El Papa canoniza a la religiosa española Bonifacia Rodríguez de Castro
La fundadora de las Siervas de San José dedicó su vida a promover a la mujer trabajadora
Visiblemente feliz y complacido, Benedicto XVI canonizó ayer a la salmantina Bonifacia Rodríguez de Castro, fundadora de las Siervas de San José, junto con dos nuevos santos italianos, el arzobispo Guido María Conforti y el sacerdote Luigi Guanella. Santa Bonifacia (1837-1905) fue una mujer trabajadora desde los quince años, cuando tuvo que empezar a ganarse la vida tras el fallecimiento de su padre, sastre.
La primera santa de Salamanca no proviene de la Universidad sino de un oficio humilde, el de cordonera, que convirtió en camino de santidad al establecer, junto con su madre María de Castro, un taller en el que admitían a muchachas jóvenes para ponerlas a salvo de los mil peligros que corrían en aquella época. Esa vida de familia y trabajo en el primer «Taller de Nazaret» —imagen de la casa de la Sagrada Familia—, se prolongaba los fines de semana con ratos de diversión y plegaria, dando paso a la Asociación Josefina y, posteriormente, a la fundación de las Siervas de San José en 1874.
En su homilía sobre la Primera Carta a los Tesalonicenses, el Papa comentó que «cuando San Pablo la escribe, trabajaba para ganarse el pan. Por el tono y los ejemplos empleados, parece evidente que encuentra sus primeros discípulos en el taller donde él predica. Esta misma intuición movió a Santa Bonifacia, que desde el inicio supo aunar su seguimiento de Jesucristo con el esmerado trabajo cotidiano». El trabajo manual le permitía «realizar su propia vocación, y le daba al mismo tiempo la posibilidad de atraer y formar a otras mujeres, que en el taller pueden encontrar a Dios y escuchar su llamada amorosa».
El Santo Padre concluyó afirmando que «nos encomendamos a su intercesión, y pedimos a Dios por todos los trabajadores, sobre todo por los que desempeñan los oficios más modestos y en ocasiones no suficientemente valorados».
En la actualidad, las 599 Siervas de San José continúan la tarea de santa Bonifacia en doce países mediante actividades de asistencia y educación: desde escuelas misioneras como la de Chiriaco en la selva de la Alta Amazonia peruana hasta hospitales en Congo, talleres de bordado en Filipinas, misiones en Vietnam o lavanderías para la reinserción laboral de mujeres en Madrid.
Rouco, también presente
El cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal, presidió la delegación eclesiástica española y concelebró la misa con el Papa. La delegación oficial del Gobierno no estuvo presidida por un ministro sino por el secretario de Estado de Justicia, Juan Carlos Campo Moreno. El Vaticano espera que el próximo Ejecutivo normalice su representación en este tipo de acontecimiento, al que suelen asistir no sólo ministros sino jefes de Gobierno e incluso jefes de Estado.
La mañana fresca y soleada contribuyó a realzar una ceremonia marcada por la alegría de una multitud de fieles que desbordaba la Plaza de San Pedro. Los aplausos estallaron con fuerza cuando el Papa dirigió un saludo especial «a las Siervas de San José, que tienen el gran gozo de ver reconocida para la Iglesia universal la santidad de su Fundadora».
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