50 años de chicas bond

«Me casaría con alguien que supiera hacer tan bien la salsa bearnesa como el amor». «Mantenlo todo caliente menos el champán». «Me encantan las azafatas, siempre están dispuestas a servirte lo que necesitas con una sonrisa»... Está claro que ninguna de las películas de James Bond estaría recomendada para ese «fomento de la igualdad de género» que se sacó de la manga la ministra Sinde. Pero, al mismo tiempo, cuesta encontrar una saga cinematográfica que destaque, venere y subraye la femineidad con tanta insistencia como la que arrancó hace justo 50 años con una imagen imborrable: Ursula Andress emergiendo de las aguas en glorioso biquini blanco. Tanta sería la adoración por la mujer que hasta la llegó a cubrir de oro (literalmente) en «James Bond contra Goldfinger» (1964), otogando a la pobre Shirley Eaton el discutible título de chica Bond más fugaz.

Y es que el machismo y el «florerismo» presidieron los filmes 007 durante sus primeros años, fuertemente impregnados del espíritu de Ian Fleming, que no dudó en calificar sus novelas como «de género heterosexual», y donde el criterio de «casting» era peculiar: Daniela Bianchi (la temblorosa Tatiana Romanova en «Desde Rusia con amor») fichó gracias a su segundo puesto en Miss Universo 1960; Claudine Auger aterrizó en «Operación Trueno» (1965) con la corona de Miss Francia en la testa; Honor Blackman se benefició de su pasión judoka en «Los vengadores» para ser Pussy Galore en «Goldfinger»... Incluso se permitieron el lujo de rechazar a Julie Christie, recién oscarizada por «Darling», en «Operación Trueno» por «no responder a las exigencias pectorales de la casa». Y eso que, curiosamente, no dejaron que Andress mostrara dichos encantos en «Dr. No» con su pionera Honey Ryder, personaje que Ian Fleming pintó únicamente ataviada con cinturón y puñal. ¿Habría existido la franquicia de haberse mantenido tan fiel al «nudie» original?