Las 24 horas de Rajoy el 29-M
«Esto no va mal», dijo el presidente a su equipo tras conocer los primeros datos de seguimiento de la huelga
En su semana más extraordinaria desde que es jefe del Gobierno, la obsesión de Mariano Rajoy era mantener la normalidad. Conseguir que el 29 de marzo transcurriera como otro cualquiera. Tras dos días en los que apenas pudo dormir, el jefe del Ejecutivo aterrizó la víspera procedente de Seúl a las 20.30 horas y se dirigió directamente a La Moncloa. En su cabeza planeaba su primera huelga general como jefe del Ejecutivo, pero la estrategia ya estaba diseñada. Su objetivo era cenar junto a su mujer, Elvira Fernández, y sus dos hijos. No les veía desde el domingo por la noche.
Llevando la contraria a los sindicatos, el día de la huelga madrugó más de lo habitual. Consciente de que un paro general se gana o se pierde por la mañana, en el primer turno, comenzó a recibir datos muy pronto. Por sectores, autonomías, provincias y grandes ciudades. Y la evolución del consumo eléctrico. Desde las cinco de la mañana funcionaba el dispositivo de información interna del Gobierno que enviaba a los ministros y a la propia Presidencia los datos de seguimiento.
No perdonó el ejercicio, sus 50 minutos andando sobre la cinta de correr. Y si cualquier día sigue los informativos extranjeros , el 29-M les prestó más atención, le importaba y mucho lo que el exterior dijera de España. Eran previas anunciando la huelga y respiró tranquilo.
En su empeño por mantener la normalidad, desayunó con sus hijos. Y sobre las diez salió hacia el Congreso para presidir la Comisión de Asuntos Económicos. Cuando llegó, poco antes de las diez y media, el consumo de luz ya avanzaba lo que después se confirmó la huelga no era tan general . Había pasado el primer turno y Rajoy sabía que había ganado la batalla. El país no se había parado. «Esto no va mal», dijo a su equipo.
Estuvo, incluso, más tranquilo que sus ministros. La más nerviosa fue la ministra de Empleo, Fátima Báñez, a la que le tocó dar la cara por el Ejecutivo en una aparición que preparó junto a la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, en la zona de Gobierno del Congreso. La estrategia era no quemar a la primera fila del Ejecutivo. Por eso, se eligió a la directora general de Política Interior, Cristina Díaz, una desconocida para el público como cara y voz del Ejecutivo en el paro general. Y Fátima ya estaba asociada a la reivindicación, le correspondía dar la «doctrina» política.
La calle le preocupó menos
Aún así, Rajoy no descuidó la huelga. Santamaría y Báñez le informaban mientras cerraba los Presupuestos junto al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, y el de Economía, Luis de Guindos, y preparaba la reunión del Eurogrupo en la queGuindos presentaría las cuentas a Europa. Dos horas le dedicó Rajoy. A las 12.30 horas empezó a repasar los temas pendientes con sus ministros, pero tuvo tiempo para comentar su impresión del viaje a Seúl: una paliza necesaria para levantar la imagen de España. La huelga pasaba a segundo plano.
A las 15.30, acabadas las votaciones, regresó a La Moncloa, donde almorzó antes de volver al trabajo. Para esa tarde no tenía agenda y siguió desde el despacho presidencial los últimos datos de la huelga. Sin su equipo. A las manifestaciones les dedicó menos tiempo. Pese a que fueron multitudinarias. Tenía asumido que lo serían puesto que «salir a la calle es gratis» , comenta un miembro del Gobierno. Y tras la jornada, volvió a cenar con sus hijos. Y a acostarse temprano. Como un día normal. Al día siguiente, había que trabajar. Tocaba presentar los Presupuestos.
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