Los «extras» del verano
Soy una egocéntrica. Lo sé. La primera vez que oí eso del «test de estrés» no dudé en pensar que era una prueba creada y basada en mi persona. Pero no
Soy una egocéntrica. Lo sé. La primera vez que oí eso del «test de estrés» no dudé en pensar que era una prueba creada y basada en mi persona. Pero no. Resultó ser el test que le hacen a los bancos y del que todo el mundo habla con una seguridad aplastante. Como si supieran en qué consiste, vamos. Yo ni idea. Pero insisto: con ese nombre creí que había sido diseñado para mí, o para el resto de las integrantes del universo femenino. Y podía haber sido. Les explico. Harta de hablar de lo que no tengo ni idea —ya saben, modelo tertuliana— pregunté a mis compañeros de redacción y, entre unos y otros, me lo aclararon. «Es una prueba que se está haciendo a los bancos para ver como reaccionarían ante situaciones extremas».
Por la crisis, claro. Pero como esta odiada palabra vamos a intentar mantenerla alejada de esta columna nos metemos de lleno en las situaciones extremas. En esas en las que sobrevivimos día a día las mujeres. Máxime en esta época del año en la que veo a mis amigas, pobres, a punto de fallecer porque se tienen que ir de vacaciones. Si las oyeran sus maridos... «Qué suerte que te quedas sola». «Qué envidia me das». «¿Te puedes creer que lo tengo que hacer todo yo solita?» Pues claro que me lo creo. Las estoy viendo. Atacadas. Agobiadas. Ocupándose de esos «extras» —impuestamente femeninos, no se sabe muy bien por qué ni por quién— que hay que hacer los días previos a partir de viaje. Ahora voy a por los libros de texto —ahora vuelvo porque se me ha olvidado alguno—, después a por los uniformes —me encantaría ver, al menos alguna vez en la vida, a un hombre infiltrado en las largas colas de madres que esperan su turno—, ahora me voy a la Universidad porque la espabilada de mi hija, que resulta que está en «InterRail», se olvidó de entregar no se qué papel, o me voy a recoger la raquetita de tenis de mi maridito porque se le han roto las cuerdecitas. Ya está bien, hombre, ya está bien. Que es que no pueden hacer nada.
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