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Entrevista

«El mayor error de los padres es la falta de constancia con sus hijos»

Rocío Ramos-Paúl, educadora de menores, más conocida como «supernanny» explica las claves para educar a los hijos

Laura Peraita

Rocío Ramos es la persona que todos los que tenemos hijos quisiéramos tener en casa una temporada para que nos enseñe a grandes y pequeños a poner en orden el comportamiento y la relación entre padres e hijos. Recientemente ha publicado su último libro «Niños desobedientes, padres desesperados», donde enseña junto a Luis Torres el método para que un hijo haga caso a la primera.

-¿Por qué parece que ahora necesitamos un manual debajo del brazo para educar a nuestros hijos?

-Hemos vivido en las últimas décadas una serie de cambios que hace que haya que enfrentarse a su educación de otra manera. Los padres suelen decir «es muy espabilado». Pero lo que pasa es que es que ahora los niños de tres años ya han ido en avión, han visto la playa, cuenta-cuentos, funciones de teatro... Esto hace que el niño sea más inteligente, domine el lenguaje antes de tiempo, haga razonamientos más tempranos. Antes un niño escuchaba a su padre decir «esto es así porque sí», pero ahora esta frase no le vale porque sabe razonar y pide explicaciones.

-¿Son ahora los niños más desobedientes o los padres estamos más desesperados?

-Generalizar es muy malo, pero hoy existe un perfil de padre que le cuesta mucho decir «no», lo que complica mucho las cosas. No es que sean más desobedientes, es que si el niño no ha escuchado un «no», no se le ha hecho esperar o no ha tenido que esforzarse para conseguir algo desde los cero a los ocho años, que es cuando se aprenden estas cuestiones, la situación se hace cada vez más complicada.

-¿Cuál es la clave para que la educación sea la correcta?

-Es muy importante establecer muy bien los límites y las normas, los habitos y rutinas y todo lo que tiene que ver con la inteligencia emocional, favorece la autoestima, el desarrollo y control de las emociones.

-¿Cuáles son los fallos más habituales de los padres?

-Hay tantos «fallos» como padres... El adulto debe comprender que es capaz de contener la emoción mucho mejor que el niño, que tiene que «saber estar» cuando su hijo grita, que debe retirarse si se angustia y contarle que así no se hacen las cosas. El objetivo no es que un hijo haga lo que el padre quiere, sino que entienda que las normas nos facilitan la vida. Cuando mañana quiera coger el autobus, ir al cole, trabajar o tener amigos va a tener que respetar unas normas de convivencia.

-Desobedecer forma parte de la naturaleza del niño, ¿es posible que obedezca a la primera?

-El niño integra la norma cuando desobedece. En la etapa de autonomía, de 2 a 3 años, quiere hacer las cosas solo, sin ayuda, y grita pero, a partir de ahí, los padres deben enseñar que no hay que enfadarse de esa manera porque la norma tiene ventajas. Al principio nos ayudamos de premios, luego los retiramos y encuentra la ventaja en obedecer. Conteniendo al niño también estamos trabajando sus emociones porque el día de mañana cuando vaya a pedir un aumento de sueldo a su jefe y se lo niegue no podrá responder con una rabieta.

-¿Cuánto tiempo puede llevar que obedezca?

-El mundo actual va muy rápido y lo queremos todo ya. Dar una pauta es muy fácil, leer el libro también, pero el mayor error de los padres en la educación de sus hijos es la falta de constancia. La educación no es «hoy aplico esta pauta y mañana obtengo el resultado». Hay que hacerlo muchas veces, ir cambiado para ver un resultado a largo plazo. Si hoy pongo normas y digo «no» a mi hijo de tres años y soy constante en los planteamientos, es muy probable que vea los resultados cuando él cumpla los 20 años porque le he enseñado a trabajar en equipo, a ser cooperativo, crítico... A los padres les falta constancia.

-No hay tiempo que perder entonces. Desde un punto de vista práctico, ¿cómo empezar?

-Con muy pocas normas, dos o tres como máximo, no hacen falta más, y explicando muy bien al pequeño qué ocurre cuando cumple las normas y qué sucede cuando las incumple. Y, por su puesto, ser muy constante con ello. No falla.

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