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AJEDREZ

El Mourinho de los tableros

Como entrenador, Kasparov solo trabaja con los mejores, cobra más que nadie y consigue resultados

El Mourinho de los tableros AP

FEDERICO MARÍN BELLÓN

El ex campeón mundial Garry Kasparov ha entrenado en los últimos tiempos, al principio en secreto, al noruego Magnus Carlsen y el estadounidense de origen japonés Hikaru Nakamura. Con una tarifa estimada entre medio millón y un millón de dólares , las lecciones mejoraron el juego de ambos, pero ninguno lo aguantó mucho tiempo. «Quizá lo decepcioné, pero fue mi elección», dice Carlsen. El carácter del ruso, con trazas de la férrea educación soviética, no encajó con las mimadas estrellas occidentales.

A Nakamura no le perdonó que en verano se fuera a jugar al póquer a Las Vegas, ni que el americano desvelara quién lo estaba entrenando. Kasparov creía que el secreto era su primera arma. Carlsen asume su culpa —«los chicos noruegos no somos muy disciplinados...»— y a la vez se distancia: «Parece que comparte sus opiniones contigo, pero en realidad te está dictando cómo comportarte».

En ajedrez no es tan frecuente que un viejo campeón consagre la segunda parte de su carrera a entrenar. Garry, que en los últimos tiempos parecía preocupado solo por derrocar a Putin, es además el mejor jugador de todos los tiempos, al menos según su Elo (el equivalente a la clasificación ATP en tenis), con un récord, nunca superado, de 2.851 puntos (julio de 1999). Carlsen tiene ya 2.835.

El dominio de las aperturas es el atractivo principal del «Ogro de Bakú» , que tiene fama de poseer la mejor base de datos, cuajada de novedades todavía vírgenes, pendientes de estallar, como una bomba enterrada de alguna guerra obsoleta, en el momento menos esperado. Pero Kasparov ofrece más . Es el Mourinho del tablero. Cobra más que nadie, solo trabaja con los mejores y consigue resultados. (Tampoco se ha enfrentado nunca a un Guardiola, cabría añadir).

En una entrevista con Evgeny Atarov para ChessPro, Magnus cuenta que Kasparov le ayudó a «comprender mejor toda una gama de posiciones» y le desveló «originales puntos de vista» sobre los mejores del mundo. «Está claro que sabe mucho más que yo y a veces era difícil seguirlo por la velocidad y profundidad de sus análisis», añade. De hecho, admite que Kasparov se sorprendió «de lo poco que sabía yo». Pero el niño, que ya tiene 22 años, también sabe ser cruel: «Jugamos muchas partidas rápidas y a veces era duro para él. Podías sentir que no estaba en forma».

Después de un año juntos, los separó su forma de entender el juego y la vida. Kasparov ve cada posición como un teorema . Carlsen es pragmático, toma decisiones para ganar, sin pretender demostrar nada. El divorcio se resume en una frase del maestro, que acusó a su pupilo de «pensar como Karpov», sin saber que su crítica sería encajada como un elogio: «No puedo decir que me molestara». El mayor talento natural de la última década no necesita ser un fanático del estudio para dominar la clasificación de forma casi insultante, hasta el punto de que Viktor Korchnoi, leyenda viva y paranoico por necesidad, le ha acusado de hipnotizar a sus rivales, que yerran demasiado contra él. «Ponlos bajo presión y fallarán más», responde el chaval.

Hikaru Nakamura , la gran esperanza yanqui desde Fischer, también ha brillado bajo la influencia de Kasparov. Ganó en Holanda por delante de Anand y Carlsen, a quienes volvió a superar en Londres, donde fue segundo. El Classic Chess marcó, sin embargo, el fin de su colaboración. Hikaru ha dicho luego que la fuerza de Kasparov radicaba en las aperturas y que con él apenas aprendió otra cosa. Después de las primeras jugadas, sentencia, los hay mejores. «Por eso Kramnik le robó el título».

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