendrá más claro lo que es.
En la muestra está representada en las variaciones en torno a la acción Recorrer un cuadrado de todas las formas posibles. Es una de las salas que más trabajo ha dado, pero creo que su montaje final es perfecto. Pero volviendo a la pregunta, no tengo claro que sepa lo que es, porque la repetición exacta de algo no existe. Lo único que sé es que nuestra vida se basa en ellas, nos levantamos todas las mañanas y comemos a mediodía, pero siempre de una manera diferente. Esto marca la relatividad de la vida.
«La "performance" no me debe nada. Pero yo sí que le debo mucho a ella»
Nos queda la «presencia».
Siempre me he interesado por el propio arte, cuál es su marco, en todos los sentidos. Empecé a reflexionar sobre esto hace muchos años, en una exposición en París, y por entonces quedó en suspenso, por cuestiones de presupuesto, una instalación, En el marco del arte, que finalmente desarrollé cuando fui invitada a participar en la Bienal de Venecia en 1999. En Vitoria volvemos a recuperar la pieza. En ella, el marco se convierte en el objeto de la obra, lo que la condiciona y lo que la conforma. Me ha interesado, sobre todo, que los cuatro conceptos queden claros, aunque no estén intelectualmente bien expresados. Como en mis acciones, intento ser simple y directa.
¿Y cómo se construye una muestra a través de objetos y documentos de un creadora dedicada eminentemente a la «performance»?
Hay que tener en cuenta que yo empecé pintando y dibujando, aunque expuse muy poco de ese trabajo y conservo menos. Pero soy consciente de que hago arte para mí, es mi prioridad. Exponer es algo secundario. Y hacer objetos o acciones no es ninguna contradicción. Lo importante es tener una idea que se corresponda conmigo y que tenga ganas de desarrollar. La mayor parte de mis instalaciones son efímeras y me gusta que así sea, porque soy consciente de que cuando vuelvan a montarse se enseñarán con otros objetos, con otros materiales. Eso dota de vida a los conceptos y los hace envejecer. Me gusta conceptualizar ideas, contextualizarlas en el museo, y devolverlas a su origen, lo que fue la idea. Eso hace que puedan estar en un museo, en tu casa, en un café...
«Me gusta conceptualizar ideas, darles forma en el museo y devolverlas a su origen»
¿Qué le debe Esther Ferrer a la «performance» y que le debe la «performance» a Esther Ferrer?
Ella no me debe nada. Pero yo sí que le debo mucho. Como el hecho de poder hacer un arte efímero, de entrar en contacto con el otro, que puede aceptar o rechazar mi propuesta. Eso es arriesgado, pero muy estimulante. Me permite vivir momentos irrepetibles, que nunca más se darán.
Se podría decir que esta muestra es una especie de reconocimiento que le llega tarde en España. ¿Es necesaria la aceptación?
Realmente, no. Yo voy a trabajar de la misma manera. Lo único es que ahora puedo realizar instalaciones que antes no podía. Cuando dejas de ser invisible para ser visible te proponen cosas. Y lo digo desde la humildad: con premio o sin premio, con Venecia o sin ella, voy a seguir haciendo lo que hago. Eso sí, con responsabilidad.
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