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Los chinos «colonizan» París

Con o sin dinero, de manera visible pero también bastante disimulada, desde los últimos años de la década de los setenta los chinos conquistan la capital gala

Los chinos «colonizan» París J. P. Q.

JUAN PEDRO QUIÑONERO

París se está convirtiendo en la tercera o cuarta ciudad de la diáspora china, tras San Francisco, Nueva York y Londres : y esa «conquista», pacífica, tienes luces y sombras espectaculares, siempre; inquietantes, en ocasiones.

Capitales chinos controlan ya cuatro de los grandes hoteles/palacios del lujo parisino. El antiguo hotel Majestic, donde residió Azorín, enviado especial de ABC, en el antiguo solar del mucho más antiguo Palacio de Castilla, residencia de Isabel II, en el destierro, volverá a abrir sus puestas, convertido en un hotel de lujo, con capitales de Hong-Kong. El Estado francés comenzó vendiendo el edificio a un grupo qatarí, que pronto se entendió con un grupo asiático. En las calles y avenidas emblemáticas del lujo parisino, Saint-Honoré, Montaigne, los capitales chinos controlan discretamente otros hoteles . Y el primer grupo bancario chino, ICBC, se instaló discretamente en París para «organizar» las inversiones chinas, creando un club con muchos intereses: filiales industriales, comercios, cadenas de textil, restauración, lujo...

Ese es el rostro más profundo de la «conquista» china de París: la penetración económica, poco visible, oscura, implacable. Hay otro rostro llamativo: el millón de chinos pobres repartidos en París y su periferia en cuatro grandes barrios de nuevo cuño, Chinatown-sur-Seine.

Esos chinos pobres comenzaron a llegar con los «boat-people» de finales de los años 70 del siglo pasado. Esas primeras comunidades, al fondo del distrito XIII, han crecido de manera vertiginosa. Se trata de inmigrantes pobres que han pagado una modesta fortuna (de 15.000 a 20.000 euros) para poder huir de China e instalarse en habitaciones minúsculas, a la espera de conseguir trabajos mal pagados (de 500 a 800 euros), con los que intentar salir adelante, incluso ahorrar y enviar dinero a la familia.

Esos chinos pobres han cambiado la fisonomía de viejos barrios parisinos, en el distrito XIII («tomando» un archipiélago de torres futuristas, compradas masivamente por chinos de clase media), en Belleville (el barrio natal de Edith Piafh), el distrito XVIII (donde han comenzado a desplazar a los inmigrantes negros y musulmanes), en el distrito III (donde se codean con un barrio afro).

Esos nuevos barrios chinos de París no tienen nada de prostibularios: son un «hormiguero» muy colorista, con tiendas especializadas en productos asiáticos, pastelerías y peluquerías asiáticas, restaurantes, y nuevas cadenas especializadas en ropa , productos informáticos. La agresiva productividad de las comunidades chinas ha desplazado a los árabes y africanos que fueron los primeros habitantes de esos barrios.

Los chinos de París han creado un mundo propio. Los grandes inversores chinos se refugian ocultos en los grandes hoteles. La inmigración más modesta ha tejido una economía paralela. El rostro positivo de la agresividad económica es la creación de cadenas comerciales de todo tipo (ropa sexy para chicas, restauración, productos asiáticos). El rostro negativo es la proliferación de una delincuencia de nuevo tipo, que un especialista, Yinh Hassoun, describe de este modo: «Mis compatriotas son muy aficionados al dinero negro. Con lo cual, un vejete de apariencia modesta puede pasearse con un enorme fajo de billetes. Y se han multiplicado las agresiones criminales y racistas. Los chinos jóvenes se han hecho franceses. Pero los chinos viejos apenas saben francés y pueden, y suelen, ser atracados en muchas ocasiones».

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