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Escuela de «croupiers»

El paro, más que un Eurovegas en el aire, anima a aprender un oficio poco conocido en España

Escuela de «croupiers»

m. arrizabalaga

Una docena de jóvenes se recluye cada mañana en los bajos del Casino Gran Madrid. No juegan. De pie, ante las mesas, recogen y cortan fichas una y otra vez durante cinco horas. Son las primeras semanas del curso, luego llegarán los ejercicios de cálculo mental y los entresijos del juego. En el umbral de la puerta un cartel reza: «Escuela de croupiers».

Tienen unos veinte años y el sueño de pasar sus noches ante una mesa de juego en un casino, por un buen salario. Como Debora Cifuentes , de 22 años, que compagina el curso con su trabajo de teleoperadora, o Christian Martínez , estudiante de Grado Superior de 19 años, que planea sacarse unos ingresos extra como croupier.

La crisis, y no la posibilidad de que Sheldon Adelson instale el macrocomplejo de Eurovegas en España, es la que ha empujado a Alejandro Serrano hasta el casino. «Es una oportunidad de empleo» , señala este excamionero en paro que también ha trabajado como mecánico. Él llega incluso a practicar con fichas en casa para adquirir la destreza imprescindible en un croupier y no descolgarse del curso.

Mario Fernández Casado , su profesor, explica la complejidad de los ejercicios: «La forma de coger los stacks (montones de fichas), meter el dedo, son movimientos a los que no estamos acostumbrados y hay que echarle horas ». Después de un curso de dos meses «aún no se controla, eso se aprende cuando te sueltan arriba, a los leones», dice refiriéndose a las salas de juego del casino.

La habilidad manual se completa con «mucho cálculo mental» y conocer al dedillo las reglas del juego. El curso es de pócker, por lo que priman las tablas de multiplicar.

También hay que dominar las liturgias del juego . Cada paso está marcado reglamentariamente. La legislación establece cómo abrir la mesa, cuándo aceptar una apuesta... El corcho de la sala de formación del casino recoge el protocolo de una partida de pócker, desde el «Señoras y señores, hagan juego», pasando por el reparto de cartas y el descubrimiento de las del croupier, hasta el fin del pase.

Pero un buen croupier no solo debe tener habilidad mental y destreza manual. La apariencia física y el trato con el cliente, en este caso el jugador, también suman. El maestro Leandro Dendariarena , que accionó el cilindro de la ruleta del primer casino de España tras la prohibición franquista, el Nuevo Gran Casino del Kursaal de San Sebastián, transmitía la importancia de ser «serio, honrado, amable y cabal».

Debe comprender al jugador que pone encima de la mesa su dinero. «Mientras uno gana, otro pierde, y hay que entender a los dos», subraya Mario Fernández. Él llegó al casino por un anuncio del Inem. Era profesor de piano, por lo que la habilidad manual la llevó consigo ya hora asegura estar encantado con su profesión. «Es algo especial. En cuanto dices que eres croupier te conviertes en el centro de cualquier reunión. Además, me he acostumbrado a la noche y la vida nocturna me gusta».

Aunque depende de los turnos y los torneos (en el caso del pócker), un croupier trabaja desde media tarde hasta las 4 ó 5 de la madrugada. Y por supuesto, en festivos. El Casino Gran Madrid , por ejemplo, solo cierra el día de Nochebuena, por tradición.

La crisis también se ha dejado sentir en este tipo de establecimientos de ocio. Se juega menos, pero se sigue jugando . El casino ubicado en Torrelodones recibe a entre 1.000 y 1.200 visitantes al día, que suelen llegar a 3.000 en fines de semana -unos 500.000 al año-. Y ante la falta de una formación específica de croupiers, enseña a sus propios profesionales desde que se le concediera la licencia en 1978, cuando se levantó la prohibición del juego. El primer casino que se abrió en Madrid tuvo que contratar a croupieres extranjeros y enseñar a repartir el juego en cursos de ruleta americana, ruleta francesa, black jack, punto y banca, baccará... Hoy los que están más en auge son los de pócker, el último de los juegos en ser legalizado hace ahora diez años. En ellos se formó la actual campeona de croupieres de España, Susana Picado.

Ramón Moreno hizo uno de los cursos de ruleta francesa en los inicios de los años noventa y trabajó en el casino durante diez años. Aún recuerda con asombro «lo que llega a jugar la gente», algo de lo que te advierten, pero que «te deja parado muchas veces». Moreno trabajaba los fines de semana por unas 200.000 pesetas al mes y veía con frecuencia a gente que se jugaba una placa de un millón de pesetas. «Había jugadores de hasta 5 millones de pesetas por bola y algunos llegaban a perder en una noche 50 millones de pesetas», recuerda. ¿Conocidos? Sí, pero no los nombra porque «como croupier, no sabes nada, ni ves nada, ni oyes nada, ni conoces a nadie».

Para este excroupier, «es fácil ganar en el casino» porque «hay un 50% de probabilidades, es un juego de cara o cruz». El secreto reside en la avaricia humana. «Está basado en que cuando ganas, te picas, y cuando sigues jugando lo pierdes». Quizá por eso, resulta extraño que un croupier también juegue (en otro casino, en el suyo lo tienen prohibido). «Sabes que a la larga no se gana. Es estadística », asegura Moreno.

La regla no se cumple en el pócker, donde «si sabes jugar siempre ganas», afirma Fernández. De ahí que no exista en el pócker las supersticiones comunes en otros juegos, como la ruleta. « Los buenos jugadores saben que a la larga van a ganar. Es como el ajedrez».

Cómo se pilla a un tramposo

No hay clases específicas en los cursos para pillar a tramposos. Afortunadamente, «no son muchos» y se les caza «estando atento a la partida» , señala el profesor de los croupieres, quien nunca ha sufrido un incidente llamativo. José María Paredes, director de Márketing del Casino Gran Madrid, solo recuerda un caso en el que un croupier identificó que se había introducido una ficha falsa en el juego al detectar que no tenía el peso correcto.

La Brigada especial del juego, una unidad policial especializada, patrulla el casino y unas 300 cámaras vigilan cada movimiento. «La seguridad es muy buena, tanto para lo bueno como para lo malo, tanto si estás haciendo trampas como si te olvidas un premio», comenta Fernández.

¿No sienten tentaciones los croupiers? «Es imposible», asegura Moreno, porque cada mesa tiene una cámara. Hasta su vestimenta se inspira en la transparencia: chaquetas y chalecos sin bolsillos y con manga francesa. Ni siquiera se les permite llevar reloj. Y en cada cambio de croupier se sigue el mismo protocolo: con un toque en la espalda se advierte a quien se va a sustituir y ambos enseñan las manos a los jugadores y a las cámaras.

Llega entonces el descanso del croupier en una sala reservada y la posibilidad de acudir al fisioterapeuta del casino. Los largos periodos en pie, con la tensión del juego y la postura de las manos para sujetar las fichas a veces pasan factura.

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