pakistán
Asia Bibi, el crimen de ser cristiana
Madre de cinco hijos, espera en la cárcel paquistaní la apelación a la sentencia de muerte por una acusación falsa de insulto a Mahoma
Vive en un cubículo de siete metros cuadrados, cocina su propia comida por miedo a un envenenamiento y sale poco de su celda. Recibe pocas visitas y pasa el tiempo bebiendo té. Así vive A sia Bibi, la cristiana pakistaní condenada a la horca por blasfemia en Pakistán . Esta madre de cinco hijos espera la apelación en el Tribunal Superior de Lahore, que podría tardar años en celebrarse. La prisión de Sheikhupura, a 50 kilómetros de la ciudad de Lahore, ha sido su hogar en el último año y cuatro meses y lo seguirá siendo por un tiempo impredecible. Mientras tanto su marido y sus hijos viven escondidos y en continuo movimiento por miedo a las represalias.
«Asia está bien, no creemos que corra peligro. Probablemente está más segura en la cárcel que en la calle», asegura un líder de una organización cristiana en Pakistán que prefiere no dar su nombre. «En el caso de que sea declarada inocente no podrá volver a su pueblo y lo mejor sería que dejase Pakistán. En este país nunca estará segura».
Alrededor de 1.000 casos por blasfemia han sido llevados a los tribunales en Pakistán desde la introducción de la ley de la blasfemia en los años ochenta por el dictador Muhammad Zia ul Haq . Más de la mitad de los acusados pertenecían a minorías religiosas, que suponen el 3% de la población pakistaní. Pero si los tribunales les declararon inocentes, no así los radicales islámicos. Al menos 38 personas han muerto a manos de justicieros islamistas para quienes los códigos penales valen poco.
Antes morir que apostatar
El infierno de Asia Bibi comenzó en junio de 2009 en la pausa para la comida de un grupo de jornaleras. Asia bebió de un vaso de agua. Dos mujeres musulmanas se negaron a beber del mismo vaso que la única cristiana. Siguió una acalorada discusión. Pocos días más tarde Asia fue acusada de insultar al profeta por el imán local, esposo de una de las acusadoras . El artículo 295 del Código Penal de Pakistán es claro: pena de muerte por blasfemar contra el profeta del islam.
Esta mujer de 41 años asegura que no cometió blasfemia y que se trata de una venganza personal. El «Human Rights Commission of Pakistán» , una institución independiente que supervisa la situación de los derechos humanos en el país asiático, considera que la ley de la blasfemia se utiliza principalmente para solucionar rencillas personales, en especial contra las minorías religiosas.
De poco han servido las peticiones del Papa Benedicto XVI , los llamamientos de Human Rights Watch o las 600.000 firmas recogidas en todo el mundo por su liberación. El Gobierno pakistaní vive inmerso en sus propias crisis y lo último que quiere es despertar la ira islámica.
El juez que la condenó al patíbulo le ofreció la libertad a cambio de convertirse al islam. Asia respondió que «prefería morir como cristiana que salir de la prisión siendo musulmana».
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