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La dueña de L'Oreal, bajo custodia por demencia senil

Su hija controlará su fortuna, la de la mujer más rica de Francia, envuelta en varios escándalos

JUAN PEDRO QUIÑONERO

La demencia y el incipiente alzheimer de la mujer más rica de Francia, Liliane Bettencourt (89 años), son un campo de minas políticas, fiscales y empresariales, cuya metralla puede tener un costo devastador para el estado y la economía francesa. Liliane Bettencourt es la hija y heredera única del patriarca fundador de L'Oréal, Eugène Schueller, y viuda de un gran empresario y ministro de varios gobiernos de la IV República, André Bettencourt, con amigos en todo el abanico político francés, de izquierda y derecha, de Mitterrand a Pompidou.

Principal accionista de L'Oréal, Liliane Bettencourt fue una mujer muy bella. Pero sus relaciones íntimas con un fotógrafo y escritor, François-Marie Bannier, se convirtieron en un interminable escándalo, cuya última peripecia es la sentencia dictada ayer por el tribunal de tutelas de Courbevoie: víctima de «demencia mixta» y «principio de alzheimer», la millonaria quedará bajo la tutela de su nieto mayor, Jean-Victor Meyers, mientras que sus bienes y patrimonio quedarán bajo tutela de su hija Françoise...

Durante años, Françoise Bettencourt-Meyers, hija de Liliane, ha sostenido contra su madre una implacable batalla jurídica. La hija afirmaba que su madre era víctima de los abusos de amigos, empleados y protegidos. La madre sostenía que su hija estaba loca y quería «robarle» su patrimonio.

Evasión de impuestos

Puesta bajo tutela de su hija y su nieto, la millonaria queda «maniatada», cuando una nube de escándalos continúan su implacable instrucción jurídica. Sobre la mujer más rica de Francia pesa la sospecha de evasión de impuestos... y esa sospecha afecta a otros dos escándalos paralelos: el «conflicto de intereses» de un ex ministro de Sarkozy, Éric Woerth, que pudo favorecer a la millonaria; y el caso rocambolesco de las presuntas sumas de dinero negro con las que la millonaria pudo contribuir a financiar ilegalmente la campaña presidencial de Nicolas Sarkozy en 2007.

Fue Françoise Bettencourt-Meyers quien denunció los regalos millonarios de su madre a un amigo íntimo, el fotógrafo François-Marie Bannier. Tirando de ese hilo, la Justicia descubrió que la millonaria tenía cuentas en Suiza y otros paraísos fiscales, que le permitían evadir impuestos. Y que un ministro de Sarkozy, Éric Woerth, pudo conseguir algunos favores (un puesto muy bien remunerado para su esposa) «desconociendo» el comportamiento fiscal de los consejeros de la millonaria.

Por su parte, varios ex empleados de Liliane Bettencourt han declarado que la millonaria habría entregado sobres con dinero negro destinados a financiar la campaña de Sarkozy. Hasta ahora, no obstante, no han aportado pruebas materiales.

Antes de ser puesta bajo tutela de su nieto mayor y su hija, Liliane Bettencourt había afirmado que estaba dispuesta a marcharse de Francia. Y fue el mismo Sarkozy quien advirtió hace meses de los riesgos de «deslocalización» de una gran multinacional como L'Oréal, si su primera accionista se considera «expoliada» por la Justicia y el fisco. Françoise Bettencourt-Meyers y su esposo son hoy la pareja que controla prácticamente los destinos de la gran empresa familiar. Hasta ahora se ha evitado que las disputas entre la madre y la hija, entre la madre y el fisco, entre la madre y el resto de los protagonistas de los distintos escándalos afectaran a la marcha de los negocios de un gran grupo, cuya economía es clave en tiempos de crisis.

Mientras pudo moverse con libertad, Liliane Bettencourt fue una mujer temible, por sus caprichos, por sus decisiones, víctima, según su hija, de una nube de «amigos», «protegidos» y «empleados» que llevan años «chupando» de la fortuna familiar.

Incapacitada, su estado de demencia y el proceso degenerativo lento de su alzheimer solo complican los distintos procedimientos judiciales en curso. Todos ellos pueden «enterrar» o «descarrilar» de manera imprevisible. Los distintos calendarios judiciales coinciden aproximadamente con el calendario de las próximas elecciones presidenciales del mes de abril y mayo próximos. Todos ellos tienen «flecos» políticos, fiscales y empresariales de incendiario alcance.

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