El exministro del Interior imparte una clase magistral en la Facultad de Derecho
La vuelta a los valores «de toda la vida», basados en la tradición judeo-cristiana, es, en opinión del eurodiputado por el PP Jaime Mayor Oreja, la mejor solución para salir de la actual crisis económica y financiera, que no es otra cosa que el reflejo de la «crisis moral, de conciencia, de decencia y de actuaciones personales que se vive hoy en día en Occidente».
Ante un Salón de Grados de la Facultad de Derecho abarrotado de estudiantes, profesores y curiosos —unas 130 personas—, el también presidente de la Red Europea de Ideas centró su lección magistral de apertura del IV Curso de Alta Formación de Derechos Humanos, organizado por el Área de Filosofía del Derecho, en la idea de que resulta imposible hacer una defensa real de los derechos humanos sin antes comprender la esencia de la humanidad. Y, para ello, «hace falta saber adentrarnos en la persona para conocer la verdad».
Por contra, Mayor Oreja consideró que el mundo occidental vive inmerso en un triunfante relativismo basado en «no creer en nada», que ha terminado desembocando en la crisis de valores a través de lo que dio en llamar «falsos nuevos derechos».
Obstáculos
En este sentido, Mayor Oreja destacó que la «inhumanidad» de determinados regímenes en el mundo se alimenta de los obstáculos que se encuentran los defensores de los derechos humanos, algunos de los cuales son muy claros, pero otros, «los más peligrosos por estar ocultos», son los que realmente minan los valores sobre los que se asentaba la sociedad hasta no hace mucho tiempo. «Ahí están los que consideran qué es o no un derecho humano y lo hacen oscureciendo la verdad, mediante eufemismos que dulcifican la realidad y que hacen más atractivo el relativismo y su nuevo totalitarismo».
Ejemplos de ello, según Mayor Oreja, son la salud reproductiva para referirse al aborto, el derecho a morir dignamente por la eutanasia o el adoctrinamiento en alusión a la asignatura de educación para la ciudadanía.
No obstante, en opinión del exministro del Interior no hay un único responsable para justificar esa crisis de valores, sino que «todos los somos en mayor o menor medida». El problema es que «la abundancia ha llevado a la autocomplacencia, viviendo muy por encima de nuestras posibilidades y en esa borrachera de bienestar nos hemos creído que tenemos lo que nos merecemos sin el esfuerzo que eso requiere, en una exaltación de la libertad más absoluta sin obligaciones».
Frente a ello, abogó por una mirada al Cristianismo, que «es el principal enemigo del relativismo»; una vuelta a la búsqueda de la verdad, «que implica sacrificio y soledad»; la contemplación de la familia como máximo exponente para «recuperar el norte cuando lo perdemos» y la unidad en la idea de nación para evitar que el relativismo acabe en extremismos de izquierda y derecha.