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«La vista cansada se puede quitar con láser a partir de los 55 años»

El oftalmólogo Francisco Javier Hurtado aconseja no operarse de la presbicia hasta esa edad, cuando la patología se estabiliza

«La vista cansada se puede quitar con láser a partir de los 55 años» FOTOLIA

FERMÍN APEZTEGUÍA

Una nueva técnica de cirugía láser permite operar al mismo tiempo la vista cansada y las cataratas con mayor seguridad y eficacia que con la cirugía convencional. La intervención, dirigida a pacientes de al menos 55 años -edad para la que se estima que se ha estabilizado la presbicia- consiste en la introducción en el ojo de una lentilla permanente , que funciona del mismo modo que unas gafas progresivas, adaptándose automáticamente a las necesidades de la visión. «La capacidad de enfoque se pierde, pero el paciente se olvida de las gafas», afirma el oftalmólogo Francisco Javier Hurtado, director médico de la clínica Rementería, de Madrid.

Hurtado ha participado recientemente en Bilbao en una sesión profesional, celebrada en el Instituto Oftalmológico ICQO, sobre el uso del llamado láser femtosegundos en la cirugía de las cataratas, algo que, de momento, sólo se practica en tres centros de España, situados en Madrid, Oviedo y Alicante. Según explicó a El Correo , hasta ahora, la presbicia se ha venido operando a los pacientes que, además de vista cansada, también presentaban miopía. Como ambas patologías son incompatibles, la solución quirúrgica que se les ofertaba consistía en corregir únicamente la miopía de un lado, con el fin de que el paciente utilizara un ojo para ver de lejos y el otro de cerca.

Engañar al cerebro

Aunque a primera vista no lo parezca, el cerebro compensa los desajustes visuales que parece que podría generar una solución de este tipo. Esta alternativa, sin embargo, tiene la pega de que la miopía del ojo intervenido pueda progresar y que, a la larga, se produzcan desequilibrios en la visión. «No es una solución definitiva, como la que garantiza la colocación de lentes intraoculares», explica el experto.

Este tipo de lentes se llaman, en realidad, pseudoacomodativas, porque de alguna manera también «engañan» al cerebro. El paciente, con la edad, va quedándose sin posibilidad de enfoque, pero las lentes pseudoacomodativas le permiten ver correctamente tanto de cerca como de lejos. ¿Cómo es posible? La capacidad de enfocar puede comprobarse colocando dos dedos, uno detrás del otro, y mirándolos alternativamente. Cuando la vista se centra en cualquiera de los dos, el otro aparece desenfocado. Esa aptitud se pierde de manera progresiva hasta prácticamente desaparecer a partir de los 55.

Si en ese momento, uno se coloca una de estas lentes intraoculares llamadas pseudoacomodativas , con capacidad para ver bien en diferentes distancias, lo que hace es corregir el problema de visión que tiene, el que sea y, al mismo tiempo supera su vista cansada. «La lente que ponemos enfoca en puntos fijos. Este sistema permite corregir la miopía, el astigmatismo, la hipermetropía, lo que se tenga, y la presbicia».

La tendencia ahora consiste en intervenir al mismo tiempo la presbicia y las cataratas, por ser dos complicaciones «muy asociadas». El cristalino, la lente natural responsable del enfoque, es un cuerpo muy flexible cuando se tienen veinte años. Con la edad van acumulándose sobre él diferentes capas de proteínas, que se van descomponiendo y haciéndolo más rígido y opaco. Como consecuencia, se ve peor de cerca. «Por todas estas razones, los 55 años es una edad ideal para quitarse las cataratas y, al mismo tiempo, corregir la presbicia con una lente. Una sola intervención permite resolver dos problemas de salud, que son casi de obligado cumplimiento», destaca Hurtado.

Cirugía en cinco pasos

El uso del llamado láser femtosegundo en la cirugía de cataratas, que tradicionalmente se venían tratando con ultrasonidos, ha supuesto para este especialista «el mayor avance desde 1967 en la cirugía más frecuente del mundo». Este láser, que se ha usado más en el tratamiento quirúrgico de la presbicia, permite al cirujano programar la intervención y evitar que se tengan que hacer manualmente tres de los cinco pasos en que se divide la cirugía. En sólo un minuto, el láser practica en el ojo dos pequeñas incisiones por las que se sacará la catarata. A continuación, destapa la cápsula en la que se encuentra oculta y rompe la catarata en pequeños pedazos para facilitar su posterior extracción.

Todo ello se realiza fuera del quirófano, en una sala limpia. «Esta primera parte de la operación es algo tan sencillo como programar un equipo y pisar un pedal. Es un avance muy grande, porque permite que un cirujano con tres años de experiencia tenga el mismo resultado que otro que lleve 25 años con cirugía convencional», asegura.

Después de esta primera fase, el paciente pasa a la sala de operaciones, donde el cirujano aspira los restos de material biológico y le coloca la lente que necesite. La intervención dura algo más que la tradicional y es más cara -unos 1.700 euros por ojo-, pero la recuperación es más rápida y mejor.

Una operación de «alto éxito»

La patología estrella de los quirófanos de las clínicas oftalmológicas es la de la corrección de la miopía, una intervención que los especialistas consideran de «alto éxito», aunque «no está libre de complicaciones». Expertos consultados por El Correo coinciden en que las actuales técnicas permiten corregir «por completo» el 95% de los casos . Ahora bien, la cirugía corrige el defecto, pero no lo cura. La miopía puede reaparecer.

El sistema Lasik, con la que se practican en la actualidad las intervenciones de miopía, consiste en seccionar la córnea y limar el tejido hasta conseguir que el ojo quede con la curvatura correcta. Una vez practicada la corrección, la lámina de córnea destapada, llamada colgajo, se coloca en su posición original. Todo ello dura unos quince minutos y no produce dolor ni durante la intervención ni después. Las molestias a las primeras horas, incluso días, se compensan son lágrimas artificiales.

En ocasiones, las menos, el proceso no resulta todo lo satisfactorio que debiera. A veces, se necesita una segunda intervención para corregir el resultado y nunca se garantiza que el paciente vaya a olvidarse de las gafas. Nadie promete a un cliente que vaya a quedarse con cero dioptrías y es posible que como efecto secundario de la intervención pierda agudeza visual y vea las luces como destellos. Pulir una córnea no es como tallar un cristal. Entre un 1% y un 5% de los casos evolucionan de manera indeseada.

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