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La noche eterna de Camarón

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Córdoba guarda memoria de al menos veinte recitales de Camarón de la Isla, que vivió noches memorables en la capital, Montilla, Cabra y Puente Genil. El próximo sábado será el eje central de la madrugada más flamenca

Día 10/06/2012 - 11.01h

Han pasado mucho más de veinte años, hasta más de cuarenta, y todavía queda el eco en los sitios, señalado con la precisión que da el recuerdo cuando se ha grabado con la fuerza de lo intenso y lo bello. Las manos que aplaudieron en aquellas noches que nunca olvidarán señalan con precisión en el mapa de la memoria los sitios en los que el genio dejó su huella y forjó una leyenda que le sobrevive cuando se cumplen dos décadas de su marcha prematura. La Noche Blanca del Flamenco de Córdoba se dedica este año a Camarón de la Isla y ABC ha querido recorrer los lugares de la capital y de la provincia donde el cantaor de carne y hueso dejó la semilla para hacerse un mito, y lo ha hecho de la mano de quienes guardan todavía en los tímpanos su voz y de quienes, más veteranos, le guiaron por los escenarios.

Nadie ha sido capaz de precisar el número de veces que José Monge Cruz actuó en Córdoba y sus pueblos, aunque sí parece confirmado que llegaron a veinte, y que en tierras cordobesas vivió algunos conciertos que marcarían un antes y un después en su carrera. La primera de las citas es confusa, pero las biografías señalan un festival en Montilla al que acudió un niño gitano, rubio, de apenas once años. Era 1962 y de aquel chaval se comentó lo bien que había cantado, pero no mucho que anunciara que aquel cuerpo menudo albergaba la semilla de una leyenda.

Por aquellas fechas, otro de los gigantes del cante, Antonio Fernández Díaz «Fosforito», ya conocía a aquel aprendiz de cantaor. «Recuerdo que cuando íbamos a su tierra, a San Fernando, al Teatro de las Cortes, lo sacábamos a cantar por bulerías y fandangos. Era para cómerselo», dice mientras evoca su personalidad y genio entre multitud de anécdotas, como aquella guitarra, la primera que José Monge tuvo, que fue regalo del maestro de Puente Genil, en una de las muchas visitas que el joven cantaor hizo a su casa. Su recuerdo personal no puede ser mejor: «Cercano, cariñoso, afable, todo bondad. Había que quererlo y me cuesta creer que alguien pensara mal de él». Fosforito escribió las letras del primer disco que puso en el mercado, lo que sentó las bases de una amistad que duró siempre.

La lista de recitales que tuvieron juntos en larga, porque el de San Fernando, como buen cantaor, participó en innumerables festivales flamencos, muchos de ellos para la historia. Así, entre otras muchas ocasiones, compartieron escenario en el verano de 1976, en Córdoba capital. Camarón, muy joven, acababa de casarse y comparecía en un homenaje a La Perrata donde también estaban El Lebrijano, Fosforito y Manuela Carrasco. Aquella actuación fue muy especial porque por primera vez el guitarrista que acompañó al cantaor era José Fernández Torres «Tomatito», que con el paso del tiempo sería uno de sus compañeros más queridos y emblemáticos, hasta el punto de que su presencia junto a José Monge ha marcado su exitosa carrera.

El escenario fue otro de los sitios que conserva todavía vivo el eco agudo de la voz del cantaor: la Peña Rincón del Cante. En aquellos años estaba en la carretera de Palma del Río, junto a la casa del aficionado Paco Ruiz, padre de Manuel Ruiz «Queco». Es el sitio donde ahora están los estudios Filigrana, propiedad del cantante, compositor y productor. Queco recuerda aquellos recitales con los que la peña, y su padre en particular, tenía que hacer un gran esfuerzo. «Camarón cobraba 300.000 pesetas de la época, que eran un dineral», relata mientras cuenta cómo el aforo de 250 personas que tenía el recinto se quedaba pequeño y había problemas para ver al cantaor en directo. Queco hace memoria de al menos media docena de conciertos de Camarón en Rincón del Cante.

De aquellos recitales da cuenta el crítico y flamencólogo Andrés Raya Saro, que guarda memoria de la calidad que Camarón derrochó en aquel local. «Eran noches imborrables», resume mientras habla de veladas en los años 80 en las que junto al de San Fernando llegaba otro gran maestro de todos los tiempos: Enrique Morente. En su blog (memoriflamenca.blogspot.com) se puede hacer un recorrido por su visión del arte jondo y su admiración por Camarón, que incluye desde primera hora el innovador disco «La leyenda del tiempo».

Raya recuerda el concierto de Camarón en Montilla, en la II Cata Flamenca en 1971, donde llegaba acompañado por un guitarrista que ya daba muestras de su talla gigantesca: Paco de Lucía. El tocaor «tuvo aquella noche que acompañar además a Antonio Mairena, al que le había fallado el suyo». El flamencólogo montillano Manuel Ruiz Hidalgo recuerda también aquel cartel, donde estuvo Enrique Morente y que se celebró en las Bodegas Pérez Barquero.

Manuel Ruiz Hidalgo insiste, sin embargo, en que no está constatado aquel primer recital de 1962, siendo niño, aunque cuenta cómo «él decía que su primer premio como cantaor lo ganó en Montilla, cuando tenía once años. Así lo citaba él mismo en una entrevista en 1987, que publicaron en los periódicos parisinos». Ruiz aún conserva un emotivo recuerdo de la especial querencia que Camarón pareció mostrar siempre por Montilla. «Cuando estuvo en la XVII Cata Flamenca, en 1986, se encontraba ya en un momento muy delicado, pero, incluso así, si se le contrataba, venía, cuando en otros sitios solía dar la espantada y ni asomaba».

Desde aquel 1971, su paso por la localidad fue algo casi habitual. El presidente de la Peña Cultural Flamenca El Lucero, Francisco Campanario, rememora que actuó luego en la IV Cata, el 25 de agosto de 1973 —junto con Fosforito, Lebrijano y Chocolate—, y en la séptima. En la X Cata, donde la estrella del cartel fue Antonio Gades, también participó Camarón de la Isla junto a Menese y Luis de Córdoba. Repitió en tres ediciones más. En 1990, poco antes de su muerte, actuó en las antiguas naves de Ciatesa, un recital del que queda grabación. Juan Muñoz, directivo de la peña flamenca, recuerda una anécdota del genial cantaor: «Aquella noche de hacia 1973 o 74, dio un recital y le dije que estaba allí abajo Manuel de Palma, un chaval que tocaba por Diego de Gastor. A él le gustaban mucho aquellos toques, se bajó al sótano y estuvo allí escuchando hasta las siete de la mañana», informa F. Moreno.

El Festival de Cante Grande de Puente Genil recibió a Camarón en al menos media docena de sus ediciones, casi siempre en los años 70.

Un concierto difícil

En Cabra, la primera actuación de Camarón de la Isla de la que hay referencia se remonta al año 1974. Con motivo del X Certamen Flamenco Cayetano Muriel «Niño de Cabra», José Monge asistió a un festival que logró atraer a algunos de los mejores cantaores del momento, del que precisamente ha quedado constancia fonográfica que se conserva en el archivo de la antigua emisora de Radio Nacional de España en Cabra. Son tientos, tarantos, bulerías y fandangos los palos que Camarón interpretó en una velada en la que también estuvieron presentes Luis de Córdoba, Pansequito, Chocolate, María Vargas, El Lebrijano y los guitarristas Pedro Peña y Ramón de Algeciras.

Diecisiete años más tarde volvería a la ciudad, un viernes 10 de mayo de 1991, en una de sus últimas actuaciones en público al entonces reciente auditorio municipal. Una persona que asistió esa noche como público ha contado a ABC que debido al delicado estado de salud que presentaba Camarón se hizo necesario que le ayudaran a levantarse de la silla por el cansancio, informa Felipe Osuna.

Su colaboración con músicos cordobeses fue muy profunda. Las redes dan testimonio de recitales y discos en común con Luis de Córdoba, entre otros. En su últimos discos, «Soy gitano» y «Potro de rabia y miel», se deja oír la guitarra de un músico cordobés de carrera emergente entonces. En el portal de Internet Youtube es fácil encontrar actuaciones donde Camarón canta junto a Vicente Amigo.

Teniendo en cuenta su profundo conocimiento del flamenco, al gran maestro Fosforito había que preguntarle por la dimensión del mito. «Murió como los toreros en la plaza, en la plenitud de su fama y en pleno apogeo artístico. Es lógico que se haya creado un mito, pero era un cantaor extraordinario», afirma.

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