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Se alquilan monumentos

Para sufragar su patrimonio histórico, Francia no duda en transformar algunos de sus más venerables muros en vallas publicitarias

Se alquilan monumentos J.P. Quiñonero

juan pedro quiñonero

Los monumentos y grandes museos nacionales se venden bien y tienen un éxito turístico creciente. Pero estarían en la ruina sin las subvenciones del Estado. ¿Qué hacer, cuando los centenares de millones de subvenciones públicas no permiten cubrir todos los gastos de entretenimiento, renovación y adquisición de nuevos fondos para museos y grandes monumentos...? Convertir los más venerables muros del patrimonio histórico en vallas publicitarias, alquiladas a las grandes marcas de la vida moderna para salvar y entretener los más históricos museos.

El Louvre es uno de los museos más visitados de todo el mundo, el navío almirante de la gran flota de los museos/monumentos nacionales, cuyas visitas crecieron el año pasado en un 10 por ciento. Pero el Estado debe cubrir el 56 por ciento de sus presupuestos. En tiempos de crisis, cuando el entretenimiento y cuidado de los muros de la antigua residencia real tienen un costo creciente, el Louvre practica una política con muchos frentes : «exportar» su marca, multiplicar las operaciones comerciales, y... alquilar sus muros a grandes marcas, como Longines, que se sirve de la imagen de Andre Agassi para intentar vender relojes de lujo.

Se trata de una práctica generalizada. El Museo d'Orsay ha alquilado todos los muros de su entrada principal a L'Oreal, que utiliza la silueta femenina de Inès de la Fressange para dar un rostro «parisino» a sus productos de belleza. El Palacio de Justicia —residencia de los reyes de Francia, entre los siglos X y XIV— no ha dudado en vender temporalmente sus muros, para que iPad pueda glosar la excelencia de sus virtudes tecnológicas...

Aquí y allá, en toda Francia, ilustres apellidos del más rancio abolengo se ven forzados a convertir sus castillos y antiguas residencias nobiliarias en lugares de «recreo», que los aristócratas propietarios presentan ellos mismos a los turistas. Varios palacios reales han sido restaurados con dinero musulmán. Y Versalles, la gloria del siglo de Luis XIV, suspira por inspirar a directores cinematográficos californianos.

Realistas, directores de grandes museos y edificios históricos prefieren recurrir a la publicidad, convertidos sus muros en vallas que se alquilan, abriendo sus venerables estancias a las cadenas de hamburgueserías. Nadie puso el grito en el cielo cuando McDonald's entró en el Louvre . Se prefiere, sin duda, el lujo y las marcas nacionales. El Hôtel Dieu —el más viejo de los hospitales de París, data del siglo VI— y la prefectura de París han compartido, durante mucho tiempo, la publicidad mural de los cuerpos de seguridad del Estado, con un rosario de guapísimas «gendarmetas» glosando las virtudes marciales de su feminindad.

Prudente, la dirección del Museo d'Orsay se ha inclinado por las marcas de lujo, cosméticos, perfumes, bolsos , afeites para el cutis masculino o femenino. Las grandes colecciones impresionistas (Cézanne, Van Gogh, Monet, etcétera), la antigua estación de ferrocarril donde desembarcó el joven Azorín, enviado especial de ABC, deben recurrir a la imagen de Inès de la Fressange para conseguir imprescindibles fondos con los que restaurar ese monumento nacional, imprescindible pasto turístico, que no da para cubrir los gastos.

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