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La berrea francesa

Termina el partido con un marcador de tenis (6-2) para el Madrid y el reportero del Plus, desolado, aborda al entrenador del Rayo:

—Qué cerca habéis estado de llevaros algo positivo de aquí, ¿verdad?

Es lo que hay.

Le hacen al Madrid un gol de mate pastor y los reporteros miran a Mourinho en vez de a Casillas, que va de amarillo como Sinatra en el «Sinatra está resfriado» de Gay Talese y que hace despejes de señor mayor.

Pemán contaba que llevaron a Sevilla, para que desfilaran en una Cofradía de Semana Santa, a los alumnos del Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil de Valdemoro; desfilaron, decía él, graciosos y morenos, con sus tricornios engalonados y su correaje amarillo como el azafrán: y aquella gitana, en una esquina, con los ojos húmedos de emoción maternal: «¡Si no crecieran!»

¿Por qué los reporteros no ven los fallos de Casillas, si ha crecido y va de amarillo?

El Casillas de Glasgow ha crecido como los guardias de Valdemoro y cada día aparece más ladeado en el suelo, «como los hombres en Verdún», que era la imagen de Montherlant para describir al portero desarbolado por el viento de los goles.

Casillas de amarillo (como si fuera el pobre Courtois) en el Teatro de los Sueños: que esos amigos suyos que apedrearon a Mourinho por no alinearlo en el Trofeo Bernabéu le cuenten lo de Molière, lo de Chenel o lo de Luis Aragonés con el amarillo, y comprenderá, el hombre, el gol melonero de Villa, los goles de nido de golondrina de Messi y hasta los goles de palomero de Miku y Michu.

Con Casillas de amarillo y Platini en la UEFA, se hace más difícil la Décima, que es el «I Have a Dream» de Florentino Pérez a los socios.

El amarillo de Casillas supone goles bobos, y la UEFA de Platini, árbitros listos.

Como estamos en época de berrea, ha pasado desapercibido el penúltimo chascarrillo de Platini, presidente de la UEFA, sobre su socio más prestigioso, que es el Madrid.

—Federer también es guapo, tiene talento y puede tener lo que desee, pero la gente no le silba.

Con eso quería contestar a Ronaldo, que con el tobillo abierto por una coz de Leko consentida por un árbitro uefero había expresado una obviedad: le silban por ser guapo, rico y excelente.

Con la edad, Platini es hombre de peso, lo cual no lo convierte en gracioso. A mí me recuerda al Jack LaMotta triste, solitario y final que soltaba chascarrillos en su club privado para entretener a los palurdos. Del fichaje de Ronaldo por el Madrid (insisto: su socio más prestigioso) dijo que era una «indecencia», que es una manera de orientar a los rebaños del fútbol en sus pasiones (naturalmente bajas). Y ahora sale con el chiste de Federer, a quien, en efecto, nadie silba, porque en el tenis no se silba ni a René Lacoste, si bien ningún adversario propina a Federer un raquetazo en la cabeza como los zapatazos en el tobillo que Leko (Zagreb), y antes Cris (Lyon) o Diawara (Marsella) han propinado a Ronaldo.

¡Que Dios bendiga al Sion!

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