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Cristian Mungiu y John Hillcoat, muy lento, muy rápido

El director de «4 meses, 3 semanas, dos días» ha presentado «Más allá de las colinas» y el hombre que puso en imagen «La carretera» ha traído una película de gangsters en la época de la ley seca

Cristian Mungiu y John Hillcoat, muy lento, muy rápido AFP

E. RODRÍGUEZ MARCHANTE

El interés de la competición se repartía hoy entre dos películas tan contradictorias como un lince con gafas, pues una era contemplativa y flemática y la otra era muy revuelta e irritada, aunque ambas tenían en su interior, cada una a su modo, algo así como el fogón encendido de un tren a toda velocidad.

El director rumano Cristian Mungiu, al que le tocó aquí hace unos años la bonoloto con la excelente “4 meses, 3 semanas, dos días” , presentaba “Más allá de las colinas” , un oscuro incidente y un meticuloso retrato de una comunidad religiosa de la Iglesia Ortodoxa, mientras que John Hillcoat, el hombre que puso en imagen el “The road” de Cormac McCarthy, traía en esta ocasión una película de gangster durante la época de la ley seca centrada en una peculiar familia, los Bondurant.

Tanto Mungiu como Hillcoat obtuvieron al final de la proyección esa moneda habitual de la discrepancia entre la crítica, aunque se oían más aplausos que ese cruce entre abucheo y rebuzno que tan logradamente emiten algunos.

REUTERS

“Más allá de las colinas” es, en realidad, mucho más allá de las colinas: se va lentamente hasta los ciento cincuenta minutos de esos premiosos. Mungiu narra el amor o la necesidad desesperada de una joven depresiva y tormentosa hacia su compañera de orfanato, la única persona con la que parece haber compartido algo, y que ahora es monja en una congregación ortodoxa y está entregada a su fe y a su vocación. Bueno, en realidad lo que narra Mungiu es el insoportable día a día de la joven torturada en el monasterio a la espera de que su amiga reaccione como ella espera y, sobre todo, narra el choque de diversas intensidades con las costumbres, ritos y consideraciones del sacerdote y de las monjas que habitan allí.

No es raro que a uno le crezcan las uñas a la espera de que el tedio se convierta en algo que estalla, aunque sólo sea de vez en cuando, con las crisis y ataques de esa joven desesperada, incapaz además de no cometer ni uno solo de los 464 pecados que tiene recogidos en sus oratorios la Iglesia Ortodoxa. El doble giro de rumbo en su tramo final le cambia el género a la película que hemos visto y la hace reunirse con la crónica de sucesos extraños de la que parte el guión. Lo cierto es que produce más perplejidad y desasosiego que emoción, aunque es sin duda una película muy, muy rigurosa, ese calificativo que en la bolsa del cine fetén cotiza como una gran petrolera.

La locuacidad narrativa de Hillcoat

En la película de John Hillcoat, en cambio, tanto la apatía como el rigor dejaban paso a una agitación y a una locuacidad narrativa que compensaba esa falta. Una película llena de perfiles, personajes, de acciones y reacciones, de brutalidad y de cierto tono nostálgico impregnado de leyenda, probablemente porque la historia de estos tres hermano Bondurant está basada en un relato escrito ahora por uno de sus nietos, Matt Bondurant; es decir, existieron esos míticos hermanos, aunque probablemente no fueran tan superhombres y superenrollados como sugiere su nieto. Hillcoat traza el guión con Nic Cave y lo hacen de tal modo que la película quede más entretenida y potente que real y rigurosa, hasta el punto de que el villano de la historia, un policía ridículo que encarna Guy Pearce, sea una horrible caricatura: ahí, me temo, que al nieto se le ha ido la mano.

El relato transcurre durante los años de la prohibición, y en Virginia, donde había más destilerías clandestinas que señores con sombrero. Hay humor, y una buena interpretación de Shia LaBeouf y Tom Hardy, algún momento de Gary Oldman (el palazo a su esbirro), la claridad de Jessica Chastain y Mia Wasikowska y un argumento que se sigue animadamente, aunque esté salpicado de violencia y de épica algo ingenua.

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