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Zapatero no se quiere ir de La Moncloa sin colocarse a sí mismo la etiqueta de «hombre de paz» y para eso necesita un comunicado de ETA que anuncie que los terroristas abandonan las armas. Aunque sea mentira que las abandonan; aunque tenga que mentirnos él mismo, una vez más, sobre lo que negocia con la banda; aunque con ello consiga, otra vez, que el brazo político de los etarras adquiera mayor peso político.
Todo esto explica por qué el Gobierno ha autorizado, algunos creen que auspiciado, que el Partido Socialista de Euskadi vaya a asistir a partir de hoy a esa supuesta Conferencia de Paz organizada por ETA en San Sebastián en la que unos «negociadores internacionales» traídos por la banda (y ya patrocinados por Zapatero como mediadores en su proceso de paz inicial) promueven «el fin del conflicto» sin vencedores ni vencidos, como si lo que hemos vivido en España en los últimos cuarenta años hubiera sido una guerra civil y no los asesinatos, con bombas y pistolas, de cerca de mil personas por parte de una banda de malhechores.
Dice el Gobierno que «respeta, pero no valora» la decisión de los socialistas vascos de asistir a la conferencia, la misma actitud que mantuvo hace unos meses cuando, en vísperas de las elecciones municipales, nos hizo creer que alentaba al Tribunal Supremo a ilegalizar a Bildu para luego animar bajo cuerda al Consitucional a que permitiera su presencia en las urnas. Ahora, en vísperas de unas elecciones generales, el brazo político de ETA se presenta, con otro nombre, Amaiur, con posibilidades de obtener media docena de diputados gracias a la propaganda de esta conferencia. Y José Luis Rodríguez Zapatero bendice la operación solo por la probabilidad (remota) de que el encuentro concluya con un comunicado en el que la banda prometa dejar las armas. Como si a estas alturas nos fuéramos a creer lo que nos cuentan ETA o él.