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«Hay más paro entre los jóvenes sin cualificación»

Lucía Figar, consejera de Educación de la Comunidad de Madrid, reflexiona sobre el falso paradigma de que estudiar no conduce a nada

«Hay más paro entre los jóvenes sin cualificación» ÁNGEL DE ANTONIO

abraham coco

—¿A qué se debe que se haya desterrado la cultura del esfuerzo?

—Las leyes educativas, de la LOGSE a la LOE, han establecido como objetivo primordial de la educación la igualdad de resultados. Para alcanzar esta utopía, han sacrificado los principios del esfuerzo, el mérito y la exigencia. Han impedido hacer distinción entre el alumno que se esfuerza y el que no. Y no solo han sufrido los resultados académicos de nuestros escolares, sino los valores de toda la sociedad.

—¿Recuperar la autoridad del profesor contribuiría a volver a ella?

—Los colegios e institutos son centros de enseñanza y en ellos debe crearse el ambiente adecuado para que el profesor enseñe y el alumno aprenda. No puede conseguirse si la relación entre ambos se plantea como entre iguales. Para mejorar la calidad de la enseñanza, es esencial que se respete la autoridad del profesor. ¿Cómo vamos a aumentar el rendimiento en lengua o matemáticas si los profesores gastan su tiempo en mandar callar?

—¿Por qué el mérito y la excelencia cotizan a la baja?

—Se confunde interesadamente el mérito con el privilegio y la excelencia con el elitismo. Esta confusión hace que cueste elogiar y reconocer a quienes con esfuerzo logran el éxito personal y profesional.

—¿Cómo se puede devolver la confianza en la educación como garantía de lograr empleo?

—Con un 45 por ciento de paro juvenil, los jóvenes más castigados son aquellos que abandonaron los estudios o con escasa cualificación. Una buena formación es la mejor inversión que podemos hacer para que los jóvenes puedan competir y desenvolverse en un mundo global.

—¿De qué forma se puede gestionar mejor nuestro talento?

—El objetivo de la educación ha de ser lograr la excelencia. Ello implica poner los medios para que cada alumno desarrolle al máximo sus talentos y capacidades, y no contentarse con dar un mínimo común a todos. Hay acuerdo en ayudar con recursos a los más «rezagados». Sin embargo, los programas para los alumnos más brillantes o más exigentes consigo mismos están mal vistos. No hay más que recordar la polémica por el bachillerato de excelencia de la Comunidad de Madrid.

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