El ungido
Que el PSOE no vuelva a restregar en la cara del resto de los mortales la excelencia de sus credenciales democráticas
Que no vuelvan a restregar en la cara del resto de los mortales la excelencia de sus credenciales democráticas. Lo que se perpetró el viernes, y se consumó ayer, tras bambalinas de los órganos de gobierno del PSOE, de las que abominaba el lunes José Blanco, es lo más parecido a la cooptación de los viejos partidos comunistas: la nomenclatura de la dirección acuerda un nombre y después presenta al ungido ante unos órganos inanes que ratifican la decisión con vítores y peticiones de oreja.
El PSOE había hecho creer que el sistema de primarias introducido en sus estatutos, y tantas veces ignorado, le elevaba por encima de los demás. Y lo afirmaba desde esa superioridad moral que se atribuye una cierta izquierda en España, que exige a los demás certificados de pureza de sangre mientras se complace en un narcisismo refractario al juicio de los demás. En un rasgo de lucidez, José Andrés Torres Mora, el diputado socialista que ha estado muy cerca de Zapatero en estos años, lanzaba esta carga de profundidad ayer mismo: «Me sentiría fracasado como dirigente de mi partido, si tuviera que decirle a mis compañeros que lo he llevado a tal situación de debilidad que para preservar su unidad es mejor renunciar a una elección verdadera».
Tal vez la propuesta de congreso obedecía a un complot. Pero respondía a una necesidad real. El problema del PSOE no es sólo el candidato. Sino la ruina a la que han reducido su proyecto histórico los delirios y las limitaciones de un antiguo pnn que creía que se podía cambiar la realidad por decreto. Y una dirección deslegitimada por los ciudadanos y por esa mezcla explosiva de bisoñez y altanería que ha dejado en cueros al PSOE. Con la ayuda inestimable de Rubalcaba. Y esos van a seguir hasta el mes de marzo. El de los idus.
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