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«Crónica de una muerte anunciada» en el CIE de Aluche

ABC ya adelantó las condiciones penosas a las que se somete a los internos que culminaron con la muerte de una mujer congoleña la pasada semana

«Crónica de una muerte anunciada» en el CIE de Aluche

LUIS MIGUEL L. FARRACES

Un auto dictado ayer por uno de los tres juzgados de Vigilancia y Control de Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche ponía de manifiesto una vez más el «palmario hacinamiento» que sufren los internos cada día. El documento hace especial hincapié en «la gravedad de que ni tan siquiera exista una habitación de enfermería donde los internos enfermos estén aislados de los sanos», un hecho que culminó con la muerte por meningitis el pasado 19 de diciembre de una mujer congoleña de 41 años tras ser trasladada solo unas horas antes al hospital 12 de Octubre.

Ahora, el auto del juez señala que el CIE debe habilitar habitaciones especiales con el fin de evitar epidemias en un centro en el que el hacinamiento es condición general en cualquier época del año. ABC, en colaboración con exinternos del centro y la ONG Pueblos Unidos, ya denunció hace meses las penosas condiciones a las que se enfrentan cada día los internos del CIE. Las conclusiones de aquellas conversaciones, en las que fue imposible contactar con el director del centro, se detallan en el vídeo que acompaña a esta noticia.

El CIE de Aluche tiene capacidad para 280 personas. No se trata de una prisión, sino de un centro de estancia temporal donde los inmigrantes sin papeles aguardan la tramitación de sus expulsiones a sus países de origen. Sin embargo, para Alejandro (nombre ficticio), un exinterno que acepta a detallar su experiencia en el centro, y muchos de los compañeros «la vida en el CIE es peor que en la cárcel».

Problemas en la convivencia

Aquel día era para Alejandro uno más. Volvía como cada jornada a su casa después de un día de buscar alguna chapuza que hacer, algún trabajo. Dos policías le pidieron la documentación en un intercambiador del Metro de Madrid . Tras comprobar que estaba en situación irregular los agentes le condujeron a un furgón policial. Le quitaron el móvil mientras advertía a su mujer de que estaba siendo detenido. «No me leyeron los derechos, no sabía por qué me conducían a comisaría », rememora hoy aún con cierto sobresalto.

En menos de 48 horas Alejandro recorrió un calabozo, dos comisarías diferentes y, por fin, el Juzgado. Allí se decretó su internamiento en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche, donde aguardaría su expulsión. Un periplo que muchos hicieron antes que él y que las ONG y los propios sindicatos de Policía , que han hecho diversos comunicados, consideran de dudosa legalidad, ya que la estancia 'sin papeles' en España no es un delito, sino una falta administrativa castigada con una multa. El internamiento en un CIE y la expulsión solos se contemplan como medidas extraordinarias dictaminadas por un juez bajo el principio de proporcionalidad, algo que muchos magistrados han rechazado .

Alejandro pasó un total de 60 días en Aluche. «Fue durísimo. Pasar dos meses encerrado es demasiado. Allí casi todos mis compatriotas estábamos ya de acuerdo con retornar a Ecuador. Cualquier cosa antes de pasar tanto tiempo allí», afirma. «Yo nunca he estado en prisión, pero por lo que sé y por gente que conocí en el CIE que sí ha estado sé que hay mejores comunicaciones, mejor trato policial y mejor comida » , añade.

La frase de Alejandro deja entrever varios de los problemas que viven los internos del CIE. El primero de ellos pasa casi desapercibido, pero tiene una importancia clave para los recién llegados al centro. Y es que en Aluche conviven cada día internos conflictivos con antecedentes más o menos graves e inmigrantes sin ficha policial. «Pasas miedo, sobre todo al principio. Cuando te sientas en la cama y te dicen: 'mira ese es un asesino, aquel es un narcotraficante.. .' Yo soy un trabajador, un padre de familia. Soy una buena persona, nunca he hecho nada malo», expone Alejandro.

El segundo de los problemas que asfixia a los internos es el de las comunicaciones. En el CIE de Aluche hay un solo teléfono para llamadas entrantes, que obviamente está saturado durante la práctica totalidad del día, y apenas una decena de cabinas accesibles para los internos. Muchos de los cuales, al ser detenidos con lo puesto, no disponen del dinero necesario para utilizar los teléfonos y poder así llamar a sus familias.

Aislamiento del exterior

Además, el régimen de visitas aporta también su granito de arena a esa sensación de aislamiento. Los internos solo pueden recibir una visita al día, de manera que si la mujer de uno de ellos acude al CIE para ver a su marido, su hijo no podrá hacerlo. Este problema es de especial relevancia dado que el centro recibe inmigrantes detenidos de fuera de la Comunidad de Madrid . En cualquier caso a muchos de los internos ni siquiera se les llega a plantear ese problema. «Para venir a hacer visitas los familiares tienen que tener los papeles en regla, un requisito que no suele cumplirse», comenta Ana Navarro, miembro del grupo de visitas a internos de la ONG Pueblos Unidos. Así, es fácil ver a familiares de internos gritando ante las fachadas del CIE aguardando una respuesta al oto lado de los barrotes.

Indicios de maltato policial

A pesar de existir en el CIE problemas de otra índole, es de esperar que el más grave de todos sea el de los indicios de maltrato policial. Alejandro asegura que van más allá de abusos físicos e incurre en faltas de respeto de determinados agentes en el interior del centro. «Por la noche, cuando apagaban las luces, los agentes nos trataban como animales. Hacían ruidos tratando de imitar a cerdos. Además, cuando dos internos se peleaban en lugar de tratar de separarlos yo he visto como los agentes les jaleaban. Cuando uno trataba de intervenir le decían déjalos, que se maten», relata.

Pero la mayor parte de los maltratos documentados se dan a cabo en los traslados a Barajas , cuando los inmigrantes van a ser deportados. Alejandro muestra marcas de heridas y hematomas en las extremidades inferiores, recuerdo de su intento frustrado de deportación. El hecho de tener un bebé nacido en España le salvó 'in extremis' del retorno forzado.

«Para que no te resistas, la Policía te inmoviliza todas las extremidades. Vas casi en posición fetal. Algunos compatriotas me comentaban que antes incluso te sedaban parcialmente para evitar cualquier tipo de resistencia», relata Alejandro. «Aquel día un agente me robó 400 euros de un fajo de billetes que llevaba en mi mochila para vivir unos meses en mi país. Una vez llegados a Barajas se lo dije, y mientras estaba inmovilizado de pies y manos, me dio un golpe en el estómago, y una vez caí al suelo comenzó a patearme », añade. Alejandro asegura que otros tres agentes contemplaron la escena sin intervenir, aunque al final uno de ellos le facilitó el número de placa del agresor.

Para entender mejor la vida en el CIE y el camino de dudosa legalidad que hacen muchos inmigrantes en situación irregular hacia allí, Alejandro y un equipo de Pueblos Unidos pasaron ante las cámaras de ABC. Este redactor solicitó también una entrevista personal al director del CIE, Jesús Mateos, sin obtener respuesta a la petición de autorización de la Dirección General de la Policía.

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