poeta de feria
Laura Campmany: verso entero y verdadero
Su poemario «El ángel fumador» es uno de los grandes títulos de 2012
Laura Campmany no lo puede evitar. Aunque se dejara la vida en ello no lo conseguiría. No, no lo puede evitar, Laura escribe como nuestros clásicos , con Lope a la cabeza. Y ya saben ustedes quiénes son los clásicos, los verdaderamente modernos, los que siempre están en la vanguardia, los que más genuinamente resisten el paso del tiempo sin oxidarse.
Laura Campmany escribe a la clásica manera con la misma naturalidad con la que sale el sol todos los días. Le nacen los versos así, pulidos, luminosos, sin aspavientos, sin excesos, como mana el agua de las fuentes, o como el gorrioncillo levanta el vuelo.
Y hasta cierto punto, Laura es avis, y hasta si me apuran rara avis. Para empezar, su nido está en el cogollo de las coles de Bruselas, allá en la Unión Europea, donde ejerce de traductora desde hace un puñado de años, antes, mucho antes de que la señora Merkel pusiera al Viejo Continente a marcar el paso de la oca económico.
Ni grupos ni grupúsculos
Quizá la distancia le ha aclarado la mirada y las entendederas para no dejarse camelar por grupos ni grupúsculos y para hacer, poéticamente, lo que, periodísticamente hacía su padre, el maestro don Jaime Campmany , es decir lo que le sale de las líricas narices. Por eso su verso es tan verdadero. Sin contaminaciones. Sin retorcimientos. Sin corsés, porque tienen un talle divino y una cintura de avispa.

Laura, además, tiene un humor (¿de dónde le vendrá?) un poco puñetero, esto, un punto quevedesco, un poco como de meter el dedo en el ojo. Por eso su último libro tiene un título tan políticamente incorrecto, «El ángel fumador» (Ed. La Isla de Siltolá ). Por eso las bocanadas clásicas de sus versos se leen con el gustazo que uno sentía cuando por ejemplo leía aquello de la «Ausencia» del Fénix de los Ingenios , el padre de Lopito: «...arder como la vela y consumirse / haciendo torres sobre la tierna arena; / caer de un cielo, y ser demonio en pena, /y de serlo jamás arrepentirse». La emoción del amante de la poesía, ese francotirador (enamorado) de la lectura.
Laura Campmany escribe como si fuera un trovador al pie de una muralla, como si hubiera encargado recado de escribir, con ese ritmo y ese cascabeleo que lo son todo en poesía. Parece fácil. Pero es un don.
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