Muere el púgil que tumbó a Alí en el combate del siglo
El norteamericano Joe Frazier vivió en la cima del mundo. Protagonista de la edad de oro del boxeo, un cáncer lo mandó a la lona este lunes
Una portada tamaño mural, colgada en la habitación que ocupaba en el Joe Frazier's Gym de Filadelfia, podría resumir su vida. La veía cada mañana, al levantarse, antes de que le ingresaran el pasado mes de octubre, cuando el cáncer de hígado se tornó incontrolable; antes de que, hace unos días, le llevaran a un hospital para terminales. Aquella portada de «Life» era un fogonazo de su terrible gancho de izquierda sobre el mentón de Muhammad Alí, un instante fugaz, el 8 de marzo de 1971, que resumía la vida de dos héroes muy diferentes. Frazier, el «Tío Tom» (así le llamó su rival, y nunca se lo perdonó), la América silenciosa, contra Alí, el provocador amante de las cámaras que se rebeló contra Vietnam.
Joe Frazier, uno de los grandes, murió el pasado lunes, a los sesenta y siete años, en estos días en los que el boxeo no atraviesa su mejor momento. Nada que ver con los años de la épica, de reportajes como el de «Life», escrito por Norman Mailer, y estadios llenos en África, Asia y, por supuesto, Nueva York, el Madison Square Garden, donde se celebró el gran combate de todos los tiempos. La Pelea, se la llamó, como si no hiciera falta otra. «Si Joe Frazier se hubiese enfrentado a King Kong, lo hubiese noqueado esa noche», dijo un amigo de ambos.
No era precisamente «King Kong» (1,82 de altura), pero quizá sí el mejor «gladiador». Un tipo que sabía sufrir. Aprendió desde pequeño, en la granja de sus padres en Carolina del Sur, en la América profunda, rodeado de alcohol ilegal, maíz y cerdos. Mientras huía de uno de ellos se hizo una herida en el brazo izquierdo. No pudo pagar a un médico, y el brazo nunca volvió a estar recto. Adquirió así la geometría perfecta para ejecutar su golpe preferido, el gancho de izquierda, el que derribó a Alí en uno de sus tres combates míticos. El primero, el de Nueva York, contado por Mailer: «Alí en la lona. El Gran Alí en la lona, impávido, cantándole a las sirenas en medio de las tenebrosas nieblas del callejón oscuro».
Frazier ( Smokin' Joe) peleó 37 veces, con 32 victorias, 27 K.O. y cuatro derrotas, dos contra Alí y otras dos contra George Foreman. Ganó el título olímpico de los pesados en Tokio, 1964, y disputó trece combates por el campeonato del mundo. Y alguna pelea menor, como contra los chicos blancos para los que trabajó en una granja. El enfrentamiento tuvo secuelas. Hizo el petate camino del norte.
Lucha de gigantes
Smokin' Joe tropezó en su camino con Yancey Durham, un manager célebre que guió sus pasos. En 1968 noqueó a Buster Mathis, y se hizo con el título del estado de Nueva York, considerado su primer campeonato del mundo. Ganó luego a todos los rivales que le pusieron delante, ya con el cinturón en juego, salvo a Alí, a quien le habían quitado la licencia tres años por su rechazo a la guerra. Así pasaron los meses, hasta marzo de 1971, el día que Alí (31-0 hasta entonces) cayó por primera vez.
Frazier y Alí volvieron a enfrentarse en 1974, pero esta vez perdió Joe. El «desempate» fue en Manila, el 1 de octubre de 1975, «The Thrilla in Manila», otro inolvidable combate del siglo, un duelo brutal en el que se rozó el drama. Ganó Alí, quien reconocería que nunca había visto tan cerca la muerte. «En Manila recibí golpes de Alí que habrían hecho tambalearse a una ciudad entera, pero los soporté. Tengo aguante, soy siempre optimista», aseguró Frazier.
Tres combates elevaron la figura de los dos boxeadores. Alí creció en las televisiones, en la alfombra roja. El mayor ego de América, según Mailer. Su rival, Frazier, que se embolsó 2,5 millones de dólares en el primer combate de Nueva York, terminaría en una habitación de un gimnasio. Dicen que era tímido y bueno, perplejo porque Alí le llamara «ignorante» y «gorila» a pesar de haberle defendido en los años difíciles. Luego, en el ring, se convertía en el lobo feroz. «Yo no quiero noquear a mi adversario. Quiero pegarle, alejarme, y mirar cómo le duele. Yo quiero su corazón».
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