«Encender una hoguera»: un relato ultracongelado de Jack London
Rey Lear recupera la obra maestra del escritor, ambientada en el gélido paisaje del Yukón en una fantástica edición ilustrada
Cuando la temperatura desciende por debajo de los 50 o 60 grados en la escala de Celsius , la barba, aunque sea de un curtido buscador de oro, se convierte en un afilado cristal, el aliento se hace un cubito de hielo delante de tus narices, no se sienten los dedos de los pies ni de las manos, los esfínteres se descontrolan , se paraliza la glotis y la laringe, y el corazón no puede ya bombear tu sangre ultracongelada .
Si has conseguido encender una hoguera o guarecerte en las entrañas aún calientes de algún animal recién muerto todavía te queda alguna posibilidad de seguir vivo. Si no, ni siquiera tendrás tiempo de rezar lo que sepas.
Jack London había sufrido en carne propia estas experiencias cuando participó en la llamada Fiebre del oro de Klondike , en el Yukón , en el Noroeste de Canadá, en 1897, cuando era apenas un veinteañero. Pero a pesar de su corta edad tenía otras y variadísimas experiencias.
Había sido marino, había sido (y era) activista del incipiente socialismo norteamericano, había conocido lo que eran turnos de dieciocho horas en una factoría, y se había hecho, o estaba haciéndolo, a sí mismo. Soñaba con ganarse la vida como escritor y lo conseguiría hasta convertirse en uno de los más grandes autores de la literatura norteamericana.
En 1902 recibió un encargo de la revista juvenil Youth’s Companion y escribió una narración ambientada en el gélido Yukón que seis años después, en 1908, corrigió y aumentó dotándola de mayor carga dramática y psicológica y publicándola en el Century Magazine con el título de «Encender una hoguera» , un apasionante y durísimo relato que ahora recupera Rey Lear en fantástica edición ilustrada por Raúl Arias y vibrante traducción de Catalina Martínez Muñoz.
Un perro y un hombre
En apenas 70 páginas se despliega todo el talento narrativo del autor de «Colmillo blanco» . Obra con la que guarda bastantes paralelismos, ya que aquí también nos encontramos a un hombre aislado en un paisaje desolador y gélido, luchando a brazo partido con la invencible Madre Natura, con la única compañía de un perro y el hielo que poco a poco se le va metiendo hasta las entrañas.
Una narración (considerada el mejor relato del escritor californiano ) que pondría los pelos de punta si antes no se nos hubiesen congelado. London en estado puro . Y gélido
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