AL DÍA
¡Que les den!
A quien Monago se dirige con su formidable «¡Que les den!» es a los terratenientes extremeños de la madrileña calle de Serrano
La consigna «¡Que les den!» es cosa del pepero fuerte en Extremadura, y no se refiere a los socialistas, sus adversarios en la adversidad (aquí un buen cronista deportivo diría «valga la redundancia»), y tampoco a los comunistas, que por una vez en su vida van a hacer de «tontos útiles» o de «compañeros de viaje» (hay diferencia entre una cosa y otra, pero no hay sitio en un folio para explicarla) de la derecha en el extremo del Duero. A quien Monago se dirige con su formidable «¡Que les den!» es a los terratenientes extremeños de la madrileña calle de Serrano, que yo no sé cuántos serán. Monago, sí, porque los ha contado, y con esas cuentas en la mano concluye que, democráticamente, eso tipos son, por su número, irrelevantes. De todo este planteamiento se desprende que, si para ser presidente con la abstención de los comunistas, Monago tiene que crucificar (metafóricamente, que en España y con esto calores ya se sabe) a un centenar de terratenientes, los crucifica. Crucificar, en este caso, no sería lo que Pompeyo hizo con los esclavos de Espartaco; crucificar sería... meterles la mano en el bolsillo para ayudar a la causa de la derecha que no es derecha, pero que con los votos de la derecha, porque a algún lado tienen que ir esos votos, más la abstención de los comunistas, va a gobernar como si fuera la izquierda que durante los últimos cuarenta años ha gobernado, al decir de los comunistas, como si fuera la derecha. Allá ellos. Otra cosa es meter en el lío a Madrid, rompeolas de todos los caciques de España, y no por culpa de Mou, como pretenden el «As» y otros periódicos de progreso. El sábado, en la «Razzmatazz» de Barcelona, cuando se anunció la actuación del grupo de Madrid en un concurso de rocanrol, se vació la sala, cosa que nunca se ha visto en Madrid con las «performances» de Fisas, Boadella, Gas, Alicia Moreno y demás prendas subvencionadas de la catalanidad. «¡Que les den!». Y acaban dándole al que pasa por allí.
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