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mAESTRAs de otros tiempos

Mercedes Wehrle Vidal

Por la Escuela Normal Superior de Maestras de Toledo pasaron una serie de brillantes profesoras que el autor rescata del olvido... Eran los albores del siglo XX

Mercedes Wehrle Vidal archivo familiar de josé manuel bolart wehrle

Por RAMón sánchez González

Las Escuelas de Magisterio —masculina y femenina—de la ciudad de Toledo han constituido, desde su implantación en la segunda mitad del siglo XIX, una referencia educativa esencial, a veces injustamente olvidada o relegada a un plano secundario, de cuya fecunda labor se nutrieron todo un elenco de maestras y maestros dispersos por la provincia y con cuyas enseñanzas sentaron los rudimentos educativos, básicos y únicos, de la inmensa mayoría de la población rural toledana. En los albores del siglo XX por la Escuela Normal Superior de Maestras de Toledo pasaron una serie de brillantes profesoras, algunas, muy pocas, conocidas y de cierto renombre —aunque no precisamente por su huella como docente—, como Carmen Burgos Segui, Colombine , literata de prestigio o Dolores Cebrián esposa de Julián Besteiro —curiosamente ambas permanecieron pocos años en Toledo—, y otras muchas, desconocidas para el gran público, anónimas educadoras que solo perduraron en la memoria de sus alumnas, a pesar de su selecta formación y de sus adecuadas actitudes.

archivo familiar de josé manuel bolart wehrle

Una de estas profesoras ilustres fue Mercedes Wehrle Vidal (Lérida 1880 –Toledo 1947), leridana de nacimiento, con ascendencia alemana por parte de su padre, relojero que tras pasar por Aragón se estableció en Cataluña en las primeras décadas del siglo XIX, pero toledana de adopción, pues a la ciudad llegó en 1905 y en ella permaneció durante cuatro décadas hasta su fallecimiento.

Con 14 años de edad ingresó en la Escuela Normal Central de Maestras de Madrid donde dio muestras de una extraordinaria facilidad para el estudio al obtener durante la carrera 66 calificaciones de sobresalientes y 10 de notable en las 76 asignaturas cursadas, más la calificación de sobresaliente en las tres reválidas de los grados elemental, superior y normal. Asistió a la clase de Pedagogía Superior de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, explicada por Manuel B. Cossío y durante un curso trabajó en el laboratorio de Química de la Escuela Superior de Artes e Industrias de Madrid. Especializada en Ciencias sus primeros pasos en la enseñanza se dieron en la Escuela Normal de Maestras de Bilbao en la que en 1902 ocupó plaza de Auxiliar interina, pasando, como ya se ha indicado, en 1905 a Toledo al haber ganado la oposición de Profesora Numeraria de la sección de Ciencias.

Desde su puesto en la Normal de Maestras, ubicada entonces en la planta baja de la Diputación Provincial, no solo impartió las clases de Matemáticas —Álgebra, Aritmética, Geometría, Trigonometría y Metodología de la Matemática—, sino que llevó a cabo numerosas iniciativas fuera del aula encaminadas a poner en contacto a las alumnas con el entorno. Las «excursiones pedagógicas», en particular las visitas a Madrid al Museo de Historia Natural o al Observatorio Sismológico Central constituían un acontecimiento relevante en la anodina vida provinciana, del que se hacía eco incluso la prensa local como recoge El Castellano de 11 de mayo de 1916. Sin duda, su propia formación, en la que los viajes de estudio ocuparon un lugar significativo explica la propensión a visitar lugares y estudiar las ciencias sobre el terreno. Efectivamente realizó frecuentes estancias de estudio, la mayoría de las veces a sus expensas, sin ninguna ayuda oficial, lo que realza aun más su mérito, en Francia —París y Burdeos—, Bélgica —pasó dos meses en Bruselas y Brujas para conocer la técnica de los Encajes —algo muy alejado del ámbito de su especialidad—, visitó en la costa del mar del Norte, en las proximidades de Blankenbergue, las Escuelas de descanso marítimo para los alumnos de las escuelas municipales de Bruselas. En 1930 con motivo de la 2ª Conferencia Internacional Aeronáutica del Mediterráneo recorrió Génova, Roma, Nápoles, Pompeya y Venecia, estudiando el Arte y la Industria del país. En octubre de 1932 se trasladó a Argel y a una zona del interior atravesando el Atlas por las gargantas de Palestra hasta llegar al oasis de Bou-Saada y la zona desértica próxima, donde conoció las Escuelas musulmanas de formación profesional. En marzo de 1934 efectuó un viaje a las islas Canarias, recorrió Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife, La Orotava e Iraña. Durante su estancia hizo gestiones cerca de las autoridades isleñas y realizó en Toledo los trabajos preparatorios de una excursión con sus alumnos del Grado Profesional, que por dificultades presupuestarias no llegó a realizar. En mayo de ese mismo 1934 hizo un viaje cultural a París, Bruselas y Londres. Es lógico que con estos antecedentes impulsara en sus alumnas el gusto por la enseñanza activa, tan querida por la Institución Libre de Enseñanza.

Prolífica carrera

Aunque siempre dentro del ámbito educativo su actividad profesional cubrió otras facetas más allá de la Escuela Normal y de las Matemáticas. Así se constata que en el curso 1908-1909 explicó la clase de Pedagogía en la Escuela de Institutrices, fundada por Fernando de Castro, pedagogo, catedrático y rector de la Universidad de Madrid entre 1860 y 1907, de inspiración liberal-krausista, quien creo en 1869 una «Asociación para la enseñanza de la mujer» que comprendía una Escuela de Institutrices. Si bien de forma ocasional, desempeñó el cargo de Directora accidental de la Normal de Maestras de Toledo desde su toma de posesión en julio de 1905 hasta septiembre del mismo año. Fue vocal de tribunales de oposiciones en 1906, 1918, 1933 para diferentes plazas: profesores numerarios de Normales Superiores de Maestras, Auxiliares; restringidas de maestras… En 1933 fue vocal de uno de los tribunales de Toledo, del «Cursillo de selección para Maestros nacionales», estando a su cargo todas las conferencias y prácticas de la sección de Ciencias. Durante dos años fue Vocal de la Comisión calificadora de las «Memorias Técnicas reglamentarias» presentadas por los maestros de la provincia de Toledo. Estos cursillos sustituyeron al tradicional sistema de oposiciones y se convirtió en una innovación polémica. Se celebraron en 1931, 1933 y 1936 en las Escuelas Normales y a ellos se podían presentar tanto maestros como licenciados en Letras o Ciencias que tuvieran aprobadas las asignaturas de Pedagogía.

Su labor intelectual se completa con alguna publicación como «Ebullioscopia», en Anales de la Sociedad Española de Física y Química (1905) o el «Programa de las asignaturas comprendidas en el grupo de Matemáticas para una Escuela Superior de Maestras», en Escuela Moderna, (1905).

La guerra civil la pasó en Cataluña —impartió clases en la Normal de Tarragona y de Lérida— y como tantos profesores al final de la contienda al querer reincorporarse a su destino, se vio afectada por el enojoso proceso de depuración, si bien es cierto que contó con el respaldo unánime de sus compañeros de claustros. Tuvo lugar este hecho en febrero de 1939 cuando la Escuela se ve en la obligación de emitir al Ministerio de Educación Nacional un juicio o aval que acredite la actuación y el concepto que le merece «por haber estado hasta que se ha liberado Tarragona en zona no nacional precisa abrirse en el Ministerio su expediente y hacer su correspondiente depuración». Después de expresar su juicio cada uno de los profesores, acordaron por unanimidad «responder de su correcta conducta profesional, religiosa y moral hasta el día 18 de julio de 1936».

En Toledo, donde de nuevo se incorporó halló la muerte, sin llegar a la jubilación. Vivió en varios sitios, primero en la Casa del Maestro, luego en el colegio de las Milagrosas, y finalmente en la Cuesta de la Sal 2 donde fallecería. Hoy sus restos, inicialmente sepultados en Toledo, descansan en Lérida a donde fueron trasladados con posterioridad. Aunque casada con Nicolás Sama, quien llegó a ser en 1932 Jefe del Servicio de Meteorología Nacional de Madrid, no tuvo descendencia y no queda en la Ciudad del Tajo ninguna huella de sus familiares, asentados en otros lugares de la geografía española. Únicamente perdura el recuerdo y el reconocimiento de las discípulas —así prefería recordarlas, en lugar de alumnas— que aún viven y de las personas que tuvieron la fortuna de conocerla y tratarla.

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