«¡Que la OTAN los machaque!»
Los rebeldes sirios sueñan con una intervención de la Alianza, pero asumen que ésta no vendrá nunca
El sonido de las ametralladoras se escucha cada vez más cerca, y el pequeño pelotón del capitán Homsi se parapeta tras una tapia para protegerse de las balas, que pasan silbando sobre sus cabezas. Enfrente, en la otra colina, los soldados leales al presidente Bashar al-Assad han consolidado sus posiciones y disparan contra la pequeña localidad rebelde de Idlitab. El pelirrojo Mustafá se asienta detrás de un muro de piedras y desliza el cañón de su rifle por un hueco. Es el francotirador del grupo. Cuando dispara, el sonido nos golpea por sorpresa, como una pequeña explosión.
«¿Ese ruido? ¡Son los bombardeos de la OTAN!», bromean los soldados. «¡Ahora ganamos seguro!», dicen entre carcajadas. Porque esa cuestión, el apoyo de la OTAN (o más bien, la falta de él) a los rebeldes sirios se ha convertido en uno de los temas favoritos de conversación de los insurgentes con los periodistas extranjeros.
«De ese asunto, no estamos autorizados a opinar», nos cuenta el mayor Ismail. «Solo el coronel Riad al-Asaad (líder del Ejército Sirio Libre) puede hablar sobre estos temas», se disculpa. Pero aquí, en mitad del tiroteo, sus compañeros son menos discretos. «¡Claro que queremos una zona de exclusión aérea! ¡Y que machaquen a los “assadistas”, como en Libia!», dice uno de los soldados. Los demás asienten. Es una opinión extendida entre los insurgentes, que ven cómo combatientes y civiles caen bajo las balas de las fuerzas de seguridad sirias sin que Al-Assad haya dado muestras de flaquear.
Tal vez por ello, los desertores están obsesionados con su imagen. El régimen insiste en que los culpables de la violencia son «terroristas», en su mayoría extranjeros, una idea que ha sido recogida por la prensa gubernamental rusa, iraní y venezolana. «¿Te parecemos terroristas? Mira, este era policía antes, aquel era de la Seguridad del Estado, los demás éramos militares», dice el mayor Hayuni. «Somos patriotas que nos hemos rebelado contra la dictadura», asegura. Y lo cierto es que la inmensa mayoría de los combatientes del Ejército Sirio Libre son antiguos miembros de las fuerzas de seguridad, aunque algunos, según ha constatado ABC, son civiles que han decidido tomar las armas en los últimos meses. «Estad atentos. Hemos recibido información de que un grupo de soldados podría intentar pasarse hoy a nuestras filas a través de estos campos. Tendremos que cubrirles con nuestro fuego», les dice el capitán Homsi a sus soldados.
El goteo de deserciones es constante. Muchos ex miembros de las fuerzas de seguridad siguen en contacto con sus antiguos compañeros, tratando de convencerles de que cambien de bando. Pero las oportunidades son escasas, y el castigo, muy cruel: los desertores que fracasan son mutilados y torturados hasta la muerte. Aquellos que lo logran son instados a grabar un vídeo en el que muestran sus viejas identificaciones.
La ausencia de armas es otra de las fijaciones de estos hombres. A pesar de los rumores del posible apoyo de algunos países de la OTAN al ESL, ni ABC ni ninguno de los periodistas en las zonas rebeldes ha podido constatar la existencia de otro armamento que viejos kalashnikov y algunos rifles turcos de fabricación belga.
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