Los momentos más duros de Isabel Preysler
Su noviazgo con Miguel Boyer estuvo dominado por la polémica. Su matrimonio es estable y discreto. Hoy pasan por días difíciles
Los jóvenes de hoy seguramente conocen a Miguel Boyer por ser el marido de Isabel Preysler o el «casi» tío de Tamara Falcó. Es lo que tiene el papel couché, que se queda en la espuma de los personajes. Pero Miguel Boyer , quien ahora se encuentra en el hospital Ruber de Madrid en proceso de recuperación del ictus que sufrió el pasado lunes (permanece estable y se le está bajando la sedación), es un nombre con peso en la historia económica de este país y uno de esos cerebros que no se encuentran en todos los gobiernos. Conocido como el «superministro» (lo fue de Economía, Hacienda y Comercio) en la primera era del felipismo, era un auténtico desconocido en el mundo del corazón hasta que Isabel Preysler se cruzó en su vida.
A principios de los 80, Isabel (antes casada con Julio Iglesias ) era marquesa de Griñón por su matrimonio con Carlos Falcó , con quien tuvo a su hija Tamara (1981). El primer encuentro con Miguel Boyer tuvo lugar en las famosas «lentejas» que en Madrid organizaba la peruana Mona Jiménez. Hoy Mona reside tranquilamente en su tierra natal, pero en la década de los 80 fue célebre por formar curiosos grupos de invitados a los que reunía en torno a sus pucheros. Dieron mucho que hablar las historias que se cocían en su casa.
Por convicción
Miguel, padre de dos hijos (Laura y Luis), estaba casado con la ginecóloga Elena Arnedo, con quien compartió los duros tiempos del franquismo y sus primeros años en el socialismo. Boyer y Arnedo formaban un matrimonio unido por sus convicciones y por su manera de entender la vida. Hija de una feminista militante, la escritora Elena Soriano, Elena abrió uno de los primeros centros de anticoncepción en España a finales de los años 70. Dicen que cuando Isabel llegó a la vida de Miguel Boyer el matrimonio de este con Arnedo ya estaba herido de muerte.
Elena y Carlos Falcó fueron los actores secundarios de una historia de amor que, con el tiempo, llenó páginas y páginas tanto en la prensa seria como en la del corazón. De hecho, los comentarios en dicha prensa y una serie de coincidencias abrieron los ojos de la doctora Arnedo, que no pudo evitar la ruptura matrimonial (pese a los intentos de su hijo Luis por evitarlo) ni tampoco el acoso mediático, insoportable para ella. Superado su divorcio, rehízo su vida junto a un arquitecto con el que contrajo matrimonio años más tarde.
Unión sellada
Tras seis años de citas secretas y un mar de rumores, Miguel Boyer e Isabel Preysler sellaron su unión en los Juzgados de Familia de Madrid el 2 de enero de 1988, con tan solo dos testigos. Si alguien busca parecidos entre Arnedo y Preysler no los encontrará.Son radicalmente opuestas, tanto en el físico como en su preparación o en su manera de pensar.
El noviazgo del ministro y la esposa del marqués de Griñón estuvo teñido de polémica. De aquel tiempo es aquella frase de Boyer que señalaba a España como «un país de porteras». No en vano, todos opinaban sobre su vida sentimental. Fue catalogado como miembro de lo que se conoció como la beautiful people, lo que no sentó nada bien entre sus colegas socialistas, especialmente a Alfonso Guerra, que no soportó la entrada de Preysler en la vida de su compañero de partido ni sus cambios de hábitos ni de casa. Uno de su peores momentos fue cuando tuvo que explicar públicamente cómo eran los planos de la residencia que se construyeron en Puerta de Hierro y que fue bautizada por algunos como «Villa Meona» por tener once cuartos de baño. No en vano, Isabel es la imagen de Porcelanosa, y su casa es la mejor prueba.
Una existencia agradable
Felizmente casados y convencidos de que no habrá nuevos amores en su vida, los Boyer son hoy una de las parejas más estables del panorama social. Y es que con Isabel la vida le resulta muy agradable. Es una mujer hogareña y mucho más divertida de lo que se supone, como ha confesado el propio Boyer. Precisamente él, al ver a su presidente Felipe González nuevamente enamorado, habrá tenido muy presentes los «capotes» que este le lanzó en los momentos más duros. Mientras todos le presionaban, Felipe le defendió.
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