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Paparazzis, el final de la edad de oro

Desafiantes y molestos, sus fotos cobran valor artístico, mientras internet devalúa su precio en el mercado

SAN FRANCISCO MUSEUM OF MODERN ART

ISABEL GUTIÉRREZ

25 de agosto de 1970. Jackie Kennedy Onassis bracea en aguas de la isla griega de Skorpios, «protegida» con un gorrito de goma y unas enormes gafas de sol. Allí estaba, una vez más, el certero objetivo de Ron Galella, dispuesto a inmortalizar el apacible baño de su celebrity favorita. En bicicleta por Central Park, paseando por la avenida Madison, acomodada en la primera clase de un avión o a la salida del cine. Jackie fue su mejor obra y su gran negocio antes y después de aquel verano del 70. Galella ni siquiera se molestaba en esconderse detrás de un matojo: «I'm here!» («¡estoy aquí!») era su grito de guerra antes de cazar a su víctima.

En 1972, ella consiguió una orden de alejamiento que él ignoró, circunstancia a la que Jackie se resignó y que supo aprovechar con inteligencia. A su enemigo le daría munición de gran calibre: si estaba empeñado en husmear en su vida, al menos que la fotografiara siempre impecable. Otros no fueron tan sutiles con Galella: Richard Burton envió a una pandilla de matones para darle su merecido y, en 1973, Marlon Brandon le partió la mandíbula y cinco dientes de un puñetazo.

Humor y morbo

Galella, a quien la revista «Time» bautizó como «el padrino de la cultura paparazzi americana», plasmó la vulnerabilidad de celebridades de toda condición en una galería de imágenes cargadas de humor y morbo, que ya pudieron verse en el marco de PhotoEspaña, el pasado verano. La próxima semana, otras fotos serán mostradas en la exposición «Observados. Voyeurismo y vigilancia a través de la cámara desde 1870» (Fundación Canal. Madrid. Del 27 de octubre de 2011 al 8 de enero de 2012). «Pensamos que nuestro interés a la hora de contemplar a los famosos en la intimidad es un fenómeno contemporáneo. Pero eso ya comenzó a suceder en la Inglaterra victoriana. También fue una práctica habitual en Estados Unidos durante las administraciones de McKinley y Roosevelt», explica Sandra S. Phillips, conservadora de fotografía y una de las comisarias de la muestra. Incluso, Phillips señala a la condesa de Castiglione como la creadora, en tiempos de Napoleón III, del concepto de celebrity tal y como hoy lo conocemos: «Socialmente ambiciosa y consumada narcisista, explotó su alta cuna, su espectacular belleza y su carnosa sexualidad. En Francia, se reinventó a través de la fotografía: recreó un fantástico papel de sí misma».

Sin embargo, fue a comienzos de la década de los 50 del pasado siglo cuando eclosionó lo que más tarde, con Fellini y «La dolce vita» (1960), se bautizaría como el paparazzismo . De la inquietante Greta Garbo, sorprendida en 1950 por George Dudognon en un club de St. Germain, en París, a la Reina de Inglaterra jugando con sus perritos o a una patética Paris Hilton llorando de desesperación cuando era trasladada de su casa al juzgado, en junio de 2007. Todo excita precisamente porque todo fue captado a media luz, tras una esquina o a través de unos cristales tintados. Todo fue «robado». Por cierto, Nick Ut, el mismo que en 1972 retrató a la niña abrasada por el napalm en una carretera de Vietnam, firma la foto de Paris. Hoy museos y galerías han abierto sus puertas a unas imágenes que cimentaron un fabuloso negocio y que han sido elevadas a la categoría de arte.

Las cuentas no cuadran

En 1.200.000 euros se valoró el top-less de Lady Di en la Costa del Sol, cuando, en 1994, ya estaba separada del Príncipe Carlos. Aquellas imágenes fueron compradas, pero jamás se hicieron públicas. Claudia Schiffer medio desnuda (300.000 euros), Marta Chávarri y Alberto Cortina de incógnito por Viena (50.000 euros), Kate Moss esnifando cocaína (250.000 euros) o Britney Spears con la cabeza rapada (reportó unos beneficios de 60 millones de euros a las revistas que la publicaron en portada) son algunos famosos cuyas indiscreciones costaron una fortuna.

Ahora, en plena revolución digital, en ocasiones se paga menos de 100 euros por una foto que podría alcanzar los 15.000. Es el dictado del «periodismo ciudadano», el de quienes armados con un móvil o con una máquina que podría ser la de un crío sacan petróleo de un famoso en un descuido. No importa la calidad ni el encuadre, importa el documento. Las celebrities mismas, además, revientan exclusivas con sus propias exclusivas a través de Twitter: el noviazgo de Shakira y Piqué, el último retoño de los Beckham, Ashton Kutcher y Demi Moore en la cama... ¿Están sentenciados los paparazzi .

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